1/26/2010


Alberto Aziz Nassif
Alianzas, ¿algo más que pragmatismo?

En el México actual la política partidista muestra señales evidentes de agotamiento. La dinámica partidocrática ha alejado a los ciudadanos de la política y ha tirado el apoyo y la satisfacción con la democracia a niveles muy bajos. Hace unos años se pensó que la vía electoral y los partidos podían ser los medios para acceder a una democracia. Ahora se sabe que esta ruta está plagada de obstáculos, intereses y que el pragmatismo ha contaminado por completo las posibilidades de consolidar nuestra vulnerada democracia.

En la época de la transición uno de los objetivos era desmontar el régimen de partido de Estado. Para eso se llegaron a plantear intentos de coalición entre actores y organizaciones que estaban en el centro político, tanto a la izquierda, como a la derecha. Incluso en 1999 se exploró la posibilidad de lanzar un solo candidato de la oposición para las elecciones presidenciales del año 2000; el intento fracasó por diversas razones, pero quizá la más fuerte fue que ninguno de los dos precandidatos, Cárdenas y Fox, estaba dispuesto a ceder su lugar al otro.

En los últimos años, con la regularización de la competencia electoral y la generalización de las alternancias, se volvió una práctica común hacer alianzas partidistas. Los partidos chicos se beneficiaron de su alianza con alguno de los tres partidos grandes, hasta que la reforma de 2007-2008 y, sobre todo el mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, obligó a que cada partido obtuviera sus votos (hoy 2% como mínimo) para conservar el registro. Con esta dinámica han aparecido y desaparecido múltiples partidos en el espectro político.

Ahora frente a las doce gubernaturas que se elegirán este año, ha vuelto aparecer la posibilidad de las alianzas partidistas. Para algunos actores se trata de un tema tabú, pero para otros es una posibilidad completamente legítima. Lo cierto es que a estas alturas se puede ver que en la política partidista predomina el pragmatismo y las ideologías han quedado muy rezagadas.

Las diferencias partidistas existen, pero también hay espacio para las convergencias. Hay varios supuestos que se vuelven a debatir sobre las alianzas entre izquierdas y derechas.
El fortalecimiento electoral del PRI y el hecho de que en varios estados se reproduzca una política caciquil y autoritaria, como podrían ser los casos de Oaxaca o Hidalgo, lleva a izquierdas y derechas a pensar en una amplia convergencia política para empezar a modificar la vida pública en esos territorios.

Con el nivel actual de pragmatismo, resulta complicado sostener que esas alianzas son antinaturales o ilegítimas, como afirman muy molestos los priístas. Además, por lo que se ha empezado a prefigurar en el escenario, parece que veremos todo tipo de arreglos políticos: PRI-PT (Zacatecas), PAN-PRD (Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Quintana Roo, Durango), también veremos de nuevo las alianzas de los tres de izquierda, PRD, PT y Convergencia en Tamaulipas, sin olvidar las alianzas que repiten como la del PRI con el Partido Verde en Quintana Roo, Sinaloa y Tamaulipas; en algunos casos se sumará Nueva Alianza al PRI, como en Sinaloa o Tamaulipas. Así, que como en botica, habrá de todo. No extraña ver al Verde y al partido de la maestra Gordillo con diferentes opciones, porque son las organizaciones en las que predomina el carácter de una franquicia que se alquila al mejor postor. La parte más complicada parece ser las posibles alianzas entre PRD y PAN, sobre todo por el enfrentamiento que dejó la pasada sucesión presidencial.

En todas las posibles alianzas hay un componente pragmático de base, ganar más votos y enfrentarse a un PRI que se ha fortalecido de manera importante y puntea las intenciones de voto rumbo a la próxima sucesión presidencial. En este sentido, no hay unas alianzas mejores que otras, no se puede condenar una alianza y aprobar otra, todo depende de los objetivos y programas que se puedan establecer en común.

Las alianzas se darán con la presencia de algún candidato fuerte con posibilidades de ganar la gubernatura, como sucede en Oaxaca con Gabino Cué o con Xóchitl Gálvez en Hidalgo. También puede ser el caso de Clouthier en Sinaloa. En caso de que se lleguen a concretar estas alianzas y sean exitosas en las urnas, vendrá la parte más complicada: transformar la alianza en un programa de gobierno y en una mayoría legislativa para establecer un gobierno que pueda cambiar la estructura de inercias autoritarias que predomina en estos estados. Aspirar a mejores gobiernos, —mayor transparencia y rendición de cuentas— es legítimo para justificar una alianza…

Investigador del CIESAS

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