3/23/2010

Las tribulaciones inflacionarias de un transpuesto Chicago boy

Marcos Chávez M

Un transido hombre de Chicago en México enfrenta una peculiar jugarreta de la tornadiza e indomable realidad, del la cual, curiosamente, él mismo es en gran medida responsable y que ahora se verá obligado a resolver de cualquier manera, es decir, a través del más puro credo ortodoxo, porque es el único que conoce, en virtud de su dúctil capacidad de transposición y su irredimible y jansenista lealtad hacia su jefe, hasta la ignominia, comparable a la de Fernando Gómez Mont.

Hasta pareciera que Felipe Calderón, con su premeditada y clínica mala fe que le caracteriza, estimuló su pavloviano espíritu para colocarlo en ese difícil trance, al crearse artificialmente el problema. Primero, ante la supuesta urgencia de evitar el colapso de las finanzas públicas, lo obligó, desde Hacienda, con el turbio y palaciego apoyo de la mayoría panista y priista del Congreso y sus liliputienses aliados, a elevar indiscriminadamente los impuestos directos e indirectos y los precios de bienes y servicios públicos que, inevitablemente, crearon la burbuja inflacionaria cuyos estragos resiente el país, pese a que esa secuela fue reiteradamente negada por sus instrumentadores. Después lo trasladó al banco central para que la pinchara con la terapia monetarista restrictiva que sólo conocen en ese organismo.

Por desgracia, independientemente de la orientación de la política monetaria que imponga el Banco de México, de todos modos Calderón quedará frente a la sociedad como una persona incorregiblemente mendaz. Si Agustín Carstens privilegia el mandato de la ley orgánica, es decir, el control y la estabilidad de la inflación sobre el comportamiento de cualquier otra variable económica, y cuya meta para 2010 es de 3 por ciento, más menos un punto porcentual, entonces cambiará el manejo contracíclico de las tasas de interés en los meses subsecuentes para contener el aumento de los precios registrado en enero y cuya tendencia apunta hacia un nivel superior de 50 por ciento-100 por ciento (4.5 por ciento-6 por ciento o más) al cierre del año. Descontando la inflación, entre febrero de 2009 y enero de 2010, la tasa real promedio de los cetes a 2008 fue de cero por ciento, y la tasa objetivo, desde abril de 2009, de -0.2 por ciento. A la mayoría de los ahorradores prácticamente se le ha pagado tasas negativas desde el último trimestre de 2008. El poder de compra de su dinero como el de sus salarios acumula pérdidas desde esa fecha. La flexibilización monetaria tuvo como objeto estimular la demanda de crédito y obligar a los ahorradores a que gastaran su dinero o asumir las pérdidas, con el objeto de estimular el consumo y la inversión productiva, reducir los problemas de pagos de los deudores y contrarrestar la insolvencia de pagos, la grave recesión y el alto desempleo.

Pero los resultados fueron inútiles o mediocres, debido, entre otras razones, al ambiente recesivo y la incertidumbre interna y externa; la decisión del Carstens de ese momento, el de Hacienda, de actuar en sentido inverso al banco central, es decir, procíclico, al recortar el gasto público en mayo y julio de 2009; el creciente desempleo y subempleo; la pérdida de compra de los salarios reales; el temor de las personas a su futuro inmediato que les motivo a cuidar su deteriorado ingreso; y los voraces réditos cobrados por la banca privada, un descarado robo legalizado. Mientras la tasa media nominal de los cetes a 28 días y la tasa objetivo cayeron de 8.25 por ciento y 8 por ciento a 4.5 por ciento, las bancarias se mantuvieron sin grandes cambios (las hipotecarias se mantuvieron en casi 15 por ciento y la mayoría de las tarjetas de crédito, las más caras, en 40 por ciento-90 por ciento). La banca y los especuladores nacionales y foráneos mostraron quién controla el sistema financiero mexicano Así, la economía se desplomó en el orden de 7 por ciento en 2009.

La inversión productiva media cayó de 5.1 por ciento en 2008 a -11.4 por ciento; las ventas al menudeo, de 1.4 por ciento a -4.9 por ciento. Los préstamos al sector privado, de 15.5 por ciento a -1.7 por ciento, y al consumo, de 11.3 por ciento a -14.6 por ciento. Así, el total de desocupados aumentó en 720 mil personas (2.5 millones), los subocupados en 1 millón (4 millones), los informales en 455 mil (12.3 millones) y las personas que dejaron de buscar empleo en 635 mil (5.7 millones). En total, 2.8 nuevas víctimas de la recesión, el modelo neoliberal y las políticas calderonistas. En total, 24.5 millones, equivalentes a uno por cada dos ocupados. leer más.....

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