8/22/2011

Angustia en Torreón


Ricardo Raphael


¡Para que la droga no llegue a tus hijos… hemos convertido al país en un polvorín! En pleno uso de mi soberanía tengo algo que agregar: mis hijos no consumen drogas. Y no es porque sea difícil encontrarlas. En México resulta facilísimo hacerse de un carrujo de mariguana, una anfetamina o un gramo de coca. En toda objetividad, nada ha hecho este gobierno, ni tampoco los anteriores, para disuadirles de tal consumo. Las razones de su distancia con los enervantes no son públicas sino íntimas.

Saben que pueden elegir dañar su cuerpo y su salud pero que también es prerrogativa suya mantener los estupefacientes a raya. No le toca a la autoridad estar tan obsesionada con el tema ni venir a dar lecciones que no le corresponden. Si el gobernante tiene una grave angustia, que mejor la desahogue cuidando a sus propios vástagos y deje en paz a los de su vecino.
El reclamo es necesario porque ya llevamos cuatro años escuchando la misma cantaleta y mientras tanto el país se nos deshace entre las manos. ¿Cuánta mortandad se necesitaría para asumir que la violencia ha desbordado todos los límites? ¿Cuánta angustia social es necesaria para tomar conciencia de los errores repetidos?
El viernes pasado el gobierno inglés anunció que la mitad de nuestro país es territorio peligroso. Nos pusieron entre las 10 naciones más violentas del planeta. Luego, el sábado 2 mil personas corrieron a esconderse simultáneamente porque afuera del estadio de futbol donde se habían reunido se escucharon varias ráfagas de plomo.
No es nuevo en Torreón escuchar ese atemorizante sonido. Son tres años ya que los laguneros llevan experimentando la pesadilla. En agosto de 2008 la Feria Internacional de Gómez Palacio se vivió desierta por primera vez. Esta población que antes nunca se perdía una oportunidad para hacer la fiesta prefirió quedarse en casa. Ocurrió así porque las computadoras de los laguneros se contagiaron de un mismo mensaje enviado supuestamente por Los Zetas. Una amenaza firmada para sembrar miedo.
Treinta y seis meses de toque de queda parecerían más que suficiente. Varios cientos, si no es que miles de negocios han cerrado en La Laguna durante este periodo. Bares, restaurantes, y otros lugares de reunión. Lo mismo ha ocurrido con otras empresas que se volvieron infértiles cuando el territorio donde operan se hizo tan violento.
Quienes tienen posibilidades económicas han mandado ya a sus hijos a vivir fuera del país. Pero la gran mayoría que no cuenta con medios vive aterrorizada. Sin embargo, nada cambia. La batalla que libran las bandas criminales situadas en cada lado del río Nazas no es excepción sino normalidad.
Y Torreón no es la única ciudad que atraviesa por esta circunstancia. Toque de queda hay hoy en Acapulco, después de las 10 de la noche; en Ciudad Juárez, después de las ocho de la tarde, y en Tampico o Reynosa, durante todo el día. En Culiacán las cosas se han calmado un poco y no es precisamente porque el gobierno haya detenido a quien vende las drogas. Ahí lo que ocurre es que domina una sola empresa.
Hoy ya no se trata sólo de reconsiderar la estrategia de criminalización de los enervantes. Como dice el periodista estadounidense Charles Bowden, lo que México está viviendo no es una lucha contra las drogas sino una batalla campal por las drogas.
Y al parecer, no sólo los capos que estelarmente presentan por radio y televisión están metidos en este asunto. También hay autoridades y políticos, policías y empresarios, militares y jueces, en fin, una larga lista de cómplices que son los verdaderos responsables de que tan trágico episodio de la historia mexicana se esté prolongado.
En los últimos años, el único cambio evidente ha sido que el país se nos volvió un polvorín. En cambio, la oferta de drogas no ha variado ni en precio, ni en cantidad. Fue falsa la promesa del Presidente y sus subordinados. Lo único que nos ha dejado esta supuesta guerra es más miedo y más incertidumbre.
Como decía Manuel J. Clouthier, la principal responsabilidad del político es para con la paz de su pueblo. El desprecio por esta máxima nos ha costado demasiado caro. Y sin embargo, ahora nos repiten que estaríamos peor si no se hubiera enfrentado al narcotráfico. ¿Realmente podríamos estar peor?
Twitter: @ricardomraphael
Analista político

No hay comentarios.:

Publicar un comentario