Imagínate que una cámara o un dispositivo móvil te graben cuando enfureces por el tráfico, cuando te recuerdas la progenie de los gobernantes o simplemente cuando decides sacar al clasista interiorizado contra los uniformados de la ley. Ahora, imagínate que esa cámara intrusiva te difunda en cadena nacional, en Canal 2, durante veinte minutos continuos, y te conviertas, de pronto, en la incivilidad ejemplar que se necesita para un discurso de criminalización o, simplemente, para el divertimento de los prejuicios en una sociedad hambrienta de furias reservadas.
Eso ha sucedido con las Ladies de Polanco, dos ciudadanas que en su soberbia etílica se enfrentan a unos policías –que presuntamente las extorsionaron-, demuestran su amplio repertorio del cabroñol, nuevo género híbrido en el habla masculinizada de las féminas que deciden ser “modernas”, y su imagen se difunde en Youtube y en Televisa hasta el hartazgo.
¿Qué importa la hambruna en África, las masacres en Siria, los enfrentamientos en Libia o la continua descomposición en las ciudades del noreste del país? Esos temas no son noticia. La noticia está en el escarnio, en el morbo que emocionalmente nos puede identificar con las Ladies o con los policías. Ni a Genaro García Luna se le hubiera ocurrido un montaje tan espectacularmente conveniente para “educar” cívicamente a las audiencias.
Las televisoras están hambrientas de rating. Las Ladies de Polanco resolvieron durante dos días la agenda informativa, pretendimos olvidar la balacera en el Estadio Corona de Torreón, el aniversario de la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, la nueva ola de feminicidios en Ciudad Juárez o los allanamientos continuados en el reino de Peña Nieto. Hasta las reliquias de Juan Pablo II y la milagrería ofensiva quedaron en un segundo plano.
Las redes sociales tronaron contra las Ladies. Esa terapia simultánea de la neurosis citadina exigió una “sanción ejemplar” contra estas mujeres de malos modales. Resultó que una de las más simpáticas es Azalia, alias La Negra, ex participante en el 2002 del reality Big Brother y que ahora alcanzó los 140 caracteres de infama que no le dio la anodina producción del encierro elemental de Televisa.
Frente a la ola de insultos que ha rodeado el caso, Azalia afirmó en su cuenta de Twitter: “no amigo, sólo me defendí porque nos pidieron dinero, nos bajaron del coche con pistola en mano, dizque catearon la camioneta… Y se robaron mi cartera!!!”.
En otro mensaje, Azalia justificó así el rapto de su ira transmitida en cadena nacional (“pinches asalariados”, le gritaron a los policías y quizá a la tercera parte de la población expectante frente a una pantalla repetitiva y el rostro de prefecto moral de Joaquín López Dóriga):
“Pues yo ni por alcoholímetro, me bajaron por x sus huevos que xq las placas del coche estaban reportadas como robadas disque lo catean se roban mi cartera y de ahí se desata todo lo demás…me tiene sin cuidado el q dirán. SOLO NO ME DEJO. Beso”.
Es lindo que entre tanto cabroñol, Azalia pueda enviar saludos y besos. Pero es más delirante que medios impresos, cibernéticos y electrónicos hayan desatado una furia de hipocresía cívica frente a estas Ladies de Polanco que seguramente no leyeron a Guadalupe Loaeza y están más cercanas al casting de Laura Bozzo, ésta sí, justiciera a sueldo del talk show decadente de Televisa.
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