8/24/2011

Acoso sexual




Por Soledad Jarquín Edgar
Directora de "Las Caracolas". Excorresponsal de CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer A.C.) en Oaxaca. En 2007 le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo en su categoría de Noticia, por uno de sus trabajos para la Agencia Cimac Noticias.

Con reconocimiento a

Olga Rosario Avendaño y a Roselia Orozco Martínez,

ganadoras del Premio Nacional

Los Rostros de la Discriminación


En las leyes se establece como un delito el acoso sexual u hostigamiento sexual, es de suponerse, por tanto que las mujeres están protegidas legalmente contra este tipo de violencia que es una clara forma de discriminación, porque es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) da cifras sobre este grave problema que se presenta con mayor frecuencia hacia las mujeres en la escuela o el trabajo y sostiene que una de cada cuatro mujeres ha sido acosada sexualmente. También se conoce que cuatro de cada diez mujeres que pierden su empleo, son obligadas a renunciar por no acceder a las pretensiones de su superior.

Colectiva Feminista, organización social binacional, señala que el acoso sexual es una forma de discriminación de género, al que las mujeres están más expuestas a ser víctimas directas e indirectas, debido a que carecen de poder, se encuentran en posiciones vulnerables e inseguras. Este se vuelve aún más agresivo cuando se compite por un cargo o puesto.

El acoso sexual u hostigamiento, añade la misma organización, es una conducta sexual no controlada de tipo sexual, es una forma de violencia laboral basada en el sexo, que resulta ofensiva y puede afectar la salud de las personas agredidas, así como su bienestar y desarrollo económico y social.

Las miradas lascivas, las palabras ofensivas que disparan los hombres en ese mal habito de piropear, las invitaciones a sitios diferentes al centro educativo o laboral y proposiciones de tipo sexual, ahora se agravan con el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación mediante mensajes de correo electrónico, las redes y hasta por la telefonía celular.

Hay muchos ejemplos, uno de ellos es la denuncia que presentó Miriam Velásquez, trabajadora del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, al acusar al director de Proyectos Educativos, Timoteo Agustín Chávez Aquino, de acosarla sexualmente desde hace cinco meses. Y, es curioso, en Quintana Roo, en estos días surgieron varias denuncias públicas contra elementos de seguridad hacia de mujeres policías y también en una institución educativa. Y si revisamos el país, seguramente encontraremos infinidad de casos reportados en los últimos días. Este delito es cotidiano y a veces se hace invisible a los ojos de la mayoría de las personas, peor aún surge la duda y el cuestionamiento social hacia las víctimas.

Los acosadores son hombres que poseen un poder público o político, que debido a la construcción patriarcal, machista y misógina, consideran que pueden disponer de las personas, en específico de las mujeres con las que laboran, para estos varones las mujeres son objetos y no sujetos con derechos, aún a pesar de las leyes que para combatir este delito han sido hechas por los gobiernos, debido –claro está- a la presión que las mujeres, principalmente feministas, han realizado a lo largo de los tiempos.

En Oaxaca, como en todas las entidades del país existen leyes que consideran este hecho como un delito. Entonces, debemos creer que hay una protección jurídica a vivir libres de este tipo de violencia, entonces ¿por qué miles de mujeres siguen enfrentándose a este grave problema?

No hay una respuesta simple, pero tenemos que reconocer que a pesar de los avances que las mujeres han hecho mediante la creación de leyes que favorecen su libertad –que insistentemente sufre retrocesos gracias a los gobiernos de derechas y las jerarquías religiosas-, a pesar de la creación y operación de las instituciones públicas en busca de la igualdad entre los géneros y otros muchos "a pesares", lo cierto es que no tenemos que perder de vista que la supuesta supremacía de los hombres sigue latiendo y fuerte en nuestras sociedades.

Sociedades "educadas" por instituciones como las iglesias, los grandes monopolios de comunicación y las escuelas, donde precisamente no se busca el adelanto, el empoderamiento ni menos la igualdad de las mujeres en cuanto a la obtención de sus derechos con respecto a los varones. No, ni en sueños, todavía falta mucho.

De ahí que las mujeres, muchas mujeres, más de las que nos imaginamos, sigan desconociendo que el acoso u hostigamiento son actos que violentan sus derechos humanos, porque son discriminatorios a sus personas, las cuales son reducidas a objetos sexuales, objetos de placer.

Perdidas las instituciones en la burocracia, poco se ha hecho por difundir la realidad, para cambiar el contexto social actual, porque mucho se dice y poco se hace para combatir este fenómeno donde en el 95 por ciento de los acosadores son varones. Las más interesadas en difundir este fenómeno y cómo evitarlo han sido históricamente las trabajadoras organizadas o sindicalistas.

Tampoco debemos perder de vista que el acoso u hostigamiento sexual son delitos de difícil comprobación porque el sistema no está construido con la visión de la condición social de las mujeres, como bien señalan las expertas. De ahí que las víctimas, las que se deciden a denunciar estos lastimosos hechos, deben saber y prepararse para enfrentar la incomprensión social. En primer lugar y sin lugar a duda alguna, las primeras personas que las cuestionarán serán sus compañeras y compañeros de trabajo, pondrán en duda su conducta, su forma de vestir, de hablar, dirán que es ambiciosa, exclamarán que usted ha provocado esta situación. Es su palabra contra la de su acosador.

Nada será tan indigno ni tan violento y destructivo como permitir la violencia física de los tocamientos siempre intencionados de los varones, así como aquellas que son gráficas, verbales o gestuales, que se traducen en chantajes y amenazas por no acceder a los llamados “favores sexuales” bajo la promesa de ascensos o mejoras salariales y ojo no perder de vista que también son acosadores sus compañeros de trabajo de su misma jerarquía.

Finalmente, debo recordar lo que dicen las expertas, el asedio es una forma más de violencia contra las mujeres, un delito contra la libertad sexual y la dignidad del ser humano y, por supuesto, una forma de discriminación de género en el ámbito laboral y, claro, no está ausente en el escolar.

Denunciar al acosador, al hostigador es una forma de libertad frente a la opresión del poder patriarcal y un camino para generar igualdad.

Y a esas mujeres cuándo

Cuando no existe la defensa del Estado la violencia contra las mujeres se incrementa. Ya hemos señalado 52 mujeres asesinadas en los meses que lleva esta administración y Nelsy Guadalupe Regalado Benítez enfrenta a la justicia desde hace una semana tras asesinar en defensa propia a su agresor -de quien se había distanciado hace cuatro años precisamente debido a las golpizas de que era objeto Nelsy, aún estando embarazada- y "reconciliado" hace dos meses, como sucede con muchas mujeres que se ilusionan con la promesa de un cambio.

Una acción en defensa propia como ha declarado Nelsy de 22 años, que asegura que nunca quiso matarlo sino defenderse, protegerse de una nueva golpiza y de ser asesinada cuando el soldado Juan Manuel Guzmán Wolf, tras derribarla pretendió amarrarla con una agujeta, entre patadas y puñetazos.

Fueron los vecinos quienes llamaron a la policía, incluso antes del final fatal, pero la policía llegó tarde, ya había ocurrido la tragedia. Hoy Nelsy Guadalupe Regalado sigue presa, con un defensor de oficio. No hay a su lado abogadas feministas, el gobierno municipal de Santiago Laollaga no puede defenderla, Rogelia González regidora en Juchitán busca a las aliadas pero nadie responde, las periodistas istmeñas han denunciado el caso que no pasa de ser nota roja para algunos medios, en cambio la familia del soldado echa leña al asador para que ella no sea liberada. No habrá impunidad, dice Gabino Cué, y en el caso de Nelsy podría consumarse otra injusticia con ella, una más a su vida de abandono derivado de lo que ya sabemos que van de la mano: pobreza y violencia.

Sin duda hace falta compromiso. Ojalá que alguien atienda el caso de Nelsy Guadalupe y finalmente la vida le haga justicia a esta joven que lo único que hizo fue defender su dignidad, su vida y ahora lucha por su libertad, justo la oportunidad que no tuvo Ángeles Vianey Sandoval Ruiz, de 24 años asesinada por su esposo Jorge Castillo Toledo, quien antes de asesinarla la habría violado, torturado con un bisturí y para después dispararle, por supuesto el asesino no está detenido. En el caso de Nelsy como de Ángeles Vianey hubo denuncias previas de violencia por parte de sus parejas.

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