9/18/2011

Dilemas morales


Sara Sefchovich

En un diario me encontré la siguiente nota: mientras veían en la televisión las escenas de los disturbios que tenían lugar en los alrededores de Londres, Inglaterra, los padres de una joven se sorprendieron al ver a su hija participando en ellos y saqueando alegremente una tienda. Decidieron entonces, ellos mismos, entregarla a las autoridades.El gesto me sorprendió. No supe si hablaba de un concepto avanzado de obediencia a la ley y de ética por encima de afectos personales o si, por el contrario, apunta a esas acusaciones de todos contra todos típicas de los regímenes fascistas y comunistas.Una semana después encontré, en otro diario, una noticia exactamente al revés: tres madres de familia mexicanas exigían a la Procuraduría mexiquense que pusiera en libertad a sus hijos, acusados de homicidio, pues ellas daban por hecho su inocencia.Por supuesto, yo no sé si esos jóvenes son o no culpables, y no es el tema que quiero tratar.

De lo que quiero hablar es de que en México los familiares siempre defienden a los acusados, sean o no culpables.Recuerdo, por ejemplo, cuando varios policías privaron de su libertad —durante varios días— a tres adolescentes a quienes obligaron a prepararles la comida y lavarles la ropa y luego abusaron de ellas sexualmente. Luego, cuando los detuvieron, en pleno juzgado y frente a las autoridades, los familiares de estos sujetos no sólo los defendieron sino que incluso amenazaron a las víctimas y hasta hicieron un ritual de santería para amedrentar a los testigos.También me viene a la mente cuando, luego del asesinato de una maestra universitaria, en el juicio contra el criminal, una mujer le decía a su hijo de seis años: “Conoce a quienes fregaron a tu padre para que cuando crezcas vayas a vengarte en nuestro nombre”. Resultaba increíble que los hijos de la víctima no eran considerados los fregados, sino al revés: el hijo del victimario.

Esto puede deberse a dos factores: uno es el apoyo incondicional que en nuestra sociedad se tiene hacia la familia por encima de cualquier otra consideracion, lealtad que como dice una estudiosa, empieza “mucho antes de que entre en juego el problema de la justicia”, y otro es la desconfianza hacia las policías y los así llamados sistemas de imparticion de justicia.Cualquiera que sea la razón, así son las cosas en Inglaterra y en nuestro país. Y yo me pregunto ¿cuál es la actitud correcta?Segun Sissela Bok: “Suele ser difícil decidir si hay que mentir o decir la verdad en cualquier situación dada, porque sabemos que las cuestiones relacionadas con [eso] invariablemente invaden todo lo que se dice o se deja sin decir en nuestras familias, comunidades, relaciones laborales”.Y, sin embargo, también resulta difícil entender que alguien pueda ver, escuchar o saber que se cometió un crimen o un acto delictivo cualquiera y quedarse callado. Pero sucede.Estoy segura de que hubo quienes vieron a los que colgaron al perro en el asta de una escuela de policía, pues por lo menos uno hasta tomó fotos. Pero no dijo nada, no denunció ni tampoco fue a bajar al pobre animal del tormento.

Y estoy segura de que quienes le prendieron fuego al casino en Monterrey tienen padres, hermanos, esposas, novias, vecinos, amigos y que seguramente alguien sabía o sospechaba de las actividades extrañas que hacían, pero nadie dijo nada, nadie los delató, como no lo hacen ahora los que saben dónde se esconden los otros que participaron en la masacre.Vuelvo a preguntar ¿Cuál es la actitud correcta? Se trata de un dilema moral asegura Bok, y, por lo tanto, la respuesta no puede ser una sola.Pero la profesora de ética plantea una posible salida: la de negarse a aceptar que sólo hay dos opciones: callarse o acusar. Hay también un espacio para discernir a partir de otros criterios, como podría ser por ejemplo, el del grado en que algo es perjudicial. Pues no es lo mismo matar, torturar o violar que robar o saquear una tienda.Ésta podría ser la solución clave para no convertirnos en verdugos de nuestros seres queridos pero tampoco solapar la delincuencia.

sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM

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