Al contrario, siguen con su misma insensibilidad extrema, con su ceguera inconcebible, queriendo arreglarlo todo a base de espots televisivos cínicos e indignantes a más no poder.
Mientras Felipe Calderón se entretiene como “presentador” televisivo, el país marcha hacia una debacle sin parangón en América Latina, con los peores niveles de violencia y la mayor incapacidad para generar crecimiento y frenar el aumento de la pobreza, según el economista en jefe para el subcontinente del Banco Mundial (BM), Augusto de la Torre. Sin embargo, el inquilino de Los Pinos continúa creyendo que gracias a los medios electrónicos puede seguirnos jugando el dedo en la boca a los mexicanos, e incluso a la comunidad internacional, como lo demuestra en cada salida que hace al extranjero.
Con todo, la verdad sale a flote gracias a la globalización, así que será dinero tirado los millones de dólares que debió gastar en el promocional televisivo que a partir de ayer se exhibe en la televisión pública estadounidense. Los posibles efectos positivos que pudo haber tenido ya se perdieron de antemano, con las fotografías que dieron la vuelta al mundo de los 35 cadáveres que fueron arrojados debajo de un puente en una importante zona comercial del puerto de Veracruz. Esta es la imagen real de una nación convulsionada por la incapacidad de un gobierno para ejercer sus funciones básicas, imbuido como ha estado desde sus inicios, en el imperativo de “gobernar” sólo a favor de una elite que ahora está asustada por las terribles consecuencias de su egoísmo y total falta de compromiso con el país que les ha dado todo a sus miembros.
Afirmó el funcionario del BM que México es la única nación de la zona en la que está aumentando la pobreza, y que su “crecimiento” está por debajo del que se observa en Guyana o Surinam, dos de los países caribeños más atrasados de Latinoamérica. Aun así, Calderón no tiene empacho en presumir logros que sólo existen en su cabeza, dando pie a que incluso el Inegi lo desmienta, como lo hace en su Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) 2011. En ella puntualiza que la multiplicación de la delincuencia ha representado al país un costo de 210 mil millones de pesos, cifra equivalente a 1.53 por ciento del producto interno bruto.
Tal situación no parece importarle a Calderón, por eso seguirá alimentando el odio y la violencia entre los mexicanos, como lo ha dicho de manera reiterada en cuanta oportunidad se le presenta. Y si a esta forma de “gobernar” sumamos la brutal inconciencia de la mayoría de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), tenemos un coctel demoníaco de alcances impredecibles. Vale tal señalamiento por la aprobación que se hizo en la Suprema Corte, con siete votos a favor y cuatro en contra, de la iniciativa de grabar con impuestos el salario mínimo, cuando lo que urge en este momento son verdaderas políticas económicas anticíclicas que alienten el crecimiento del mercado interno, no profundizar aún más las dramáticas injusticias que son un eficaz caldo de cultivo de mayor violencia y descomposición social.
Mientras Barack Obama está luchando contra el Partido Republicano para que pase su iniciativa de cobrar más impuestos a los más ricos, a fin de poder superar el enorme déficit fiscal que viene acarreando Estados Unidos desde que George W. Bush decidió acrecentar exenciones fiscales a la plutocracia, aquí en nuestro país se hace exactamente lo contrario: seguir favoreciendo a la oligarquía a costa de esquilmar a los más pobres, quienes viven ya en condiciones de mera sobrevivencia. Cabe preguntarse qué tienen en la cabeza esos señores ministros de la SCJN que actúan como verdugos insensibles de un pueblo inerme, al borde ya de la inanición.
Luego se espantan porque la criminalidad aumenta en México, se desgarran las vestiduras y claman al cielo por una paz social que ellos han sido los principales causantes de que se haya perdido. Son ya casi tres décadas de estarle jalando los bigotes al tigre (el pueblo), quitándole hasta la poca comida que se le da como si fuera limosna inmerecida, y se asombran de que la fiera empiece a rugir. Ahora están asustados por la magnitud de una violencia terrorífica, sin parangón en nuestra historia, pero no hacen nada efectivo para minimizarla.
Al contrario, siguen con su misma insensibilidad extrema, con su ceguera inconcebible, queriendo arreglarlo todo a base de espots televisivos cínicos e indignantes a más no poder. Esto se explica por el enorme abismo existente entre la elite y las masas depauperadas, por la monstruosa división entre la oligarquía y las clases mayoritarias. Son diferencias irreconciliables que se siguen agravando, como lo demuestra el comportamiento fascista de los ministros de la Corte, como lo patentiza la cerrazón antidemocrática de Calderón y como lo corrobora la inconcebible decisión de llevar a Los Pinos, mediante acuerdos con Calderón, al representante del grupo más reaccionario del PRI, Enrique Peña Nieto. No se necesita mucha imaginación para vislumbrar los escenarios dantescos que se crearían si esa mafia oligárquica continuara al frente del Ejecutivo en el 2012.
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