En la entidad purépecha ya comenzaron a operar los “magos” que hacen el milagro de hacer votar hasta a los muertos, y que lo hagan en forma por demás extraña a favor del PRI en cifras que rebasan el volumen del padrón. Lo absurdo del caso es que el PAN imite tales procedimientos, con buenos resultados que sin embargo no son suficientes para derrotar al partido tricolor, como quedó muy claro en Coahuila. Así podría suceder en Michoacán, donde ambos partidos ya comenzaron a utilizar sus recursos nefandos, al fin que para eso están los millones de pobres, para aprovecharse de su situación y hacerlos votar a cambio de migajas.
Mientras los priístas ya comenzaron a repartir la tarjeta “La Efe” (por efectiva), los del partido blanquiazul están haciendo lo mismo con su tarjeta denominada “La Ganadora”. El señuelo es que dichas tarjetas van a funcionar, en caso de que triunfen unos u otros, como si fueran tarjetas de crédito. El gancho dio buen resultado en la tierra desgobernada por Humberto Moreira, así que no tiene por qué no darlo en la patria chica de Felipe Calderón, mucho menos cuando su hermana es la candidata del PAN, a quien se están brindando todo tipo de apoyos, legales e ilegales, que tendrán que dar buenos frutos.
No es descabellada la hipótesis de que Michoacán sea para los panistas, no sólo por la circunstancia del parentesco del inquilino de Los Pinos con la abanderada panista, sino por el acuerdo que logren ambos partidos para que Enrique Peña Nieto gane la Presidencia. Un estado a cambio del país. Esto es factible porque Calderón está consciente (sería el colmo que no lo estuviera) de que su partido no cuenta con el vigor necesario para vencer en las elecciones presidenciales, y que incluso correría el riesgo de quedar como tercera fuerza en la palestra electoral, y en minoría absoluta en el Congreso. Así que su tabla de salvación sería otra vez el PRI, como lo fue en el 2006.
Hasta el momento es muy evidente que la oligarquía no quiere correr riesgos, y por eso hará todo lo que haya que hacer para que Peña Nieto quede, primero como candidato de “unidad” del tricolor, y luego como el ganador de las elecciones, aunque fueran incluso más cuestionadas que las de hace seis años. Le apuestan a la efectividad de sus procedimientos ilegítimos y, sobre todo, a que la población mayoritaria no dudaría en votar por el PRI a cambio de las migajas que les ofrezcan. No importa que la izquierda ganara en las urnas, en el caso de que llegara unida a los comicios, pues no tendrían empacho en arrebatarle la victoria, al fin que las protestas se acabarían a los pocos meses, y si no aceptara la derrota el abanderado de la izquierda, tampoco dudarían en imponerse por la fuerza, mucho menos si para entonces ya está vigente la Ley de Seguridad Nacional que otorgaría fueros a las fuerzas armadas.
Está visto que la oligarquía está aferrada a seguir manteniendo sus privilegios, tal como están e incluso seguirlos acrecentando. Por eso ni siquiera aceptaría a Manlio Fabio Beltrones como su candidato. Este parece saberlo, de ahí su propuesta de un gobierno de coalición como la última alternativa para evitar el descalabro nacional que habrá de significar el “triunfo” de Peña Nieto. Por eso también su empeño en que primero sea el proyecto de gobierno y luego la designación del candidato que más responda a los lineamientos de tal proyecto.
Lamentablemente, al interior del PRI siguen siendo dominantes los intereses neoliberales liderados por Carlos Salinas de Gortari, motivo por el que se antoja como meta imposible un cambio de planes que dejara al ex gobernador mexiquense fuera de la jugada. A estas alturas lo verían como una derrota anticipada, toda vez que apostaron todo a la candidatura del joven e inexperto “político”, quien desde siempre manifestó su inclinación en defender sin chistar los intereses de la mafia del poder, la cual lo hizo su abanderado desde que llegó al gobierno mexiquense.
Es muy claro que no va a perder los miles de millones de pesos invertidos ya en llevarlo de la mano para hacerlo el sucesor del inepto Calderón. Conducirlo al pináculo de la fama ha costado una fortuna que no se resignarían a perder los poderes fácticos. Así que aunque no sea el personaje idóneo para ocupar la silla presidencial, la decisión ya está tomada desde hace años y lo habremos de ver como el candidato del PRI, pésele a quien le pese. No faltaba más, ¿entonces para qué es el dinero?
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