1/27/2012

El exdirector de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Miguel Nazar Haro. Foto: Renato Ibarra
El exdirector de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Miguel Nazar Haro.
Foto: Renato Ibarra

MÉXICO D.F., (apro).- Víctima de un coma depresivo, la noche de ayer falleció a los 87 años de edad, el exdirector de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), una de las corporaciones más temibles en la historia policiaca del país, Miguel Nazar Haro.

De acuerdo con amigos y familiares del hombre que combatió las guerrillas urbana y rural en la década de los setenta y principios de los ochenta y a quien se responsabiliza de la desaparición de Jesús Ibarra Piedra, hijo de la actual senadora del PT y dirigente del grupo Eureka, Rosario Ibarra de Piedra, la pérdida de su esposa acentuó sus enfermedades y finalmente ayer, a las nueve de la noche, murió, en compañía de sus hijos.

En junio de 2005, Nazar Haro la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado –creada en el gobierno de Vicente Fox–, lo incriminó en la desaparición de seis integrantes de la Brigada Campesina de Los Lacandones, registrada el 18 de noviembre de 1974.

No obstante, un año más tarde, en septiembre de 2006, un juzgado federal lo absolvió. El Juzgado Cuarto de Distrito en materia penal, con sede en Nuevo León, consideró que el Ministerio Público federal no logró acreditar la existencia del cuerpo del delito ni la probable responsabilidad.

En febrero de 2004 fue detenido e internado en el penal del Topo Chico en Nuevo León. Sin embargo, debido a que la ley le permite a las personas mayores a 70 años el beneficio de la prisión domiciliaria, fue trasladado a la Ciudad de México.

A continuación se reproduce íntegramente un reportaje publicado por el semanario Proceso en febrero de 2004 (número 1425) sobre las andanzas del quien llegó a convertirse en el más temido policía político del país.

Lo último que vieron algunas de sus víctimas fueron sus ojos verde acuoso. Su mirada helada. Para muchos compañeros de sus épocas de represión, Miguel Nazar Haro fue policía ejemplar, investigador sin par. Para quienes se confrontaron con el sistema, el hombre que por el momento está en la prisión de Topochico ha sido la crueldad sin nombre, la que no tiene límites para torturar y matar. En todo caso, es simplemente el estilo Nazar.

Su “gusto por la investigación” surgió de las series policiacas que solía ver en la televisión, particularmente las estadunidenses Mike Hammer y La cuerda floja.

Era la década de los sesenta cuando, a los 26 años de edad, Miguel Nazar Haro eligió su futura ocupación. Se incorporó al antiguo Servicio Secreto de la policía capitalina, y muy pronto, “debido a su eficiencia”, fue comisionado como escolta de los padres del entonces candidato electo a la Presidencia, Gustavo Díaz Ordaz.

Ese vínculo con el poder político sería su trampolín en la carrera elegida: Por recomendación de los padres de Díaz Ordaz, Nazar Haro ingresó más tarde a la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS), donde permaneció hasta su extinción, en el sexenio de la llamada Renovación Moral de Miguel de la Madrid.

Durante su estancia en la corporación, tomó cursos en Panamá y Estados Unidos, se especializó en contrainsurgencia y escaló todas las posiciones de la DFS, hasta convertirse en su penúltimo director, en el período 1978-1982.

Del paso de Nazar Haro por la DFS, Proceso reproduce a continuación algunos documentos públicos sobre la forma como se convirtió en una de las piezas clave del aparato represivo del Estado en los años setenta y principios de los ochenta.

En 1972, cuando ya era subdirector de la DFS, Nazar Haro recibió instrucciones de su jefe, Luis de la Barreda Moreno, de trasladarse a Jalisco y coordinarse con las autoridades municipales, estatales y militares para poner fin a la ola de asaltos bancarios que se había desatado en la entidad.

Según consta en el reporte que De la Barreda hizo llegar al entonces secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, Nazar planteó -durante su reunión con el gobernador Alberto Orozco Romero; el procurador general de Justicia del estado, Alberto Rosas Benítez; el jefe de la policía municipal, coronel Jesús Ahumada Mercado, y el teniente coronel Francisco Quirós Hermosillo, entre otros funcionarios- la necesidad de trabajar de manera coordinada, sin celos y sin envidias, porque de otra forma, advirtió, sería imposible proporcionar seguridad a los bancos.

Nazar recomendó, así mismo, delimitar zonas, seleccionar al personal más capacitado y coordinarse con el Departamento de Tránsito para que éste activara una luz roja en cada asalto bancario con el fin de hacer más difícil la huida de los delincuentes. Además, sugirió sobrevolar las zonas más críticas, sobre todo en horas hábiles.
Confiado en la eficacia del subdirector de la DFS, el gobernador Orozco Romero ordenó a los jefes de las dependencias policiacas poner en práctica todas las recomendaciones formuladas por el experto en el combate a la guerrilla.

El negociador
Aparte de asesorar y reorganizar corporaciones policiales en distintos puntos del país, esta pieza relevante de la guerra sucia cumplía, así mismo, funciones negociadoras con grupos guerrilleros.

Como ocurrió, por ejemplo, el 22 de mayo de 1973, cuando varios guerrilleros secuestraron un avión en el aeropuerto de la Ciudad de México, donde viajaban “maestros, estudiantes, ingenieros, amas de casa y empleados de origen venezolano”.

Por instrucciones del entonces secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, Nazar Haro se concentró en la negociación con los aerosecuestradores que, dijo, “pretendían cometer un acto terrorista en territorio nacional”.

Escrito por el propio Nazar Haro, el parte informativo precisa que después de que el gobierno venezolano se negó a ceder a las pretensiones de los “terroristas”, él logró persuadir a éstos para que se refugiaran en Cuba.

“Luego de un intenso diálogo con el suscrito -prosigue el relato de Nazar- y haciendo uso de las mismas terminologías revolucionarias para la fácil comprensión mental, ideológicamente hablando, aceptaron viajar con destino a la República de Cuba, aunque tenían temor de ser interceptados por una nave de la Fuerza Aérea Venezolana.”

Conforme a su versión, para persuadirlos tuvo que decirles que él viajaría con ellos hasta La Habana. “Lo hice con el único propósito de evitar una desgracia y para que no se ‘mancillara nuestra soberanía’”.

Y añade que, “ya convencidos con la propuesta y con la confianza de los pasajeros, todos de nacionalidad venezolana, se emprendió el viaje, realizando el suscrito una labor psicológica para el dominio mental de los secuestradores y evitar el peligro de que en un momento de desesperación los terroristas pudieran causar una tragedia en la que perdiera la vida gente inocente”.

En su escrito, Nazar hace un perfil de los cuatro aerosecuestradores, entre los cuales se encontraba una mujer de aproximadamente 20 años de edad.

“El jefe de grupo de esta organización, que dijo llamarse Punto Cero, era un individuo de 23 años de edad, aproximadamente, quien se sentía orgulloso de haber estado procesado y haber logrado el indulto del presidente de su país.”

Según el entonces subdirector de la DFS, el “terrorista” planeó el secuestro del avión no tanto por cuestiones ideológicas, sino por “la vanidad que lo consumía al saber que todo mundo estaría al tanto de su faena”.

Continúa: “El control mental a esta persona era fácil, pues sólo había que alabarlo. Su fisonomía no era ciento por ciento latina, parecía francés o italiano; su estatura era de 1.67 metros, delgado, y de inteligencia regular, puesto que sobre sus decisiones se imponían las de sus compañeros y, dado su complejo, no se atrevía a refutarlas. Más bien, buscaba que el suscrito lo apoyara en sus razonamientos”.
Después de hacer la descripción física y psicológica de los otros tres aerosecuestradores, Nazar destaca que para doblar la voluntad de los “terroristas” asumió diferentes personalidades: amistosas, de mando, de conocimientos revolucionarios, de experiencias tácticas, de abanderado libertador, de bromista y de sentimental.

“Los pasajeros asumieron una actitud de confianza a México y a sus gobernantes, y viajaron con suma tranquilidad al imaginarse en todo tiempo que los guerrilleros ya no serían capaces de cometer un acto terrorista yendo a bordo de la nave un ciudadano mexicano, cuya presencia había sido garantizarles su arribo a la República de Cuba, sin atentados exteriores de parte de las fuerzas del orden. Y uno a uno de ellos agradecían la actitud asumida por el gobierno de México al exponer la vida de un ciudadano para garantizar su seguridad.”

En la parte final de esa historia, Nazar refiere la buena recepción que los secuestradores tuvieron por parte de las autoridades cubanas y los encuentros que él sostuvo con diplomáticos mexicanos acreditados en Cuba, donde, afirma, observó carencias y tristeza del pueblo.
El torturador
Otro de los documentos de la DFS en poder de Proceso recrea una nueva cara de Nazar.

Fechado el 22 de enero de 1975 y firmado por el director de la DFS, capitán De la Barreda Moreno, ese informe daba cuenta de una denuncia penal contra Nazar Haro y Julián Slim Helú -hermano de Carlos Slim Helú- por los presuntos delitos de “privación ilegal de la libertad y los que resulten”.

La querella fue interpuesta por Manuel López Mateos, hermano del expresidente Adolfo López Mateos, quien el 29 de noviembre de 1974 fue detenido por agentes de la Federal de Seguridad por su presunta relación con el grupo subversivo Unión del Pueblo.

De la Barreda aseguraba que en el domicilio de Manuel López Mateos -quien al ser interrogado dijo tener 29 años, ser soltero y haber nacido en el puerto de Veracruz-, se encontró “vasta documentación y propaganda de diversas organizaciones subversivas”.

Según el informe, Manuel declaró que era profesor de matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, “donde siempre se ha ostentado como elemento revolucionario y ha participado en diferentes movimientos de agitación auspiciados por el Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias”.

El director de la DFS mencionaba, así mismo, que Manuel López Mateos fungió, en múltiples ocasiones, como intermediario en la difusión de propaganda y literatura subversiva entre el estudiantado, valiéndose del ascendiente que le daba su carácter de maestro universitario.

Y remachaba:

“Al agotarse el interrogatorio, Manuel López Mateos fue puesto en libertad a las 20:00 horas del mismo día de su detención.”

Lo que no incluyó De la Barreda en el parte oficial fue la brutal golpiza que, durante el interrogatorio, presuntamente propinaron Nazar Haro y Slim Helú al hermano del expresidente Adolfo López Mateos, hecho que dio origen a la averiguación previa 8430/SC/74.

En uno de los dos citatorios judiciales que el Ministerio Público remitió a la DFS en enero y febrero de 1975 para que se presentaran a declarar Nazar Haro y Slim Helú, hay una nota en la que se alcanza a leer lo siguiente: “El día de hoy (27 de febrero de 1975) se habló telefónicamente con el director general de Averiguaciones Previas para comunicarle que por orden superior no se va a comparecer en la Mesa 15″.

Para 1978, el creador de la Brigada Blanca había acumulado una serie de denuncias en su contra. Varias autoridades gubernamentales habían sido puestas sobre aviso en torno de los excesos cometidos por Nazar y sus hombres, e inclusive organismos internacionales promotores de los derechos humanos habían entregado al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, las pruebas de que al menos tres altos funcionarios instigaban y cometían personalmente “actos de violencia, tortura y tratos inhumanos degradantes” contra presos políticos.

Uno de ellos era, desde luego, Nazar Haro, quien llegó a tener mala fama inclusive en círculos militares.

Los conflictos
Por ejemplo, el 5 de junio de 1978, el comandante de la IX Zona Militar de Culiacán, Sinaloa, general Alberto Quintanar López, detuvo al agente de la DFS Miguel Ángel Herrera Armenta cuando éste se hallaba acompañado de una “madrina” de la Policía Judicial Federal.
Según el parte que rindió el comandante de la DFS comisionado en esa plaza, Esteban Guzmán Salgado, el general Quintanar se comunicó con él telefónicamente y le ordenó presentarse de inmediato en su oficina o de lo contrario procedería a detenerlo. Y le notificó que había arrestado a varios elementos de la DFS con drogas, armas y dinero.

Guzmán Salgado contestó al oficial del Ejército que si les había encontrado droga, que procediera a consignarlos ante las autoridades correspondientes porque en la Federal de Seguridad no se toleraban ese tipo de conductas.

Por su parte, el general Quintanar advirtió al comandante de la DFS que si no se presentaba en el cuartel de inmediato, enviaría a un grupo de soldados por él.

A regañadientes, Esteban Guzmán se trasladó al cuartel militar, donde el comandante de la IX Zona Militar le explicó las razones de la detención, le entregó los objetos encontrados al agente Herrera Armenta -incluidos 20 gramos de cocaína-, y le dijo que se lo llevara, que la ropa sucia se lavaba en casa.

En contrapartida, Herrera Armenta hizo un relato de los hechos muy distinto. Dijo que fue detenido con lujo de violencia, que los soldados le vendaron los ojos y le ataron las manos, y que el general Quintanar, en aparente estado de ebriedad, le soltó: “¿Conque quería pelea el puto de Nazar?, pues ya la está teniendo”.

Según el agente de la DFS, el oficial del Ejército, pistola en mano, le preguntó de cuánto eran las cuotas que cobraba la DFS por las casas de juego en Los Mochis, Culiacán y Mazatlán. “Si quiere información, comuníquese con mis superiores”, le habría respondido Herrera.

Posteriormente, el general Quintanar le informó que le había dado 2 millones de pesos a Nazar para que diera de baja o cambiara de plaza a su hijo, Andrés Quintanar Reyna. “Dile al mierda de Nazar que si es tan hombre, que venga y me la va a persignar. Quería llevarse a mi hijo a la Brigada (Blanca), a ese nido de ratas, para matarlo. Pero si algo le pasa a mi hijo, yo voy a saber quién fue y no quedará ningún familiar del que lo haga”.

El agente de la DFS fue enseguida metido en otro cuarto, donde un teniente le aseguró estar al tanto de las cuotas que la DFS cobraba en las casas de juego y de prostitución. “Yo sé todo lo que ustedes están haciendo, hijos de su chingada madre, porque yo también he estado en la Brigada. Ojalá me dé carta abierta el general Quintanar para que te parta la madre y desaparecerte. No serás el único. Les tengo un chingo de ganas a los de la Federal de Seguridad”.

Antes de soltarlo, el general Quintanar volvió a encararlo: “Mira, dile a Nazar que la ropa sucia se lava en casa, que si quiere algo conmigo, que venga”.

No fue sino hasta el año pasado que se libró una orden de aprehensión en contra de Nazar Haro por su presunta responsabilidad en la detención y desaparición de Jesús Piedra Ibarra, ocurrida en 1975. Y el 18 de febrero último fue detenido en el sur de la Ciudad de México y trasladado a Monterrey, donde deberá enfrentar su proceso.

Pero Nazar Haro -hijo de padre libanés y madre veracruzana- esperaba algo más que la cárcel. “Mejor mátenme, comandante, esto es injusto, me desilusiona que yo haya dado mi vida a la nación y a la patria y me hagan esto”, reclamó a los agentes de la Agencia Federal de Investigaciones que lo detuvieron.

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