Eduardo Ibarra Aguirre
“Los presidentes Enrique Peña Nieto y Xi Jinping acordaron conjuntamente elevar el nivel de la asociación estratégica México-China al de asociación estratégica integral”, reza la Declaración Conjunta suscrita por ambos y dada a conocer unas cuantas horas después del arribo al Distrito Federal del también secretario general del Partido Comunista Chino y presidente de la Comisión Central Militar.
Para entender el cambio de la “asociación estratégica” a la “estratégica integral” es preciso revisar el documento de 32 puntos que seguramente fueron objeto de complejas negociaciones durante meses por representantes de los dos gobiernos, respaldado además con la firma por representantes de los dos países de 12 memorandos de entendimiento en materias energética, petrolera, infraestructura, minera, industrial, educativa, agrícola, desarrollo social, cultura, turística y ciencia y tecnología.
Una de las claves para interpretar la nueva proyección en las relaciones sino-mexicanas consiste en que “estará anclada en un diálogo político fluido e intenso sobre asuntos bilaterales, regionales y globales”. Y fortalecerán “el mecanismo de Diálogo Estratégico México-China como esquema para profundizar la confianza mutua y desarrollar la interlocución bilateral sobre temas de carácter estratégico”.
El anclaje y los sustentos de la nueva proyección son genéricos, acaso para no incomodar a terceros países, sobre todo al gobierno de Estados Unidos que presumió a México, por enésima ocasión, como su “patio trasero”. Dice el documento: “Dado que México y China, dos países con culturas milenarias, comparten las tareas comunes de desarrollar la economía y mejorar el bienestar de la población, dicha decisión imprimirá un renovado impulso para que las relaciones sino-mexicanas entren en una nueva etapa de desarrollo”.
Enrique Peña fue más franco y al dar la bienvenida a Xi Jinping, en la primera visita de Estado que organiza el gobierno actual, al postular que ambas naciones “deben aprovechar sus complementariedades” y “reconocerse como “grandes aliados”, y anunciar que en el futuro “se dejará atrás el paradigma de la eventual competencia para caminar hacia una sinergia y beneficios mutuos”.
El mexiquense que con insistencia gusta de improvisar discursos y no lo hace bien, sino con reiteraciones y hasta incurre en cantinflismos, mientras su experimentado par chino optó por leer sus pronunciamientos, reiteró una y otra vez la idea de que “México y China son dos países en ascenso dentro de un nuevo orden internacional”, e incluso ambos gobernantes definen que son “países en vías de desarrollo”, lo cual no es exacto para la segunda economía de la aldea global por su tamaño y principal potencia comercial desde fines de 2012.
Tras las frivolidades de Vicente Fox y sus muchachos durante la visita que realizó a Beijing y el fracasado convenio de traer a 500 mil turistas, amén de la incapacidad reiterada de Felipe Calderón para negociar los diferendos entre los dos gobiernos, Peña Nieto resolvió problemas que estaban atorados hace una década, por ejemplo la exportación de carne de cerdo, además de la entrada de tequila mexicano (fabricado ahora por trasnacionales) al mercado del gigante asiático.
Arranca muy bien lo que podría ser un gran viraje en la dependencia ya histórica de la economía mexicana respecto de la estadunidense con la diversificación de las alianzas estratégicas de México, en demérito del amo imperial.
Y para ello fue indispensable firmar: “La parte mexicana expresó su firme apego al principio de ‘una sola China’ y ratificó la posición del gobierno de México de que Taiwán y el Tíbet forman parte inalienable del territorio chino y los asuntos tibetanos son asuntos internos de China.”
Acuse de recibo
Pregunta Gustavo Cortés Campa: “¿Cuántos auténticos trabajadores de Walmart participarán en la protesta? Sería interesante verificarlo”, pues aquí se registró el miércoles 5 el “Día de Acción Global para detener las violaciones de derechos laborales en McDonald’s. Protesta en más de 30 países”. Y específicamente la acción a realizarse en la sucursal del Zócalo. Como reportero que es, Gustavo no pudo verificarlo porque se dirigió al lugar equivocado… Cuenta Enrique Semo en el semanario Proceso (3-VI-13, pp. 52-54), que Arnoldo Martínez Verdugo le expresó en el primer lustro de los 60: “–Lo principal en la reconstrucción del partido –me dijo– es formar un grupo dirigente que sea a la vez fiel (al partido, no al dirigente), capaz, experimentado y sobre todo inteligente –mientras aspiraba profundamente, como lo acostumbraba, su cigarrillo– ¡y a veces pienso que sería más fácil comenzar la tarea totalmente de nuevo, desde cero!”… El testimonio del historiador hace sentido con otro que recibí en el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, en la voz de su entonces director: El escritor José Revueltas le propuso justamente “hacer a un lado” a sus compañeros de dirección del Partido Comunista Mexicano y “comenzar de cero”.
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