El colectivo de estudiantes colombianas Rizomas Feministas promueve la conciencia feminista en las aulas, pese a las presiones de las directivas de sus centros, que las han acusado de brujas y guerrilleras.
En 2010 nació en Bogotá (Colombia), Rizomas* Feministas; un colectivo que decidió alzar su voz por una educación pública inclusiva desde la conciencia feminista. Entre sus reivindicaciones, el derecho a introducir la educación sexual a las aulas, la historia feminista y de las mujeres al entorno escolar y la visibilización del estudiantado como ente crítico con derecho a la toma de decisiones en las cerradas jerarquías directivas de los centros.
En su trayectoria feminista, las Rizomas han recibido prohibiciones y presiones de su propio entorno educativo: el colegio Álvaro Camargo de la Torre (ETB, empresa pública de telecomunicaciones) y la Institución Educativa Técnica Ciudad Luz. Las directivas de ambos centros las han presionado, para que abandonen su activismo. Las han acusado falsamente de brujería y de practicar abortos a sus compañeras. Todo ello, por la “peligrosa acción” de introducir el feminismo en el colegio. Las Rizomas Feministas eran, en el momento de su fundación, estudiantes de tan solo 12 años de edad. Actualmente, sus edades están comprendidas entre los 14 y los 15 años.
Viernes 18 de noviembre de 2011. Teatro Cádiz, Bogotá (Colombia): presentación del Primer Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Acción y Prácticas Feministas (ELCAP). Dos de las jovencísimas fundadoras de Rizomas se encontraban sobre el escenario que se había preparado previamente de forma minimalista: tan solo dos sillas y la presencia de ambas: Antonia Penagos Muñoz y Leidy Tatiana Rojas Cárdenas3, que acudió al evento a escondidas. El objetivo, la presentación del lanzamiento Rizomas 2 Subsuelo Feminista: unos libretos de producción propia que hicieron circular en su entorno educativo. Se trataba entonces del grupo feminista más joven del país.
Rizomas Feministas nació de la mano de ambas junto a otras fundadoras: Leidy Vidales, Angie Rojas y Laura Herrera. Las cinco decidieron unirse y presentar su proyecto en el patio del colegio Álvaro Camargo de la Torre en un sentimiento de inconformismo tras detectar carencias y malestares en la educación recibida. Todo ello, producto de una discriminación por razones de género que, en principio, no identificaron como específica. Para Penagos, fue después de conocer las teorías y prácticas feministas “cuando abrieron los ojos” y decidieron que sus propios conocimientos debían ser compartidos con el resto.
Un malestar inicial que se hizo sentir, en primer lugar, a causa del uso del lenguaje en la escuela: no se sentían representadas. Es, por ello, que de forma estratégica decidieron unirse, también, para lograr un reconocimiento mutuo. Así, las Rizomas comenzaron su labor de concienciación para con sus compañeras y compañeros realizando obras de teatro, pegadas de carteles y rayando los baños y las paredes para las que hoy piden libertad de expresión. También colgando muñecas con el fin de romper roles sexistas en el mismo espacio educativo que los reproducía y los reproduce y a través de un activismo que no se quedara en la teoría.
Entre sus acciones feministas, también se encontraban algunas tan históricas como la quema de sujetadores y todo lo que implicara acciones virales, visuales y llamativas. Consideraban que ésa era la mejor forma de llamar la atención de sus compañeras y compañeros que, según ellas, también mostraron mucho interés en el movimiento. En estos primeros pasos, las Rizomas fundaron su segunda sede en Ibagué de la mano de otra de las compañeras que se trasladó a otro centro. Entre tanto, el colegio decidió prohibir el grupo.
Rizomas, sin embargo, continuó con su acción feminista en los pasillos, durante los recreos y de forma clandestina. Llevaron lecturas de teoría y práctica feminista en un afán por conseguir una conciencia incluyente y generaron grupos de pensamiento en torno autoras como Gioconda Belli o Simone de Beauvoir. También llevando la educación sexual a los pasillos.
Asimismo las Rizomas Álvaras, como ellas mismas se hacen llamar, decidieron posicionarse fuertemente ante las informaciones de privatización de la empresa pública de telecomunaciones ETB a la que todavía hoy pertenece el centro. Entre las acciones, se unieron en 2011 a un “pupitrazo” que finalmente fue reprimido por la propia directiva. En un comunicado interno aseguraban: “Tenemos mil y un motivos para protestar, como la de exigir el retiro de la fuerza pública de las aulas del conocimiento y no quedarnos sin techo para pagar una matrícula universitaria”.
Las quejas llegaron a las propias madres de Rizomas y las acusaciones empezaron a venir también de las y los tutores. La propia directora de uno de los centros (el Ciudad Luz), acusó al grupo de practicar brujería y abortos a las compañeras. La situación afectó sobre todo a una de las integrantes (Leidy Vidales) que recibió sanción en 2012, según afirmó, “por entregar los librillos Subsuelo Feminista al profesorado del centro”. Según contaron las Rizomas, el propio Rector señaló a Vidales para acusarla de “guerrillera”. Todo ello, no hay que olvidar, en un contexto de conflicto armado en el que este tipo de afirmaciones esconden graves consecuencias políticas y estigmatizantes para la persona que las recibe.
Duros golpes que las integrantes, aseguran hoy, haber sufrido con creces. La propia Antonia Penagos -una de las lideresas del grupo- cuenta que las tutoras de las otras alumnas les prohibieran tener amistad alguna con ella. En la entrevista realizada para este artículo asegura, sin embargo, que Rizomas ha logrado mucho: “Actualmente, la directora ya usa el lenguaje incluyente en los comunicados que envían a las casas […] Permite nuestro activismo aunque no lo apoya públicamente, pero por lo menos no nos persiguen”.
En aquel Cap Feminista donde se presentó Rizomas, fui una de las personas que conformaron ese público estupefacto. Tras coincidir con Antonia Penagos (que debía contar con 13 años entonces), le pregunté cómo visualizaba su futuro. Me aseguró que su propósito era el de realizar un gran cambio: “Por ahora nuestra meta es cambiar el colegio y cambiar las costumbres y la Historia del mismo […]. Seguir luchando y seguir encontrándonos con otras feministas del mundo… Y cambiar el mundo”.
En la última conversación que hemos mantenido desde la “lejanía”, me cuenta que ahora la separaron del curso anterior donde todas las Rizomas “conspiraban juntas”. También me cuenta que siente y sienten orgullo al ver cómo el curso de 6º ya se organiza y toma la iniciativa para hacer protesta en el centro y garantizar la continuidad del mismo: “En los salones de clase, ya son lxs demás quienes corrigen a lxs docentes cuando usan el lenguaje sexista […]. Cuando se debe presentar o hacer alguna investigación sobre feminismo, nos buscan. O sea… somos visibles en el colegio, antes lo éramos fuera”.
A pesar de las dificultades y de que se las intenta ridiculizar y achicar en las propias clases, Rizomas Feministas sigue todavía hoy con su labor diaria de “transformar la educación desde la educación” unidas, esta vez, a otras feministas del País y creando redes fuera y dentro de Secundaria en la ciudad de Bogotá. Aseguran que las bases están asentadas y que, desde la educación superior, harán lo propio para detenerse en los focos que, afirman, son sus objetivos actuales: avanzar políticamente para conseguir paz para Colombia, poner hincapié en cómo la guerra atraviesa especialmente a las mujeres del sector rural y luchar contra la discriminación que sufren las personas con identidades y orientaciones de género no normativas.
Todo ello, haciendo uso de dos herramientas que chirrían más cuanto más represivo es el contexto: el saber y el saberse feminista.
* Un rizoma es un tallo subcutáneo que genera nuevas raíces de forma constante mientras crece en una trayectoria horizontal. Los rizomas crecen indefinidamente sin dejar de producir nuevos brotes que sustituyen a los antiguos.
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