11/09/2013

Hace 220 años…


Mujeres en la sierra tarahumara. Foto: J. Guadalupe Pérez
Mujeres en la sierra tarahumara.
Foto: J. Guadalupe Pérez
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En 1791, mientras los revolucionarios franceses debatían la Constitución de la nueva república, Olympe de Gouges publicaba su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Tenía entonces 43 años, y tras de sí una larga trayectoria como “mujer de letras”. Su insistencia en que las mujeres deberían tener los mismos derechos ciudadanos que los hombres fue el llamado feminista a la igualdad entre los sexos más difundido de esa época, una postura compartida por unos cuantos hombres.
Poco se sabe de su vida personal. Casó a los 16 años, quedó embarazada y enviudó a los pocos meses. Crió sola a su hijo, aunque existe la duda de si después tuvo otro. Antes de la Revolución cambió su nombre y vivió como una cortesana (supuestamente tuvo varios amantes). Fue conocida en los círculos literarios parisinos por sus obras de teatro. Escribió más de 30, algunas de las cuales llegaron a ser presentadas en la Comedie-Francaise.

Ella se quejaba de la discriminación que sufría por ser mujer y de los prejuicios que existían contra las obras escritas por mujeres, pero lo que más incomodaba era su crítica política: por ejemplo, su denuncia sobre la esclavitud y su insistencia en que todos los seres humanos compartían la misma humanidad, independientemente de su aspecto y color de piel. De hecho, una de sus obras de teatro sobre el tema de la abolición de la esclavitud fue prohibida, a los pocos días de estrenada, por presiones de la organización de los dueños de esclavos, que temían que su argumento alentara una rebelión en las colonias.

No fue una salonniere, esas mujeres que recibían en sus salones a los intelectuales, aunque circuló por esos espacios elitistas. Ya cerca de la Revolución se dedicó a escribir proclamas y panfletos para el pueblo. Consideraba que las diferencias sexuales eran irrelevantes para la política. Propugnó la acción política de las mujeres como seres racionales que podían ser tan amantes de la patria como los varones. En 1788 escribió el panfleto Carta al Pueblo o proyecto de una caja patriótica, donde conminaba a resolver la crisis financiera estableciendo un fondo con la contribución voluntaria de todos los ciudadanos. Afirmaba que no había que tomar en cuenta el sexo de una persona sino su heroísmo y generosidad, y que la Revolución tenía múltiples ejemplos de mujeres con las mismas virtudes cívicas que los hombres. Ella se definió varias veces como “una mujer que actúa como hombre”, y como “una mujer que piensa como hombre”. En un panfleto contra Robespierre, firmado como Polyme, ella misma se describió como un animal raro, ni hombre ni mujer, pues tenía “el valor del hombre y a veces la debilidad de la mujer”.

Escribía compulsivamente y disponía de una gran imaginación. Soñaba con igualar las condiciones de vida entre todos los seres humanos. Además de escribir, era una oradora frecuente en los clubes. Su elocuencia era famosa y ella misma encarnaba su argumento de que las mujeres podían opinar y hacer política como los hombres. Le apasionaban los debates, y cuando se iniciaron las discusiones sobre la Constitución, rentó un cuarto cerca de la Asamblea para poder asistir a todas las sesiones. Fue una transgresora del esquema de género y se le vio como un peligro, pues su creatividad, su audacia y su valor la llevaron a desafiar los límites de lo que se consideraba “lo propio” de las mujeres.

Aunque en el registro de su aguillotinamiento aparece como “una mujer de letras”, sin duda fue una mujer política. Estuvo vinculada con los círculos de periodistas activistas y apoyó a la minoría de los girondinos contra los jacobinos. Indudablemente su feminismo y su antiesclavismo la radicalizaron, y posteriormente su oposición al absolutismo y a la tiranía la volvió víctima del periodo del Terror de los Jacobinos. Fue arrestada en julio de 1793, luego de que tapizó las paredes de París con un cartel donde abogaba por el federalismo, que respaldaba la postura de los girondinos. Robespierre vio esto como un ataque personal y la mandó detener. De Gouges se defendió diciendo que ella era una patriota que había contribuido a la Revolución con sus escritos. Luego, para evitar la ejecución, aludió a su condición de mujer y declaró que estaba embarazada. De nada le sirvió y fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793. Dicen que fue valiente y exclamó: “Hijos de la patria, vengaréis mi muerte”.

El reporte de su ejecución se dio con la siguiente esquela:

Olympe de Gouges nació con una imaginación exaltada y confundió su delirio como una inspiración de la naturaleza. Quería ser hombre de Estado. Ella asumió los proyectos de la pérfida gente que quiere dividir Francia. La ley ha castigado a esta conspiradora por haber olvidado las virtudes de su sexo.

Hoy la perspectiva histórica nos permite valorar que no es que hubiera olvidado “las virtudes de su sexo”, sino que consideraba que también las mujeres podían tener virtudes cívicas y patrióticas. Fue una feminista visionaria y demócrata que en una de sus agudas reflexiones señaló: “Si la mujer tiene el derecho a subir al patíbulo, también lo debería tener para subir a la Asamblea”. Esta frase se convirtió en el lema de las sufragistas del siglo XIX. El próximo domingo 3 de noviembre se cumplen 220 años de su muerte, y todavía sigue vigente su Declaración de los Derechos de la Mujer.

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