Tomás Mojarro
Son Angela Merkel yDilma Russeff, varonas cuya reacción ante el espionaje de EU. debería dar verguenza al gobierno mexicano. Con ellas, en estos días de la muerte, honro a Isabel Ayala Nava, viuda del guerrillero Lucio Cabañas, ultimado hace 39 años por las fuerzas del gobierno. Isabel fue asesinada junto con Reyna, su hermana, por un comando armado que en julio del 2011 las balaceó en Xaltianguis, Gro.. ¿Cuántas muertes más?”, clama Micaela Cabañas, huérfana de Isabel. Y Sara Lovera, periodista:
¿Fue una casualidad? ¿Un mensaje? ¿Es parte de la confusión política y social en la que vivimos? ¿Sólo se trata de algo más de violencia en Guerrero?
A saber. Polvos de aquellos lodos ensangrentados, tal vez. Pero semejante atrocidad exhibe la inutilidad de enfrentar con las armas el Sistema de poder, cuando es factible y urgente para nosotros darnos un gobierno aliado con sólo aplicar esa estrategia adecuada: la organización celular autogestionaria. Aquí el testimonio de alguno de esos magníficos delirantes que apuntan el arma contra el Poder:
“Te vendan los ojos. Toques de picana. Prueban los límites de tu resistencia con días sin dormir, y el pozo y golpes hasta dejarte sin aire para de inmediato sumergirte la cabeza en agua y provocar el ahogamiento. Te cuelgan de helicópteros. Para tí es mejor que te maten, pero no te dejan morir. En la tortura te matan muchas veces”.
¿El provecho que el guerrillero, equivocado magnífico, reporta a las masas populares? ¿El destino que le aguarda? Terminar como Lucio Cabañas, profesor rural caído en un enfrentamiento con fuerzas del ejército el 2 de diciembre de 1974. Del rebelde sólo quedan la leyenda popular de una enorme valentía personal, una estatua de bronce y el rito de las honras fúnebres.
En Atoyac de Alvarez, una tarde de diciembre del 2002, nostálgicos fieles del insurgente inhumaron sus restos y los fueron a depositar en el punto en que se alzaba el tamarindo a cuya sombra el combatiente se manifestaba contra el gobierno. Y no más, que tal es el destino del guerrillero que en su impaciencia porque cambien las condiciones calamitosas del país toma un arma y se remonta a la sierra, donde habrá de enfrentarse a un Poder que lo rebasa en violencia armada, y que mañana lo va a bajar en una bolsa de plástico, si no es que lo arrojen en un hoyo de la tierra bruta, y del generoso insensato nadie conocerá el rastro.
Ante la guerrilla urbana el régimen desarrolla un aparato policíaco basado en Inteligencia Militar que funciona con los métodos usuales de la contraguerrilla urbana: tortura en cárceles clandestinas, desapariciones y muertes “aleccionadoras”: los cuerpos de guerrilleros aparecen terriblemente torturados.(ORPC, 1968-1985.)
Pero los matanceros de ayer serán las reses de mañana, y el tiempo coloca a los hombres en su lugar. Treinta años después de asesinado Cabañas, dos de los generales que lo persiguieron descalificándolo de bandolero, delincuente y criminal, Arturo Acosta Chaparro y Humberto Quiróz Hermosillo, fueron encarcelados por delitos de narcotráfico. Hoy el maestro y luchador civil se mira de frente, en el bronce, con el bronce del prócer Juan Alvarez. A 39 años de su muerte a manos de las fuerzas federales, en Atoyac de Alvarez fue recordado con una estatua de bronce, una velada cultural y una marcha cívica. Y la paz.
La paz, sí, pero hoy, mientras tanto, ¿cuántos muertos más?
Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez, Arturo Gámiz, Lucio Cabañas, Isabel y Reyna Anaya. (A su memoria.)
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