Tanto las políticas que contribuyeron a generar la crisis, como las que se diseñan para la recuperación, tienen impactos diferenciados sobre mujeres y hombres
Madrid,
03 nov. 13. AmecoPress.- La crisis económica y financiera iniciada en
los Estados Unidos a finales de 2008, se extendió afectando a las
instituciones financieras y las economías de todo el mundo. Los efectos
inmediatos se han hecho sentir en la calidad de vida y el bienestar de
las poblaciones. Sin embargo la crisis no afecta a todas y todos de la
misma manera, ni encuentra a todas las personas en la misma situación.
Las mujeres presentan una mayor vulnerabilidad ante la crisis debido a
la desigualdad de género existente a nivel global.
Así,
tanto las políticas que contribuyeron a generar la crisis, como las que
se diseñan para la recuperación, tienen impactos diferenciados sobre
mujeres y hombres y sobre los distintos grupos sociales en función de
su clase socio-económica, origen étnico-racial, discapacidades, ámbito
rural-urbano, etc. Por eso es fundamental prevenir y advertir sobre los
posibles impactos de género y proyectar políticas que incorporen esta
perspectiva tanto en su diseño como evaluación, para evitar profundizar
las desigualdades y contribuir a la igualdad.
La
participación femenina en el mercado laboral caracterizada por el
subempleo, la inestabilidad, la falta de cobertura de la seguridad
social y los bajos ingresos, y sus extenuantes dobles y triples cargas
laborales, muestran el mapa de la desigualdad en el trabajo y el empleo
entre mujeres y hombres, que debe ser tenido en cuenta a la hora de
planificar y diseñar medidas anti-crisis.
Los problemas
estructurales como la exclusión social, la inequidad, la pobreza, la
desigualdad de género o la deficiente capacidad del Estado, se revelan
con más fuerza en las crisis económicas. En este contexto es importante
tener en cuenta que las políticas macroeconómicas que intentan
minimizar los efectos de las crisis y fomentar la recuperación
económica, tienen impactos diferenciados sobre mujeres y hombres. El
enfoque de género no debe limitarse a las políticas sociales como si el
objeto de éstas fuera amortiguar o compensar los efectos perniciosos de
las políticas macroeconómicas (Espino / PNUD, 2009).
Los ajustes y
medidas de austeridad implantadas en crisis anteriores agudizaron los
índices de pobreza y la falta de equidad en los ingresos, lo cual
condujo a una polarización social (Beneria, 2003). Las mujeres fueron
afectadas desproporcionalmente tanto en el mercado laboral como en su
vida cotidiana, a consecuencia de los recortes del gasto público y sus
efectos sobre los servicios sociales relacionados con el cuidado, ya de
por si escasos.
Dado que las
mujeres han desarrollado históricamente el trabajo reproductivo y se
han responsabilizado de la manutención y cuidado de la familia, han
hecho frente a la crisis a través de la flexibilización de su tiempo de
trabajo y la consecución de recursos para la sobrevivencia de la
familia. Por ello es importante que aprendamos de experiencias pasadas
y que las políticas de corto plazo que se diseñen para paliar los
efectos de la actual crisis, no comprometan los objetivos a largo plazo
como la igualdad de género.
La
persistencia de la segregación de género por ramas de actividad y
ocupaciones genera riesgos diferenciados para mujeres y hombres. Según
la OIT (2009), durante los 9 rimeros meses de 2009, el aumento del
desempleo impactó más a los hombres que a las mujeres, dado que los
sectores más afectados fueron la industria manufacturera y la
construcción, que son precisamente donde se concentra de forma
intensiva la mano de obra masculina.
Sin embargo,
la disminución de la actividad de la maquila y zonas francas derivadas
de la contracción de la actividad en Estados Unidos, ha agravado la
situación de desempleo femenino, dada la especial participación de
ellas en este sector. En 2008, lo empleos directos generados por la
maquila en Centroamérica eran 411.502 y al finalizar el año, la
industria textil perdió 51.538 puestos de trabajo, con una disminución
promedio del 13,5%. El 65% de las personas que perdieron el trabajo
fueron mujeres (Espino / PNUD, 2009).
Ante la caída
del empleo asalariado formal, la fuerza de trabajo ha buscado salidas
en el sector informal, generando un aumento notable en entre 2008 y
2009. Es en este sector donde encontramos mayor número de mujeres
(57.1% de mujeres frente a 51% de hombres), debido a la persistencia de
los obstáculos que impiden el acceso igualitario de las mujeres al
empleo formal.
Pero además,
las mujeres se ubican en las categorías más rezagadas y precarias del
sector informal, en ocupaciones por cuenta propia de baja productividad
o en el servicio doméstico de los hogares, donde nueve de cada diez
ocupados carecen de acceso a la seguridad social (OIT, 2009).
Diferentes
Estados han fomentado la obra pública como vía para la creación de
empleo, generando impactos positivos en la mano de obra masculina. Sin
embargo, no se han registrado medidas específicas dirigidas a la
creación de empleo en los sectores en los que predomina femenino
(CEPAL, 2009).
La
desaceleración económica de Estados Unidos perjudicará a la población
inmigrante de América Latina y el Caribe, que se ha ido feminizando en
los últimos años. Las mujeres han migrado de forma independiente,
llegando a constituir la mitad de quienes migran por razones laborales
y que contribuyen con sus remesas a la reducción de la pobreza de
muchos hogares de los países emisores (CEPAL, 2007). Ellas se insertan
en el sector servicios como mano de obra no especializada y son
responsables de una parte importante del trabajo de cuidado en
Norteamérica y Europa.
Es esencial
involucrar a las mujeres y a todos los grupos sociales afectados por la
crisis, para hacer frente a la misma, a través de medidas creativas y
conscientes de los diferentes impactos de género, que vayan de la mano
de los compromisos internacionales con la igualdad de género, los
derechos humanos y el empoderamiento.
Foto:: Archivo AmecoPress.
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