Escrito por Jenaro Villamil
Texto leído en la presentación del libro editado por Random House, en la Casa Refugio.
Estamos
no sólo ante la crónica de 12 años de una democracia incumplida a la
mexicana, sino ante la revisión hecha con una enorme honestidad
profesional, una gran capacidad de descripción sociológica, y una
sensibilidad que no se constriñe a lo emocional sino a la búsqueda de
estampas, relatos y testimonios que conforman un gran “fresco”
pictórico de nuestra tragedia nacional.
El libro México, Democracia Interrumpida nos
ofrece ese gran fresco del país que no queremos ver o no nos dejan ver
los ruidos constantes de la élite política. Son nueve escenas-capítulos
donde vemos, a través de la mirada y la capacidad narrativa de Jo
Tuckman una serie de estampas que resumen problemas muy complejos.
Por ejemplo, en el capítulo 1 de La Guerra del Narco, la corresponsal de The Guardian en México nos relata así el nivel de penetración del crimen organizado en la cotidianidad de muchas entidades:
“Un clima de miedo, desconfianza,
aislamiento e impotencia permeó las vidas de quienes, en teoría, no
debían tener nada qué temer. Los habitantes, afirmaban que los cárteles
reclutaban taxistas y vendedores ambulantes en masa para que les
reportaran cualquier acto, desde movimientos de tropa hasta quiénes
visitaban sus localidades.
“Era imposible identificar el momento
en que los ojos y los oídos de los cárteles estaban alrededor del
despachador de agua de una oficina o tras las tijeras de un estilista…
“(pag. 55).
Tuckman detecta bien los símbolos del
poder de la cultura priista y las intemperancias del “caudillo
frustrado” que fue Felipe Calderón o de esa burbuja desinflada de
expectativas sobrevendidas que fue Vicente Fox. En contraste, resume en
este párrafo la cultura de la “eficacia” traducida en mano dura:
“Atenco se transformó en la encarnación
tanto de la debilidad de los gobiernos panistas como la tentación
siempre latente, particularmente en el seno del PRI, de echar mano de
las técnicas represoras de antaño. En este caso demostraron ser
bastante eficaces” (pag. 91).
Y ni hablar de lo que recientemente
demostró el gobierno de Peña Nieto cuando decidió cerrar implacable
cualquier ventana de acuerdo real con la CNTE y el magisterio
disidente. Transformaron un conflicto social en un problema de vialidad
en la Ciudad de México, gracias a la ominosa homogeneidad de los medios
electrónicos.
La contundencia de Tuckman llega en los momentos de amarre y síntesis de personajes como Fox y Calderón:
“Calderón encaró el final de su sexenio
con la imagen de un ‘caudillo frustrado’. La democratización en México
no recibió beneficios de ninguno de estos dos mandatarios panistas (Fox
y Calderón)”.
Tuckman va más allá de la descripción
de las élites o las estructuras que gobierna cada grupo de poder. En el
capítulo “Católicos en Esencia”, la reportera va más allá de los
escándalos de la curia, del evidente contubernio entre la jerarquía
católica y los gobernantes. Intenta describirnos este sincretismo tan
peculiar entre la fe y el crimen que se ha producido en los últimos
años.
Tan sólo esta estampa a la hora de describir la razón de que miles de mexicanos hayan abrazado el culto a la Santa Muerte:
“Gabriela, un joven travesti de cabello
anaranjado, bajo cuyo maquillaje se adivinaba el esbozo vespertino de
una barba, me describió la incomodidad que sufría ante las miradas que
le eran dirigidas en una iglesia. ‘La Santa Muerte te acepta cómo eres.
No discrimina. No discrimina ahora y no discrimina tampoco cuando viene
por ti. Ricos o pobres, no importa. Viene por todos al final. Así que
la abrazamos antes de que ella lo haga. Es hermosa’”. (pag. 197).
Todo el capítulo de “Bombas
Ambientales” es la reconstrucción de una alternancia política que
resultó ecocida. Ahí está la locura demagógica de Calderón de sembrar
millones de árboles que murieron a la siguientes estación, tal como
murieron miles de mexicanos en una guerra absurda.
A la alternancia ecocida que describe
Jo Tuckman sólo le faltaría el toque de nuestra siniestra “democracia”:
en ningún país del mundo, un partido como el PVEM ha sido cogobernante
dos veces (con Fox en 2000 y con Peña Nieto en 2012), pero es el único
partido que ha sido expulsado de la Internacional Verde por su grosero
espectáculo mercadotécnico a favor de la pena de muerte. Ojalá se le
expulsara del paisaje partidista ante el evidente manejo de las causas
ambientalistas como una franquicia de corte mafioso y familiar. Cobran
1 millón de dólares por cada candidatura. En estos doce años, se
convirtieron en el buque-insignia de la telebancada.
Por obvias razones, que la propia Jo no
oculta, el capítulo más inspirado y ambicioso es el que titula “Una
Izquierda Recargada”. Tuckman disecciona con el mismo rigor a López
Obrador que al subcomandante Marcos, pero también indaga en el pasado y
el presente de las guerrillas mexicanas. Sobre el silencio del
subcomandante del EZLN aporta esta analogía:
“Nunca he leído algún análisis
verdaderamente convincente acerca de por qué los zapatistas decidieron
de forma abrupta retirarse de la nueva era política en México, en
particular, en momentos en que su popularidad volaba tan alto. Su
decisión tuvo ciertas similitudes con la manera en que López Obrador
torpedeó sus propias posibilidades electorales seis años antes” (p.
373).
Desde mi perspectiva, sus últimas y más
brillantes páginas, son aquellas donde Jo Tuckman reflexiona sobre las
diferencias raciales en México. Va describiendo lo que considera un
“racismo ublicuo” y que otros denominarían la Pigmentocracia a la mexicana. Hay
que ver los pasajes donde una publicista le confiesa a la reportera que
en México son un fracaso aquellas campañas publicitarias donde no se
contrata a alguien de tez blanca, aspiracionalmente exitoso o exitosa.
La obra de Jo Tuckman, sobre todo, es
el relato detallado de una gran decepción, y al mismo tiempo, de una
inevitable fascinación de la reportera y de la socióloga por los
rituales y las tragedias de la democracia interrumpida en México.
Describe de manera muy clara estos
rituales de la simulación que son una constante de la clase política
mexicana y de la sociedad misma, al tiempo que detecta una enorme
capacidad de resistencia que ha anidado en siglos de mundos que corren
paralelos y a veces se intersectan en México.
Qué mejor ejemplo de los rituales de la simulación que el caso de Televisa y Peña Nieto. Televisa demandó a The Guardian
por la información que Tuckman publicó en el 2012, con elementos y
datos nuevos que confirmaban lo que un servidor ha venido documentando
desde 2005: el arreglo corrupto entre Peña Nieto y la industria
televisiva mexicana para darle promoción en la pantalla a cambio de
dinero público no fiscalizado. En confianza, off the record, un
político del entorno peñista le confía luego a Tuckman que es natural y
comúnmente aceptado entre políticos esta especie de extorsión que
ejerce Televisa.
El libro es la decepción por no
encontrar esta fórmula que era cubrir un país que quizá viviría algo
así como la caída del muro de Berlín y el pacto de la Moncloa español.
No se derrumbó el muro del PRI y la transición a la mexicana resultó
ser una enchilada muy incompleta.
La decepción se compensa con la
fascinación, la desesperanza y la mirada honesta de una periodista
británica que nos comparte sus relatos sobre una sociedad compleja,
contradictoria, que no pierde su impulso vital, a pesar de tantas
muertes y tantas traiciones.
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