Black Magazine
Una de las
descripciones más brillantes sobre la vida política de México es “El
Gesticulador” de Rodolfo Usigli. En esta obra teatral, ubicada
temporalmente en la pos-revolución pero de gran actualidad, se muestra
como el engaño, el fraude, las apariencias, son parte fundamental del
quehacer político. El político tiene que presentarse como quien no es
ante las mayorías, su discurso público es uno, muy distinto a su
discurso privado. Los intereses se ocultan.
La farsa es la clave de
las actuales campañas electorales, los dos candidatos a la presidencia
del régimen, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, se emplean en darse
“baños de pueblo”, en aparentar cercanía con las mayorías y en
representar los intereses de México. Cómplices del régimen neoliberal,
están en una campaña teatral, gesticulando para convencer que no son lo
que son. Tenemos a Anaya, cuya familia vive en EUA, tocando rock urbano
en Netzahualcóyotl, recogiendo a su hijo de la escuela como si fuera una
gran proeza, hablando de cambio y renegando de las reformas que él y su
partido aprobaron. Meade mientras tanto, se transporta en vuelos
comerciales, su mujer hace compras en un supermercado (otra gran proeza)
y se disfraza de indígena. En sus discursos sobresalen las promesas, su
preocupación social y su compromiso con las mayorías, cuando han sido
parte de este modelo de saqueo y empobrecimiento del pueblo.
Detrás de su gesticulación se encuentra su verdadero rostro, el oculto.
En la batalla cultural por el cambio, una tarea urgente es quitarle la
máscara a los “gesticuladores”. Hay que mostrar los verdaderos intereses
y el discurso oculto del poder.
El que la familia de Ricardo
Anaya viva en EUA, (al igual que Calderón en la actualidad), es una
muestra del influjo que este país ejerce en los neoliberales, pero
también una muestra de la burbuja en que viven las élites, así como la
demostración de su desprecio por México. Meade como representante del
régimen neoliberal (secretario de gobiernos panistas y priistas) es
cómplice de la agudización de la desigualdad y el empobrecimiento de las
mayorías, en donde los grupos indígenas han sido los más violentados,
así que vestirse de indígena es una estafa.
Dos acciones, esta
última semana, han dejado ver el discurso oculto-verdadero de los
hombres del régimen, esta vez por medio de Meade y Ochoa Reza. En lo que
debió presentarse como un escándalo, Meade hizo el señalamiento de que
AMLO es “peor que un nini”, injuriando no sólo al candidato
opositor, sino fundamentalmente a los millones de jóvenes que no
estudian ni trabajan. En la lógica de Meade y de los neoliberales, estos
jóvenes son unos flojos, como la mayoría de pobres, a los que hay que
estigmatizar y de los que se pueden burlar. Ahí está su verdadera
ideología, elitismo y despreció a las mayorías.
El otro
ejemplo, es más enigmático, el reiterativo uso del simple “López” para
referirse a AMLO. No es nueva esta manera de referirse al líder opositor
ya lo habían hecho Fox, Calderón y Peña, y ahora Ochoa Reza lo
actualiza. Se entiende que lo que buscan hacer es desprestigiar y atacar
a López Obrador con ello. Lo que no deja ser una extraña lógica. ¿Será
el inconsciente que los hace reafirmar el apellido común de AMLO,
compartido por millones, para señalar que su lugar no es la presidencia?
¿Es un clasismo contra un López “cualquiera” que se atreve a disputar,
lo que por privilegio es de ellos?
Algo está cambiando, las
gesticulaciones parecen que ya no son suficientes para el engaño. Sus
burdas actuaciones, aún con el control de los medios de comunicación,
parecen falsas, y haciendo el ridículo se alejan de las mayorías. El
público espectador del gran teatro identifica la farsa, conoce a los
actores y no les creen, ahí empieza el drama para el gesticulador.
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