El gobierno de Donald Trump
notificó ayer, de manera oficial, el retiro de Estados Unidos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque el fin de su relación con
la agencia de Naciones Unidas cobrará efecto dentro de un año, el 6 de
julio de 2021.
La salida de Washington supone un fuerte golpe para la autoridad
directiva y coordinadora en asuntos de sanidad internacional de la ONU,
pues las aportaciones estadunidenses constituyen 15 por ciento de su
presupuesto. Por ello, se prevé que muchos de sus programas quedarán en
entredicho si el hueco financiero no es cubierto por otros actores
estatales o privados.
Cabe recordar que el acto oficializado ayer consuma las amenazas
vertidas por el magnate en abril pasado, cuando suspendió sus
aportaciones económicas al organismo tras acusaciones de un sesgo
prochino y de haber cometido graves fallas en la gestión de la pandemia
del nuevo coronavirus.
El 18 de mayo, Trump subió el tono, al lanzar un ultimátum de 30 días
para que la OMS se comprometiera a realizar una serie de reformas; sin
embargo, no esperó a que venciera su propio plazo y menos de dos semanas
después anunció que rompería toda relación con la agencia.
Como delata este apresurado curso de acción, la ruptura tiene poco
que ver con el comportamiento de la OMS ante la emergencia sanitaria
global, y mucho con la necesidad del mandatario republicano de crear
distractores ante el desastre de salud pública que ha supuesto su
absoluta falta de estrategia para afrontar la crisis.
En efecto, es un despropósito que Trump denuncie las falencias del
organismo internacional cuando Estados Unidos, pese a ser el país más
rico del mundo, lidera ampliamente la estadística de contagios y
padecimientos. Incluso si se da por cierto que la OMS pudo haber emitido
un aviso más temprano sobre el peligro que surgió en la ciudad china de
Wuhan a finales de 2019, la incongruencia trumpiana resulta grotesca
ante el hecho de que la Casa Blanca pasó los meses posteriores a la
primera advertencia del organismo empeñada en negar que existiera alguna
amenaza para las vidas estadunidenses.
Parece claro que la escalada contra la OMS tiene la misma razón de
fondo que ha empujado el desmantelamiento de todos los compromisos
internacionales de Washington en la era Trump: azuzar a los sectores más
atrasados del electorado mediante una imagen de prepotencia y
bravuconería que, por desgracia, ha demostrado producir muy buenos
resultados en las urnas.
Desde cualquier perspectiva, resulta deplorable que un motivo tan
ruin lleve a desfinanciar a una institución clave de la comunidad
mundial; hacerlo en medio de la mayor crisis sanitaria conocida por las
generaciones recientes constituye, sin duda, una irresponsabilidad
inédita en la historia del multilateralismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario