Es el vertedero de basura de la ciudad de
Cochabamba y donde muchas personas, especialmente mujeres, sobreviven
buscando entre la basura… Un problema que lleva años pidiendo soluciones
con sensibilidad social, de la que ha demostrado carecer el actual
gobierno boliviano, y también anteriores
La Paz-Bolivia, 09 jul. 20. AmecoPress/SemMéxico.– K’ara
k’ara, el botadero de basura de la ciudad de Cochabamba y donde muchas
personas, especialmente mujeres, sobreviven buscando entre la basura, es
un problema social más que político en Bolivia. Un problema que lleva
años pidiendo soluciones con sensibilidad social, de la que ha
demostrado carecer el actual gobierno boliviano, y también anteriores.
En el contexto político electoral boliviano, con un gobierno
cuestionado por su llegada al poder y en la crisis sanitaria que se vive
debido a la pandemia del Covid-19, este fin de semana se han registrado
nuevas protestas, enfrentamientos y represión de las fuerzas del orden
contra la población de K’ara kara, a quienes se la acusa, además, de
estar compuesta por gente afín al partido de Evo Morales. Este hecho es,
para el gobierno, excusa y justificación del uso de aviones militares
volando bajo para amedrentar y de detenciones de dirigentes acusándoles
de terrorismo.
El botadero de K’ara k’ara (lugar salado, árido, picante, en quechua)
fue instalado en 1987 y ya en 1999 las comunidades del lugar
protestaron debido a la contaminación ambiental. En 2003 ya se habían
instalado en la zona barrios empobrecidos que aun hoy viven de rebuscar
en la basura, ese año realizaron un primer y prolongado bloqueo del
único camino de ingreso de camiones cargados con la basura de la ciudad.
Un informe de 2010, elaborado por Cristian Mamani, señala que existen
altas concentraciones de cloruros y sulfatos en el botadero de K’ara
k’ara que generan gases y lixiviados contaminantes en los alrededores y
agua subterránea. Allí, principalmente mujeres y sus hijos buscan la
manera de sobrevivir, en medio de la basura, de sus olores y la
contaminación.
En mayo de 2016, esa población nuevamente bloqueó para pedir que se
declarase zona de desastre ambiental, debido a un incendio y por los
problemas de salud existentes. Otra vez lo hizo en octubre de ese año
para exigir una planta industrializadora. En mayo de 2017 la oposición
al gobierno de Evo Morales denunciaba que ya eran 5 años que no se
presentaba una prometida auditoría ambiental en K’ara kara.
En octubre de 2018, un rayo cayó sobre tres mujeres que rebuscaban
entre la basura y una de ellas, Silvia Illanes, murió. Ocurrió poco
después de que en la zona se llegara a un acuerdo con la Alcaldía
cochabambina y tras la renuncia del Director de Medio Ambiente
municipal. Para ello, la gente había impedido el paso de camiones
basureros. Era la enésima vez en que esta población lograba, así, que se
les prestase algo de atención y arrancaba una, también enésima, promesa
de solución.
Nuevamente, en agosto de 2019 hubo un bloqueo para exigir que se
hicieran obras en la zona. Y así, desde hace décadas y de unos tras
otros gobiernos municipales, departamentales y nacionales, la historia
es prácticamente la misma: demandas, bloqueos, a veces enfrentamiento
físico entre población y fuerzas del orden y, finalmente, alguna
conquista.
En la Gaceta Médica de Bolivia, de julio de 2013, se explica que en
la zona existe malnutrición, una alta natalidad, así como un alto
porcentaje de abortos; además de muy bajos niveles de educación formal,
especialmente de las mujeres, lo que repercute en sus hijos e hijas.
Resalta, también, un alto nivel de enfermedades derivadas de la
situación de pobreza, como depresión, cefalea, trastorno del sueño,
irritabilidad, ansiedad… o sea que es gente a la que su situación
precaria y de condiciones terribles le afecta. No son personas
insensibles y animalizadas, como a veces se las presenta por
motivaciones políticas.
Tienen poca educación formal; sin embargo, eso no implica que sean
personas estúpidas. Al contrario, tienen una inteligencia vital que les
hace sobrevivir a su realidad y a buscar maneras de sacar provecho a su
desventaja: saben que pueden tener en vilo y ahogar en desechos y mugre
toda una ciudad. Medida extrema que no usan en función del signo del
gobierno, sino de la urgencia de sus demandas, que son básicas.
Cuando la población vive y trabaja en K’ara k’ara levanta su voz el
tema se politiza y a esta gente se la criminaliza. Pocas realidades son
peores que dedicarse a hurgar entre la basura de la ciudad como única
forma de sobrevivencia. Este aspecto humano y social es lo que debe
primar a la hora de valorar y resolver situaciones, como la actual.
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