1/12/2009
Decir la verdad
Francisco Velasco Zapata
El pasado 25 de septiembre de 2008, Nicolas Sarkozy, presidente de la república francesa, pronunció un discurso donde habló con crudeza de lo que, desde su punto de vista, caracteriza a la actual situación financiera internacional. En el discurso de Toulon, Sarkozy sostiene que “una crisis de confianza sin precedente desestabiliza la economía mundial.
Las grandes instituciones financieras están amenazadas, millones de pequeños ahorristas en el mundo que depositaron sus ahorros en la bolsa ven cómo su patrimonio se descompone día tras día, millones de jubilados que han cotizado en fondos de pensiones temen por su jubilación, millones de hogares modestos viven momentos difíciles por el alza de los precios. Como en todo el mundo, los franceses temen por sus ahorros, por su empleo y por su poder adquisitivo. El miedo es sufrimiento. El miedo impide emprender, el miedo impide implicarse. Cuando se tiene miedo, no se tienen sueños; cuando se tiene miedo, uno no piensa en el futuro. Hoy, el miedo es la principal amenaza para la economía. Hay que vencer ese miedo. Es la labor más urgente.
No se vencerá, no se restablecerá la confianza con mentiras, sino diciendo la verdad. Los franceses quieren la verdad y estoy convencido de que están dispuestos a escucharla.. Si sienten que se les esconde algo, la duda crecerá. Si están convencidos de que no se les oculta nada, hallarán en ellos mismos la fuerza para superar la crisis. Decir la verdad a los franceses es decirles que la crisis no ha terminado, que sus consecuencias serán duraderas, que Francia está demasiado implicada en la economía mundial como para pensar siquiera un instante que pueda estar protegida contra los acontecimientos que, ni más ni menos, desequilibran el mundo. Decir la verdad a los franceses es decirles que la crisis actual tendrá consecuencias en el crecimiento, en el desempleo, en el poder adquisitivo durante los próximos meses.”
No se trata, desde mi modesto punto de vista, de fomentar una aptitud apocalíptica de la crisis económica mundial y sus previsibles consecuencias; sin embargo, me parece que en México se está cometiendo un grave error al tratar de minimizarla por “decreto”, con discursos huecos y con actitudes timoratas. En cambio prefiero afirmar -como lo vengo haciendo desde hace más de un año y medio- que todos, sociedad civil y gobierno, deberíamos empezar por reconocer la realidad tal y cual es, reconociendo que este es un momento difícil para todo el mundo, para nuestro país y para todos los que en el residimos, y que, de seguir como vamos, no será una casualidad que la celebración de bicentenarios y centenarios se vuelva toda una pesadilla. Para nadie es ajeno que en el ambiente nacional, los ciudadanos, percibimos un ánimo de zozobra. Hay confusión y tensión crecientes y nadie de los tres niveles de gobierno hace nada, quizás porque no saben cómo hacerlo, o peor, porque no saben qué hacer.
Es imprescindible revertir la percepción social de que México no cuenta con recursos humanos eficaces que lo lleven a mejor puerto. Es necesario también que se revierta la idea de que la democracia puede llevarnos a la degeneración del Estado y que la misma es una de las causas fundamentales del deterioro económico y político de las instituciones públicas. No afirmo, ni desmiento, la responsabilidad del gobierno en el desenlace de los conflictos que actualmente vivimos en el país, los estados y los municipios; en todo caso, afirmo que es inaceptable su incapacidad para evitar que la descomposición política y las frecuentes crisis económicas se asienten entre nosotros como fenómenos insalvables.. Sobre todo si asumimos que la política es el arte de lo posible.
En consecuencia, lo que está haciendo falta es “hacer política”. Política para restaurar la estabilidad, la confianza ciudadana y para reorientar la economía y asegurar las “libertades”. Ello implica que los encargados temporales del gobierno tengan muy claro cuál es el papel del Estado y del Gobierno en la conducción y administración de los presupuestos, las crisis y los asuntos cotidianos.. La democracia obliga a que se entienda que las elecciones no pueden seguir siendo un asunto sin importancia, frívolo o de poco valor. La democracia es un tema que tiene que ver con la estabilidad política de un Estado-Nación, con su economía y con la solidez de sus instituciones. Ello obliga a que sociedad civil y gobierno asumamos nuestra responsabilidad en este asunto de la mayor importancia para todos, donde los afectos y desafectos sean asuntos del pasado y aprendamos a decir las cosas por su nombre, a decir la verdad, aunque duela. ¿Y usted, cómo la ve?
Politólogo.
Presidente de Parlamento Ciudadano A. C.,
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