Gerardo Fernández Casanova
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Sí, como lo oyen o lo leen, el atildado y espurio secretario de desarrollo social afirmó: vamos bien. Lo hizo después de recibir el resultado de la evaluación de los programas de combate a la pobreza, en el que se hizo oficial el dato de que, en el último año, el número de pobres en el país ha aumentado en 6 millones de personas. En efecto, los programas de gobierno van bien, los que vamos muy mal somos los mexicanos. En el mismo tenor autocomplaciente, el vocero de la secretaría de hacienda (Oficina de la Intervención del FMI) tuvo a bien anunciar, no sin las correspondientes fanfarrias, que ya se ve la luz al final del túnel, queriendo con ello decir que la crisis comienza a menguar. Tiene razón, allá al fondo se ve una luz, lo malo es que es del faro de una locomotora que nos arrollará.
Como si de un mundo diferente se tratara, el rollizo Carstens anunció el segundo recorte al presupuesto de egresos, esta vez afectando al destinado a la obra pública en infraestructura. O sea que el muy cacareado plan anticrisis anunciado a principio de año bien puede ubicarse en la esquina exterior del carajo y, en consecuencia, extenderse carta de permanencia a la famosa crisis “venida de fuera” para la que estábamos bien apertrechados. Los conocedores del tema hablan de la renuncia del ínclito interventor; algunos se anticipan a aplaudir la noticia. Lo que ignoran tales aplaudidores es que sería reemplazado por el notable cuan nefasto neoliberal Santiago Levy, de nada grata memoria.
Así las cosas, el espurio Calderón navega en su absurdo discurso promotor de la inversión extranjera, contrastándose con aquel adversario político a quien calificó de ahuyentador de inversiones y destructor de chambas. Pareciera que la decisión vaticana de desaparecer el limbo obedeció al objetivo de privatizarlo y escriturarlo en exclusiva para el trasnochado invasor de la residencia presidencial. Como si el 5 de julio hubiese pasado de noche, el destinatario favorito del madrazo electoral finge demencia; se dedica al consumismo… sí, con su mismo discurso y su misma incapacidad. A fin de cuentas, la selección de fútbol goleó por cinco a cero a los gringos. Con eso tiene bastante.
Otro sitio en que las contradicciones están a peso es la Casa Blanca. El señor Obama dice una cosa y la señora Clinton lo contradice. En Trinidad ofrece un trato respetuoso al proceso emancipador latinoamericano y, más pronto que el canto del gallo, el pentágono propicia un golpe de estado en Honduras. Obama dice que el único presidente es Zelaya y la Clinton ordena a Oscar Arias mediar en el conflicto, otorgando reconocimiento tácito al gobierno golpista.
Peor que si Bush continuara mandando en ese país, los Estados Unidos recrudecen su política imperial soltando los perros de la guerra. No de otra forma se puede interpretar el reforzamiento militar en Colombia y el papel bravucón de su presidente, ahora denunciando que la campaña electoral de Correa en Ecuador recibió financiamiento de las FARC, así como que fueron encontradas armas venezolanas en los arsenales de la guerrilla. Todo ello enfocado al objetivo de amenazar a los gobiernos democráticos de esos países. Desde Washington, vía el departamento de estado, del pentágono y de la CIA, se coordina el aliento renovado a las oligarquías locales, con vistas al destroncamiento de los procesos revolucionarios.
Hugo Chávez no pierde un minuto en responder; primero advierte que el incremento del personal militar yanqui en Colombia es una medida inamistosa; Uribe responde que lo mismo pudiera decirse de la visita de la armada rusa a las costas de Venezuela; Chávez revira diciendo que no sabía que Rusia o China tuviesen intenciones de invadir Colombia, en tanto que Estados Unidos ha demostrado, sin ambages, tener esos designios para Venezuela. Total que entre dimes y diretes la temperatura en la región aumenta peligrosamente. Chávez retiró a todo el personal diplomático de su embajada en Bogotá y ordena cancelar las relaciones comerciales entre ambas naciones, incluyendo la posible incautación de las inversiones colombianas en su país.
Manteniendo el beneficio de la duda respecto de las intenciones del señor Obama, lo cierto es que no las tiene todas consigo. El aparato militar ultraconservador yanqui no está dispuesto a respaldar las aventuras liberales de un presidente que, para vencer los obstáculos raciales y económicos a su candidatura, tuvo que haber negociado concesiones muy lejanas a su personal talante. Puede resultar que, como ha sucedido con los demócratas en el poder yanqui, las buenas intenciones sólo sirvan para pavimentar el camino del infierno.
En este estado de cosas, a los mexicanos no nos queda otra que insistir en la movilización y la presión para cambiar el rumbo y conmemorar los centenarios con la nueva y verdadera independencia. No podemos ser simples observadores de lo que pasa en nuestro entorno.
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