4/11/2010

La columna de Cristina Pacheco...

Mar de Historias

Cien dólares

Cristina Pacheco
Sentada en la cama, Natalia acaricia el billete de 100 dólares como si se tratara de una reliquia. Su expresión se altera cuando escucha que la puerta se abre. De prisa se levanta, guarda el dinero bajo la almohada y se pone a estirar la colcha.

Anselmo: ¿Qué haces?

Natalia (sonriente): Estaba tendiendo la cama.

Anselmo: ¿A estas horas? Ya son las cinco.

Natalia (recibe la chamarra que le entrega su esposo): Se me hizo un poquito tarde porque tuve que lavar. ¿Cómo te fue?

Anselmo: Más o menos.

Natalia: ¿Hablaste con Tarcisio?

Anselmo: Con su sobrino Armando. (Saca el periódico que lleva en la bolsa del pantalón y lo arroja sobre la cama.) Ese cuate es bien abusado: acabará quedándose con el negocio del tío.

Natalia (nerviosa): ¡Allá él si lo permite! ¿Qué te dijo Armando?

Anselmo: Hay chance de que trabaje en alguno de sus puestos.

Natalia: ¿Cuándo empezarías?

Anselmo: A finales de mes.

Natalia: ¿Por qué hasta entonces?

Anselmo: Armando dice que es cuando mejoran las ventas por el Día de la Madre. Para mí que es otro el motivo: quiere dinero.

Natalia: Apenas puedo creer que ahora tengas que dar mordida para conseguir trabajo.

Anselmo: ¡Pues créelo!

Natalia: ¿Y Tarcisio? ¿Lo sabrá?

Anselmo: No sé. A lo mejor van a medias. (Se tiende en la cama.)

Natalia (intranquila al ver que su esposo remueve las almohadas): No te acuestes ahorita. Mejor come y luego descansas. (Se aleja hacia la estufa instalada en una esquina del cuarto.) Hice nopales con huevo.

Anselmo: No se me antojan.

Natalia: Porque no los has visto, pero cuando te los sirva… Ándale, ven. (Pone dos platos en la mesa.) Parece mentira que necesite rogarte para que comas, igualito que a tu hijo Nico.

II

Anselmo (se enjuga la cara con la toalla y se mira en el trozo de espejo colgado en la pared): ¿Nicolás ya hizo la tarea?

Natalia: No, porque le faltaban unos apuntes y fue a pedírselos a Tomy.

Anselmo: ¿Y le creíste? (Se sienta a la mesa.) Doble contra sencillo a que anda jugando en las vías.

Natalia (sirve la comida): Ya me cansé de decirle que si no estudia lo van a reprobar, pero no entiende.

Anselmo: Terminará como su padre: pagando para conseguir un pinche trabajito de vendedor en un puesto.

Natalia: ¿Cuánto crees que aceptaría Armando?

Anselmo: Mínimo 2 mil 500. Hasta eso, no es mucho; pero si no los tienes es lo mismo que si fueran millones.

Natalia: Entonces olvídate del puesto y búscale por otro lado. Hazle la lucha con tu hermano. Tiene dos taxis. Que te deje uno y le pasas cuenta diario.

Anselmo: A la familia no hay que pedirle favores, porque ni te los hace y acabas peleado. (Tamborilea en la mesa.) Bueno sería conseguir el dinero para dárselo a Armando. Si lo hago te aseguro que mañana mismo comienzo a trabajar. (Se inclina hacia su mujer.) ¿Por qué no se los pides a tus papás? Luego se los pagamos.

Natalia: Los pobres andan a la quinta pregunta desde que mi hermano Alfonso les suspendió las remesas. (Desvía la mirada.)

Anselmo: ¿Y qué más han sabido de él?

Natalia: Ni media palabra. Lo último fue que lo habían despedido del restorán y que estaba buscando otro trabajo para tener con qué pagar el regreso a México. Mi mamá dijo que lo oyó muy desesperado.

Anselmo: Por cierto: ¿qué pasó con aquellos 100 dólares que te mandó con el Tlacuache?

Natalia (nerviosa): Se fueron…

Anselmo: ¿Qué?

Natalia (irritada): Se gastaron aquí, en la casa. ¿En qué más iba a ser?

Anselmo: ¿Pero cómo?

Natalia: Pues así. (Ve levantarse a su marido.) Piensa en cuánto tiempo llevas sin trabajar. Lo que me paga Licha en la fonda es el mínimo y no me alcanza para nada.

Anselmo: ¡Ya lo sé! No tienes que estar refregándomelo en la cara. (Retira el periódico de la cama y se acuesta.) Palabra que con tanto problema sólo pienso en dormir.

Natalia: Luego te quejas por pasarte la noche con los ojos de plato. (Se acerca amorosa.) ¿Por qué no me acompañas a buscar a Nico? La caminadita te hará bien.

Anselmo (levanta una almohada y la arroja al piso): ¡Ya déjame en paz! (Al acostarse descubre el billete.) ¿Y esto? ¿No me dijiste que lo habías gastado?

Natalia (temblando): Los guardé por si algún día se le presentaba una emergencia a mi hermano. (Duda antes de seguir hablando.) Pienso mandárselos y que con eso ajuste lo de su boleto a México.

Anselmo: O sea que prefieres a tu hermano y no a tu marido.

Natalia: ¿Cómo puedes decir eso? ¿No te di mis cadenitas para que las vendieras y compraras herramienta? ¿Y mi máquina? Acuérdate de que la remataste para asociarte con Ramón en su taller. No sirvió de nada porque el infeliz se largó con el dinero. En diciembre ¿no te entregué lo de mi tanda? (Anselmo permanece en silencio.) Entonces, ¿de dónde sacas que prefiero a mi hermano? Ya me quitaste todas mis cosas. Por favor, por tu santa madre, devuélveme ese dinero. (Se recarga en la mesa y gime.)

III

Nicolás entra en el cuarto. Su sonrisa desaparece al ver que su madre llora. Retrocede hacia la calle pero su padre lo descubre.

Anselmo: ¿Dos horas para recoger unos apuntes?

Nicolás: El Tomy se tardó en encontrarlos.

Anselmo (en actitud amenazante): No me mientas porque te parto la boca.

Natalia: ¡Déjalo! No quieras desquitarte con él.

Nicolás (acercándose a su madre): ¿Qué pasa?

Natalia: Nada, hijo, nada.

Anselmo: ¿Cómo que nada? ¡Dile! (Muestra el billete de 100 dólares.) Se lo pedí porque lo necesito para poder trabajar y me dijo que ya no lo tenía. ¡Mintió! ¿Y sabes por qué? Va a mandárselo a su hermanito. Al muy idiota le quitaron el trabajo y ahora quiere volver a México. (Sonríe.) Lo que son las cosas: se fue muy farolón diciéndome que volvería rico. ¡Puta madre!: hizo tanta fortuna que ni siquiera tiene para comprarse un boleto de autobús. ¡Pobre pendejo!

Natalia (de pie): Te suplico que no le digas así a mi hermano.

Anselmo: ¿De nuevo lo vas a defender?

Natalia: Como es natural. ¿No harías lo mismo si yo hablara pestes de tu familia?

Anselmo: No me importa. Por mí dile lo que quieras. (Descuelga la chamarra.) Ahí nos vemos.

Natalia: ¿Adónde vas?

Anselmo: A ver si todavía alcanzo a Armando.

Natalia: ¿Piensas entregarle los 100 dólares? (Lo ve encaminarse a la puerta.) No seas así. ¡Devuélvemelos! Mi hermano los necesita.

Anselmo: No más que yo.

Natalia: Comprende: Alfonso se quedó sin trabajo.

Anselmo: También yo.

Natalia: Pero es distinto: tú estás en tu tierra, con tu familia, con nosotros.

Anselmo: ¡Ya cállate el hocico! ¿Quieres tus malditos dólares? ¡Pues tómalos! (Rompe el billete, arroja los pedazos al suelo y se va dando un portazo.)

Azorado, Nicolás se acerca a su madre y le toma la mano. Natalia llora en silencio y mira los despojos. Al cabo de unos minutos se hinca a recogerlos:

Natalia: Hijo, si los pego con mucho cuidado, ¿crees que me reciban el billete en el banco?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario