Sara Sefchovich
El 17 de octubre celebramos ya 58 años de que las mujeres mexicanas tenemos derechos políticos.
Un balance muestra que el hecho de que las mujeres tengan derecho a votar no significa ni que se haya conseguido su amplia participación ni que se tomen en consideración los asuntos que específicamente les atañen ni que haya disminuido el machismo.
Hay un mito que afirma que por definición las mujeres siempre van a hacerle el bien a las mujeres. Cuando fue nombrada la primera procuradora de la República, la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres lo aplaudió. Declaró que el organismo “está contento porque haya una mujer más en el gabinete”. La razón de tanta alegría era que con este nombramiento “el tema del acceso a la justicia para las mujeres se beneficiará”.
Pero es falso. Hay mujeres que defienden a las mujeres y otras que no, como también hay hombres que lo hacen y otros que no. La ambición, la corrupción y el individualismo existen sin diferencia de género. Lo contrario también.
Un estudio reciente llamado Reporte global sobre el progreso de las mujeres 2011, nos dice que “a una década del inicio del siglo XXI el progreso de las mujeres puede verse y celebrarse en un amplio rango de campos”. Y enumeran algunos, entre los cuales destaca el que afirma que han logrado tener los más altos cargos políticos como presidentas o primeras ministras (hoy eso sucede en Brasil, Tailandia, Islandia, Costa Rica, Australia, etc.), el más alto en el Fondo Monetario Internacional y altos puestos como empresarias, científicas, innovadoras en tecnología, rectoras, magistradas. Pero la pregunta es ¿significa eso mejoría para las mujeres? Y la respuesta: no necesariamente.
Esto es así porque las mujeres, como dice una feminista italiana, somos un sexo pero no somos un sector social y mucho menos homogéneo. Por eso, de las que hasta ahora han sabido y podido aprovechar el derecho al voto para adquirir poder, algunas nos representan como mujeres, pero otras no. Y las que lo hacen no es por ser mujeres, sino porque tienen ideas, propuestas y agendas que tienen que ver con lo que sirve y ayuda a las mujeres.
Entonces, si bien es cierto que la situación de muchas es mejor que hace medio siglo en lo que se refiere a acceso, oportunidades y equidad, también es cierto que millones siguen padeciendo discriminación, pobreza, violencia, desigualdad y machismo, que lejos está de desaparecer. Ni en el conjunto de la sociedad y ni siquiera entre sus ilustrados.
Para muestra, dos botones: Armando Fuentes Aguirre, Catón, escribió en su columna en un diario de circulación nacional: “Se reunieron las mujeres más sabias del planeta. Había entre ellas grandes maestras, escritoras destacadas, intelectuales célebres, filósofas de mérito, teólogas supereminentes, mujeres en fin, dueñas de todas las sabidurías. Un audaz reportero se atrevió a asomar la cabeza en el recinto donde se realizaba tan importante evento. ¿De qué están hablando?, le preguntaron sus compañeros. ¿Del origen del universo? ¿De Dios? ¿De la esencia del ser humano y su destino? ¿De la libertad? No. Están hablando, en orden de importancia: uno, de trapos; dos, de criadas y tres, de hombres”.
Y otro Fuentes, el escritor Carlos, en su Canon de novelistas latinoamericanos imprescindibles del siglo XX y en sus Apuestas para el siglo XXI no menciona a una sola mujer, como si el mundo pudiera arreglárselas sin Elena Poniatowska, Clarice Lispector, Elvira Orphée, María Luisa Bombal, La China Mendoza, María Luisa Puga, Ángeles Mastretta o Cristina Rivera Garza. Como escribió Fernando Escalante Gonzalbo, se está “perdiendo un territorio enorme de la inteligencia nacional”.
El tema entonces no es ya, a estas alturas, lo importante que resulta que las mujeres estén en la política y el poder sino que en su agenda estén los temas de las mujeres y que éstos sean prioritarios. Además de que se logre modificar al conjunto de la sociedad en relación a su modo de ver a las mujeres. De no ser así, aunque muchas tengan puestos y cargos, el beneficio será sólo para ellas en lo individual.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM
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