10/20/2011

Indignados, agraviados, victimizados. Pero separados

Gerardo Fernández Casanova
(especial para ARGENPRESS.info)

“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”

Tal parece que el postulado del Otro Mundo Posible está tomando cauces de viabilidad. Los balbuceos finiseculares de protesta contra el modelo neoliberal impuesto universalmente por el gran capital internacional, iniciados con el movimiento zapatista en Chiapas y con la protesta frente a la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle en 1999, fueron tomando cuerpo en las reuniones del Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil, y las celebradas contra el ALCA en La Habana. Los altermundistas, tildados como los globalifóbicos por el yancófilo Zedillo, otrora utópicos, hoy vemos con esperanza que la escalada de la movilización mundial, está colocando a la defensiva a los poderosos del modelo neoliberal.
“Somos el 99%” rezan las pancartas en Nueva York. “No somos mercancías” claman los indignados en Madrid. “Ya basta” gritamos en todo el mundo. Las redes sociales destapan lo que los medios ocultan: no hace falta el patrocinio de nadie; los agravios son comunes porque el agraviador es el mismo en todas partes; las respuestas, originalmente espontáneas e inconexas, se comunican y, sin demérito de los perfiles nacionales, se hacen más homogéneas y se extienden exponencialmente; con lo sucedido en el norte de África, ya cayeron gobiernos, unos empujados por la sociedad independiente y otros por la artera intervención de la OTAN. Tendrán que caer otros gobiernos de los dominados por el gran capital internacional en la Europa comunitaria para romper el esquema de la deuda y la dominación financiera.

Alguien preguntó la razón por la que en México no suceden estas cosas. La repuesta es que sí suceden y hasta de mayor magnitud pero, para muchos, si no aparece en la tele no existe. Se han manifestado millones de agraviados por el fraude electoral; cientos de miles lo han hecho por la violencia que los victimiza y, todos sumados, manifestamos nuestra indignación. La única diferencia con el resto del mundo en ebullición es el tratamiento desinformativo. La manipulación de las conciencias hace que aquí, ante una manifestación, la respuesta sea contra los manifestantes que alteran el tráfico y son tratados como simples revoltosos y huevones; nunca se preguntan la razón por la que se manifiestan; jamás se indaga por la pertinencia de las demandas y por la cerrazón para atenderlas por la autoridad. En el tan vilipendiado plantón del 2006 sólo se pedía el recuento de los votos, lo que sería atendible en cualquier país medianamente civilizado. Los electricistas reclaman por la artera destrucción de su fuente de trabajo. Las organizaciones de trabajadores exigen empleos decentes y se oponen a proyectos legislativos que legalizan la esclavitud. Las víctimas de la violencia reclaman justicia.

Los propios movimientos se ven obligados a cuidar el calificativo de ser politizado, convertido en el sanbenito usado para descalificar. Los propios políticos honestos (que también los hay) se autolimitan en el apoyo a los movimientos sociales para evitarles el mote. Así, la oligarquía ha logrado evitar la suma de los muchos agraviados para armar la protesta generalizada, apareciendo como separados reclamos que responden a la misma causa, aunque hay que reconocer la existencia de protagonismos individuales que también estorban, o la cooptación de movimientos con el garlito de la gran reunión y las comisiones de seguimiento.

El discurso, en todos los casos es el mismo, tanto dentro del país como el de la indignación mundial. Ya es hora de que a la similitud de discursos se agregue la disposición unitaria. ¡Indignados del mundo unámonos!.

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