Por increíble que parezca, Vicente Fox habla con sensatez y ofrece consejos razonables, que desgraciadamente no van a ser escuchados por quien van dirigidos. Si así hubiera actuado cuando le tocó encabezar al Ejecutivo federal, México sería otro país muy diferente, comenzando por el hecho significativo de que Felipe Calderón no sería el presidente de la República. Ahora el ex mandatario panista se está cobrando el favor que le hizo a su correligionario, de quitarle la mayor parte de obstáculos para que pudiera llegar a Los Pinos, cosa que no quiso agradecer el michoacano. Así actúa Fox, porque sabe que le toca una gran parte de responsabilidad por la situación imperante, y quiere apartarse lo más posible de su sucesor.
Como quiera que sea, el hecho es que Fox parece haber aprendido a descifrar los problemas con sus causas y efectos, aunque lo hizo demasiado tarde, cuando ya el mal está hecho y el país sufrió un retroceso espeluznante en todos los órdenes, particularmente en el ámbito social y económico, como se advierte por los más de 50 mil muertos en la estúpida “guerra” de Calderón contra el crimen organizado, así como la alarmante carestía de la vida. Al participar en un foro celebrado en el Instituto Cato en Washington, Fox reiteró su llamado a legalizar el tráfico de enervantes, pues “los gobiernos jamás lograrán erradicar las drogas, nunca se ha podido”.
Desde luego está en lo cierto, pues primero se acabaría la humanidad entera antes que las adicciones, debido a que son parte de la naturaleza humana, la cual está regida por el comportamiento del cerebro, que se enferma cada vez más por la complejidad de la vida en la etapa que estamos viviendo. Cuando esto sucede, los enervantes se convierten en un firme apoyo para sobrellevar la enfermedad, aunque luego sea peor el remedio. Esto es bien sabido científicamente, sólo que la economía del narcotráfico adquirió una importancia extraordinaria, que se mantiene gracias a la prohibición del trasiego de drogas.
Lo mismo sucede en lo que concierne a la violencia, que se produce no por obra del espíritu santo, sino porque el Estado la ejerce porque considera que le resulta más provechosa para sus fines políticos, que en el caso de Calderón se refieren a la necesidad de justificar su ilegitimidad de origen. Y si de acuerdo con el PAN, es el único presidente “que ha tenido el valor de enfrentar a la delincuencia organizada”, lo ha hecho no por valentía, como afirmó el diputado panista Alfredo Rodríguez Dávila, sino “arropado en el Ejército y la Marina”, como aclaró en la Cámara Baja el priísta Jorge Carlos Ramírez Marín.
Por eso Fox pidió a Calderón un cese del fuego con el crimen organizado, para dialogar y alcanzar resultados a favor de la paz, tal como años atrás se hizo en Chiapas mediante la Cocopa, o como sucedió en Colombia cuando el entonces presidente Alfonso López Michelsen negoció con los cárteles con buenos resultados. De ahí que recomendara ampliamente retirar a las fuerzas armadas de las calles y regresarlas a sus cuarteles, cosa que será imposible mientras Calderón esté despachando en Los Pinos. Sin embargo, este paso es ineludible, sobre todo porque México está en medio de los que producen drogas en el sur del hemisferio y de los que las consumen en el norte, como recordó Fox.
Mientras tanto, el calendario avanza rápidamente y nos acercamos a la fecha inevitable de las elecciones del 2012, que podrían ser las primeras de una nueva vida política en el país, o las últimas de la era de la tecnocracia neoliberal, en caso de que la izquierda le haga el juego a la oligarquía y llegara a los comicios dividida y enemistada peor de lo que están Calderón y Fox. En tal situación, se cancelaría la posibilidad de un futuro abierto a cambios democráticos, para que se instaurara un régimen de corte policíaco, que prolongaría la agonía que se avivó a partir de que el PAN se hizo de la Presidencia de la República.
Por eso es preocupante que el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Alejandro Luna Ramos, afirme que “las elecciones deben ser belicosas, de confrontación”. Que lo dijera un ciudadano común no llamaría la atención, pero que lo haga nada menos que la máxima autoridad en materia electoral, es motivo de inquietud y zozobra. ¿Será acaso que se está “curando en salud” en previsión de lo que considera será el común denominador en el proceso?
Ahora sí, como se dice coloquialmente, “que Dios nos agarre confesados” si eso llegara a suceder, pues a la violencia provocada por la “guerra” de Calderón contra el crimen organizado, se sumaría la de una nación burlada por la oligarquía, que no acepta la realidad y se resiste a que México camine por sendas democráticas y de justicia social. Los próximos comicios deben caracterizarse por una transparencia y apego a la legalidad que haga imposible la belicosidad de las fuerzas políticas. De otro modo sobrevendría una catástrofe irreparable.
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