Sin embargo, podría asegurarse que no serán suficientes las crecientes protestas de los indignados del mundo, si por otro lado se sigue votando en las elecciones por los partidos conservadores
Mientras en entidades federativas como Durango comienzan a escucharse voces alertando sobre riesgos claros de hambruna, sobre todo en zonas rurales afectadas seriamente por la sequía, la banca comercial reporta ganancias exorbitantes que desgraciadamente salen del país, pues la mayoría de instituciones crediticias son de origen extranjero. La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) reportó que durante el sexenio de Felipe Calderón sus utilidades crecieron 60 por ciento en relación con los primeros seis años del gobierno de Vicente Fox.
Lo anterior ejemplifica objetivamente la irracionalidad de una política económica que sólo beneficia al sector más privilegiado de la sociedad, pero también la deshumanización de un régimen sólo atento a favorecer los intereses de una oligarquía a la que no le importan las consecuencias de su voracidad y total ausencia de solidaridad con la nación. Lo que llama poderosamente la atención es que, no obstante la dramática situación prevaleciente en México, la mayoría de la gente siga sin protestar conforme a lo que merece una realidad adversa y que no ofrece salidas.
Ciertamente, se trata de un fenómeno universal que luego de tres décadas demostró su inviabilidad, no sólo en lo que concierne al crecimiento económico de los pueblos, sino al imperativo de cuidar el entorno y el tejido social. De ahí que sea esperanzador el movimiento que se está viendo en muchos países, de protesta contra el neoliberalismo, la causa de fondo de los conflictos sociales que está viviendo el mundo, incluidos ya los pueblos de las súper potencias, donde han surgido importantes enclaves de pobreza y marginación.
Sin embargo, podría asegurarse que no serán suficientes las crecientes protestas de “los indignados” del mundo, si por otro lado se sigue votando en las elecciones por los partidos conservadores y de derecha. Aquí está una contradicción insalvable que es inevitable superar, pues de no hacerlo seguiremos viviendo cada día más bajo las reglas de oligarquías insaciables que no se hartan de acumular riquezas. Mientras no se saque del gobierno a los burócratas al servicio de los oligarcas, de nada valdrán las manifestaciones de protesta, por muy bien organizadas que estén y haya cada vez más gente participando en las mismas.
Los electores en México deben tener muy claro que los partidos al servicio del 10 por ciento de la población que detenta el 80 por ciento de la riqueza del país, al continuar en el poder van a seguir favoreciendo un estado de cosas muy lesivo para las clases mayoritarias. Está muy claro que si en tres décadas de neoliberalismo, la pobreza creció exponencialmente en el país, hasta llegar ahora a condiciones de hambruna, de continuar por la misma ruta, como lo quieren el PAN, el PRI y “Los Chuchos” dizque perredistas, en poco tiempo la marginalidad será el común denominador en la mayor parte del territorio nacional, incluidos los municipios más prósperos, como los de Nuevo León y algunos del estado de México.
Es alentador que haya cada vez más conciencia sobre las causas de una realidad tremendamente injusta, como lo evidencia el despertar de millones de habitantes del planeta que quieren un cambio de rumbo de la economía y de los gobiernos, que favorezca el crecimiento real y abra oportunidades de trabajo y realización personal a millones de jóvenes ahora sin futuro. Pero las cosas no se modificarán a favor de las clases mayoritarias, si no se saca de los gobiernos a los testaferros de la oligarquía. Así de claro y contundente.
Está visto que Calderón va a seguir por la misma ruta que se trazó al iniciar su sexenio, pero lo peor es que amenaza continuar en el poder al costo que haya que pagar, como lo evidencian las declaraciones de precampaña de Ernesto Cordero, quien se muestra muy seguro de que él será no sólo el candidato del PAN, sino el próximo presidente de México. ¿Por qué tanta seguridad? Porque la oligarquía así lo quiere, debido a que la derecha mundial está dispuesta a imponer sus intereses aunque al mundo se lo lleve el carajo.
En la actualidad, según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hay en el planeta alrededor de 925 millones de personas víctimas de hambruna, situación que se ha visto agravada por la crisis financiera. Con todo, las minorías privilegiadas están dispuestas a seguir por la misma ruta, al fin que todavía sigue aportando grandes beneficios, como lo demuestra la operación de los bancos aquí en nuestro país. Y como lo patentiza la despreocupación de Calderón con respecto a los problemas reales de la gente. Para él lo único importante es su “guerra” contra el crimen organizado, cuyos resultados son plenamente adversos al país. Dice estar muy preocupado porque los priístas podrían pactar con el narco si regresaran a Los Pinos, cuando lo que debería preocuparle seriamente es la violencia y la inseguridad propiciada por sus políticas públicas antidemocráticas.
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