Samuel Schmidt
Es de preocupar que en plena campaña electoral algunos miembros de la elite financiera del país, nos envíen mensajes sobre la gravedad económica del país, ya sea por el mensaje en sí, porque demuestra que este gobierno se ha ocupado de todo menos de propiciar las condiciones para el crecimiento económico, y de generar un marco de protección de la economía, sino porque al parecer, dado el clima de circo que los medios le dan a las elecciones, estos mensajes no se toman con la seriedad que merecen. Aunque aquellos que toman las decisiones económicas cruciales, habrán puesto sus intereses a buen resguardo, a los de a pie, a la prole, que se los lleve el demonio, eso y más se merecen por no ser ricos, o políticos.
La última declaración que registro es la de Guillermo Ortiz, ex secretario de Hacienda, quién tuvo muchas cuentas que dar pero al más puro estilo mexicano, se fue a seguir gozando de sus alianzas, dejándonos con la carga de una pésima política, pero ahora alerta sobre la turbulencia que está por venir en el mundo.
Se requiere que México se blinde para enfrentar la tormenta, y esperemos que el director del Banco de México, quién también ya lanzó alertas, no intente minimizar la gravedad de la situación, con sus comparaciones ridículas, que buscan trivializar temas sustanciales. Acuérdese usted del famoso llamado al catarrito que vendría con la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, y que nos tomó desprevenidos. El, con dinero público, estaba muy ocupado tratando de dirigir el Fondo Monetario Internacional, asegurando su futuro personal.
Lo grave de las alertas es que no nos dicen que están haciendo para salvaguardar nuestros intereses ante la turbulencia económica que se avecina, porque aunque Estados Unidos crezca un poco, desde Europa vemos señales y voces preocupantes, diciendo que lo peor está por venir.
Sin duda que éstas elecciones se enfrentan a dos temas fundamentales: economía y seguridad. Los que desgraciadamente ya están mezclados de una manera muy grave, y de seguir las cosas como van, su imbricación muestra una tendencia a empeorar.
Me platican que un joven trabajaba con su tía en un almacén pequeño en Ciudad Juárez, hasta que llegaron las amenazas de extorsión y su pareja le pidió que renunciara por miedo a que algo le pasara y su hijo quedara huérfano. Hoy el muchacho está desempleado y esa familia sufre penurias para terminar el mes. Vaya usted a saber cuántas familias están pasando por ese vía crucis y cuantas más lo sufrirán cuando las cosas empeoren, porque ya lo decía Bernard Shaw: no hay situación lo suficientemente mala que no sea susceptible de empeorar.
Y no obstante la gravedad de lo que vemos y escuchamos, es muy poco lo que nos dicen los candidatos sobre como corregirán ambos temas.
Por un lado, el crimen organizado penetra constantemente al aparato económico, creando una situación donde no solamente podrá lavar dinero con facilidad, sino que terminará desplazando a los empresarios legítimos, ya se escucha por ejemplo de ganaderos que no pueden vender libremente su ganado, agricultores que no pueden escoger clientes, ni proveedores; igual está sucediendo con los dueños de muchas propiedades donde expulsan a la gente, como por ejemplo en el Valle de Juárez, zona calificada por el Texas Monthly como The deadliest place in Mexico, con una tasa de crimen de 1,600 asesinatos por 100,000 habitantes y donde la gente ha abandonado la vivienda que cae en manos de los criminales. El planteamiento de que hay que hacer crecer la economía para cerrarle los caminos al crimen es correcto, pero ¿cómo?
Mucho menos escuchamos de los candidatos sobre que piensan hacer para corregir la economía. Desde el 2000 la economía mexicana va de caída, paso del 9º lugar al 14, y el país se ha ido derrumbando en los índices mundiales de competitividad. Recuperar el crecimiento implica un proceso que va mucho más allá que las buenas intenciones, y por supuesto que se logra con algo más que declaraciones.
Hasta ahora hemos atestiguado una campaña de descalificaciones. Nos cuesta trabajo determinar quién es el peor de los candidatos, porque no han sido capaces de articular propuestas comprehensivas sobre lo que harán en el contexto actual de México y menos, sobre el tipo de país que nos prometen construir.
México ya no puede darse el lujo de elegir al menos peor. ¿Serán capaces los partidos políticos de ofrecer una buena opción? A juzgar por las listas para el senado y diputados, y los candidatos presidenciales, parece ser que el período 2012-2015 está liquidado, y mientras el país se sigue relegando. ¿Quién ganará? El crimen y los países que se toman las cosas en serio.
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