Sara Sefchovich
Mucho ruido se hace por este día en que se celebra a más de la mitad de la población del planeta. El ruido tiene que ver con que los hombres se sienten culpables de que durante siglos no miraron a las mujeres, mucho menos las escucharon, aunque ellas estaban allí, pariendo, atendiendo, limpiando, curando heridas. Pero también tiene que ver con que las mujeres decidieron pasar de la invisibilidad a la visibilidad y dejar atrás el silencio y el miedo. Y están orgullosas de sus logros.
Y es que, en efecto, se ha conseguido mucho y la situación de millones de mujeres ha mejorado significativamente.
Más de un siglo ha pasado desde que algunas empezaron a abrirse camino como maestras y enfermeras, un siglo entero desde que unas cuantas se manifestaron por el derecho al voto, medio siglo desde que otras se atrevieron a exigir el derecho a ser dueñas de su cuerpo y a poder disfrutar de su sexualidad, un cuarto de siglo desde que miles exigen todo tipo de derechos.
Hoy las mujeres participan en la política, la cultura, la economía, la ciencia. Toman decisiones y dirigen. Se han conseguido leyes, políticas públicas, instituciones. Se hacen esfuerzos por conseguir derechos sexuales y reproductivos, por acabar con la violencia doméstica y el feminicidio. Hoy las mujeres pueden estudiar porque ya sabemos que eso no las va a llevar a la locura como se creía en el siglo XIX. La vida en el hogar y la familia se ha transformado, se ha conseguido el reconocimiento del valor del trabajo tradicional de las mujeres, de ese “otro lado” de la historia del que no se tenía conciencia. Hoy la sociedad ya no puede ignorar a las mujeres ni en el discurso ni en las agendas. Y algo más, de gran importancia: hoy las mujeres ya no tienen vergüenza de manifestar su deseo: “para decirte amor que te deseo, son veinte siglos, veinte siglos para poder decirlo sin rubores”, escribió Alfonsina Storni.
Pero no podemos sentarnos sobre nuestros laureles, pues falta mucho, falta demasiado. Nuestros logros son pequeños frente a lo muchísimo que falta, lo ganado es insignificante frente a la magnitud de los problemas y, como dice Amelia Valcárcel, caminamos y caminamos y cada vez falta más. Aún hay obstáculos por vencer, historias que contar, silencios que romper, subversiones que emprender. Y además, no podemos descuidarnos porque lo ganado se puede perder, aunque hay algunas optimistas que piensan que lo ganado es irreversible.
Porque admiro y respeto a las muchas mujeres que han llegado tan lejos, es que hoy insisto en que no podemos, no debemos, no queremos olvidar a las millones a quienes todavía no les llegan los avances.
Para que este día sea un verdadero festejo debemos llegar al momento en que las historias de éxito sean lo normal y no la excepción, que sean realidad los logros para mejorar la vida de todas las mujeres.
Así que viva el ruido por el 8 de marzo, porque mientras lo siga habiendo seguiremos pensando en lo que tenemos que pensar y haciendo lo que tenemos que hacer.
sarasef@prodigy.net.mxwww.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM
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