En su afán por evitar un seguro descalabro al PAN, Felipe Calderón lleva a cabo un maratón de recorridos por el país, inaugurando obras inacabadas y diciendo discursos festivos que no tienen asidero en la realidad. Y lo hace en plena campaña electoral, cuando a los partidos el IFE les recetó una veda de actividades proselitistas durante todo el mes de marzo. El colmo llegó con el Programa CompuApoyo, que puso en marcha el martes 6, con el fin, dijo, de reducir la creciente brecha digital, “tan grave y tan preocupante como la brecha del analfabetismo”.
Es por demás burda la artimaña de Calderón, quien en realidad busca ganar simpatías para su partido, a sabiendas de que está en picada por su pésimo desempeño durante el sexenio, que ha intentado minimizar con muy costosos espots en los medios electrónicos. Está consciente de que la población mayoritaria está muy resentida porque jamás hizo nada favorable a ella, pues únicamente se dedicó a salvaguardar los intereses de una elite voraz que quiere seguir acumulando bienes y riquezas.
Ahora pretende cambiar esa percepción ciudadana con demagogia barata que difícilmente tendrá buenos resultados. Vale preguntar en qué cabeza cabe que gente que sobrevive en condiciones de grave miseria tenga interés en acceder al Internet, cuando su prioridad es comer cuando menos una vez al día. Pues eso es lo que ocurre en la población que gana de uno a tres salarios mínimos, cantidad apenas suficiente para los gastos más perentorios del hogar.
Según Calderón, el objetivo del programa es llevar computadora y conectividad a 1.7 illones de familias de menores ingresos, y beneficiar a 6.5 millones de mexicanos. En realidad, si de beneficios se trata, los únicos que lo serían son los monopolios que controlan al sector. Cuando menos reconoce que “hay que poner más competencia en los proveedores de Internet”, pero seguramente de las palabras a los hechos se abrirá un gran trecho. Les facilitará un buen negocio de fin de sexenio y asunto concluido.
Las computadoras que lograran llegar a un hogar marginado, acabarán sus días en una casa de empeño, o tiradas en un rincón en espera de que surja alguna oportunidad de venta en calidad de chatarra. Pero esperar que así se reduzca la brecha digital, es un despropósito descomunal propio de una novela de ficción.
Es cierto, como lo acepta Calderón, que sólo las naciones que logren incorporar a sus habitantes al uso de las nuevas tecnologías, “van a lograr crecer y generar más y mejores empleos”. Pero para dar ese paso tiene que haber un nivel de desarrollo que permita seguir avanzando por la dirección correcta, cosa que no existe en México, particularmente a partir de que se tomó el rumbo equivocado del neoliberalismo.
De acuerdo con el Inegi, casi el 60 por ciento de quienes no cuentan con computadora lo atribuyen a la falta de recursos económicos, dato al que recurrió el titular de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome, para destacar la importancia de este programa. Entonces debería saber también que sin mejorar las condiciones salariales será materialmente imposible que las cosas cambien en favor de la sociedad. Mucho menos cuando es un objetivo irrenunciable de Calderón seguir empobreciendo a los trabajadores para beneficiar a la elite empresarial.
Es muy claro que el inquilino de Los Pinos no tiene más objetivo en la actualidad que buscar los medios, por costosos que sean, para conservar algo de poder una vez fuera de Los Pinos. Esto tendrá lamentables consecuencias para el país, pues acrecentará el desbarajuste de su “administración”. Esto permite ver cuán importante será contar con un verdadero Plan de Gobierno que parta del imperativo de poner orden a tanto desorden y tanta corrupción que dejará Calderón de herencia a su sucesor.
Ha sido por demás escandalosa la propuesta, recién aprobada por el Senado, con el apoyo de Los Chuchos, de elevar la cuota de México al Fondo Monetario Internacional (FMI), en 14 mil millones de dólares. Esto en un momento en que la nación enfrenta problemas de liquidez muy serios, a pesar de los altos precios de los hidrocarburos.
No se necesita mucha imaginación para saber cuántas cosas por el bien del país podrían hacerse con 14 mil millones de dólares. Por ejemplo, llevar a cabo el rescate del agro mexicano, tan afectado por las políticas gubernamentales y de pilón por una calamitosa sequía, y cumplir la promesa de construir cuando menos la refinería en el estado de Hidalgo, además de negociar la deuda de Pemex para apuntalar su capacidad de producción. Pero eso tiene interés para Calderón, obsesionado como está en conseguir un salvoconducto una vez que abandone la casa presidencial.
Se antoja muy difícil que Josefina Vázquez Mota lograra remontar el enorme descontento popular que dejará Calderón en el último tramo de su “gobierno”. Y que bueno que así sea, pues su admiración por Augusto Pinochet es un indicio muy claro de cómo sería su mandato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario