Carlos Bonfil
Los años de plomo. El primer largometraje de los argentinos Andrea Testa y Francisco Márquez, basado en la novela de Humberto Constantini, La larga noche de Francisco Sanctis,
no se parece a tantas otras películas sobre el clima de impunidad
política y violencia criminal que prevaleció en Argentina o Chile
durante las dictaduras militares de los años 70. No hay descripciones de
encarcelamientos o torturas, tampoco el horror de las desapariciones y
las ejecuciones sumarias. Lo que se evoca, de modo contundente, es el
clima de angustia y desasosiego vivido en el Buenos Aires de 1977 por
Francisco Sanctis (Diego Velásquez), modesto empleado, sin esperanzas de
promoción real en la empresa en que trabaja, reducido así en su vida
laboral y doméstica a la resignación y al silencio, y que carga tras de
sí un lejano pasado como poeta comprometido, cercano al activismo
político.
Su encuentro casual con una antigua compañera de escuela, quien le
brinda información confidencial (para ser memorizada y no escrita) sobre
la amenaza que pende sobre dos personas desconocidas, quienes en unas
horas pueden ser aprehendidas y que tendrían que ser prevenidas por él
para salvar sus vidas, lo sume en un estado de ansiedad y desasosiego
para el que no parece estar ya del todo preparado. El dilema moral es
apremiante: en la balanza están la muerte segura de dos personas y el
riesgo de la seguridad del protagonista y la de su familia.
A partir de este planteamiento, los realizadores proponen, en
clave minimalista, una incursión en esa larga noche que fue la dictadura
militar, resumida aquí a unas cuantas horas en la vida de un ciudadano
acosado por amenazas reales o imaginarias, a medio camino entre la
paranoia y la certidumbre de una represión oficial omnipresente. La
notable fotografía de Federico Lastra recrea, de modo sugerente, las
atmósferas enrarecidas de una ciudad sumida en la desolación y el
pesimismo. Francisco Sanctis, el hombre ordinario, es todos y cada uno
de los ciudadanos bajo sospecha, y se vuelve a la vez indagador y
perseguido, y no sería muy azaroso suponer que los realizadores tuvieran
en mente al concebir esta suerte de film noir sobre un hombre acorralado, un título clásico como Larga es la noche (Odd man out, del británico Carol Reed, 1947) o las duras disyuntivas morales que plantea el francés Jean-Pierre Melville en El ejército de las sombras (L’armée des ombres, 1969), crónica formidable sobre la clandestinidad y sus peligros. Una opera prima novedosa y bien controlada, de una gran pertinencia en una hipotética y temible repetición de aquellos viejos años de plomo.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. Funciones a las 13 y 18:45 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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