Julio Hernández López: Astillero
En el fragor de la amplia guerra contra el periodismo crítico que se libra en el país, ayer hubo buenas noticias judiciales que, por desgracia, no pudieron ser tan amplias como se hubiera deseado. En una de esas resoluciones pendulares que caracterizan a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (varias decisiones malas, por una buena que entonces es usada como demostración de que la máxima autoridad judicial es justa e imparcial), su primera sala resolvió que la empresa editora de la revista Proceso no violó el derecho a la intimidad de Marta Sahagún Jiménez al haber publicado información relativa al proceso que en el Vaticano buscó, y obtuvo, la nulidad de su matrimonio religioso con Manuel Bribiesca.
La absolución definitiva de Proceso, en el expediente iniciado en abril de 2005 por la poderosa parte femenina de la autoproclamada pareja presidencial, estableció un referente importante en cuanto al escrutinio y difusión de hechos y acciones de la vida íntima de personajes públicamente expuestos, como fue el caso de los Fox-Sahagún, que además fueron orgullosamente exhibicionistas de los detalles de sus amoríos de poder (y no poder). La señora Marta, según expresó la votación de esos ministros de la Corte, era un personaje público, que si bien en el momento en que se realizó la publicación que se impugna no ocupaba un cargo público o de elección popular, lo cierto es que por su situación personal e incluso sus actividades políticas contaba con una proyección nacional e internacional. Sahagún, quien pretendía que se revirtiera una decisión anterior, que eximió a Proceso del pago de una multa por haber publicado el texto a discusión, acabó ayudando (contra su voluntad, claro está) a que fuera judicialmente precisado que en su caso, pero, por extensión, en otros similares, existe un mayor interés o escrutinio público en sus acciones o conductas, por tanto un interés legítimo de la sociedad de recibir cierta información relacionada con esas personalidades llamativas.
Derrotada totalmente en el litigio contra la revista fundada y largamente dirigida por Julio Scherer, la esposa de Vicente Fox tuvo, sin embargo, la amarga satisfacción de que por defectos procesales, a juicio de los ministros, se mantuviera en firme la sentencia que había condenado a la periodista argentina Olga Wornat a pagarle indemnización por el presunto daño moral que le habría causado a partir de la publicación del reportaje titulado Historia de una anulación sospechosa. Los juzgadores se declararon imposibilitados de atender el fondo del asunto porque, según se explicó, los abogados de la periodista habían caído en una inactividad procesal, pues no realizaron ninguna promoción durante más de 300 días, que es el plazo que establece la ley para que se considere que esa inmovilidad revela falta de interés jurídico en el proceso.
La dualidad resolutiva causa, desde luego, inconformidades. A la promoción hecha por la señora Marta contra Proceso se le respondió negativamente, sin mayores discusiones, pero al recurso de amparo presentado por Wornat para desechar la sanción pecuniaria establecida previamente en su contra, por un millón 958 mil pesos, se le declaró procesalmente inviable por caducidad aunque se le redujo hasta quedar en 500 mil pesos. Dos de los cinco ministros que atendieron el caso Wornat (José Ramón Cossío y Olga Sánchez Cordero) consideraron que el criterio de caducidad no podía ser aplicado en razón de que la propia Corte había atraído dicho asunto a partir del interés excepcional que le reconocía. Sin embargo, por votación de tres a dos quedó en firme la resolución contra la autora de las Crónicas malditas, aunque con un castigo económico rebajado.
En una primera reacción, expresada a través de Facebook, la periodista Wornat reaccionó así: Horrorizada por la kafkiana sentencia del Supremo Tribunal de Justicia. Resulta que no causé daño moral a esa infame mujer, pero debo pagarle 50 mil dólares... (???) Antes, presa... y recuerden que dijo la Martita: que iba a donar este dinero mío a los pobres. En otro comentario, insistió: no voy a pagarle un centavo a esa mujer, no sé si se entiende, por lo tanto, no quiero colectas ni ayudas, no se vale y, respecto a algunas sugerencias de que la revista copartícipe se hiciera cargo del pago, señaló: “sí, salió en sus páginas, pero en todo jugamos juntos y aunque ellos salieron absueltos incomprensiblemente, y yo condenada, la culpa no es de Proceso, es de la justicia mexicana”. También mencionó que ya tiene material para otro libro (...) ampliado a lo que pasa hoy con otros personajes.
Astillas
Siempre imaginativos, los activistas mexicanos de Greenpeace han lanzado una campaña de Fonoacción por el maíz, cuya propuesta es ¡Llámale a Felipe!. La idea es que los interesados llamen al Centro de Atención Telefónica de la Presidencia de la República para dejar un mensaje en demanda de la prohibición de la siembra de maíz transgénico en México. La marcación desde el Distrito Federal ha de hacerse al 55238939, y del interior del país, sin costo, al 018008365480. Según las instrucciones de la organización auténticamente ecologista, cuando entra la grabadora hay que marcar 2 y de las opciones que brinda la contestadora, elegir 0. Hay atención personal de 9 a 17 horas, y luego de ese horario responderá una grabación, en la que también es posible dejar el mensaje. Se pide que, de una manera muy respetuosa y muy firme, se le exija a Calderón una moratoria urgente a la siembra del maíz transgénico que ya preparan trasnacionales como Monsanto y Pionner con granos patentados que contaminarán los convencionales y pondrán en riesgo nuestra seguridad alimentaria... Y, mientras se tejen nuevas alianzas electorales entre Convergencia, el PT y el PRD, tanto para comicios estatales como con rumbo a 2012, que son anunciadas por Chucho Ortega, ¡hasta mañana, mientras sigue el circo de la CNDH, ahora con Javier Moctezuma Barragán como presunto candidato arreglado!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
El fondo de ahorro para el retiro de 39 millones de mexicanos suma un millón de millones de pesos. Debería ser una suma mayor, pero Fox le dio un par de tarascadas: sacó el dinero de las cuentas que no tenían movimiento. El 68% está invertido en valores gubernamentales –cetes, bonos del rescate bancario, etcétera. El resto ha ido gradualmente moviéndose a otro tipo de inversión, inclusive préstamos a empresas nacionales y extranjeras. Al principio no era así: más del 80% del capital ganaba intereses invertido en cetes y otros papeles que maneja el Banco de México. La garantía era el propio gobierno. Ahora Felipe Calderón se saca de la manga un proyecto para que se preste dinero a empresas constructoras que se dediquen a obras de infraestructura: carreteras, puentes, obras de drenaje. Hay un alto índice de quiebras en ese sector de negocios. Parece que en el futuro, el millón de millones de pesos, más lo que se llegue a acumular, terminará por esfumarse. O sea que los ancianos de los tiempos por venir tendrán que buscar chamba como cerillos de Wal-Mart para llenar la tripa con las propinas.
El Kid Lozano
Protagonista patético del primer gran escándalo de corrupción del gobierno de este sexenio –el del “coopela o cuello”–, Javier Lozano se ha convertido en el golpeador oficial. Lo mismo se pone los guantes contra el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, cuando se ha tratado de obligarlo a tomarse la foto con su jefe, que se lanza a desmentir a Carlos Slim, en la ocasión en que anticipó la catástrofe económica que se avecinaba y que, al correr de las semanas, vimos que se quedó corto. Cuando Zhenli Ye Gon denunció que Lozano le dejó encargados más de 200 millones de dólares cash, cuyo destino era la campaña presidencial del PAN, hizo un viaje a Nueva York para contratar a una firma de abogados que demandaría al empresario chino-mexicano a fin de obligarlo a limpiar su nombre. Metió reversa. Seguramente le advirtieron que quedaría en situación precaria al ventilar en tribunales de Estados Unidos el manejo de los fondos de origen dudoso. En estos días Lozano anda jugando el papel de alquimista: quiere convertir a un sindicato independiente en sindicato charro, con la treta de desconocer a su dirigente, Martín Esparza. O sea: repite la fórmula “coopela o cuello”. Recientemente se apuntó un éxito con el sindicato del IMSS: compró al líder con una diputación federal del PAN. ¿Por qué no intenta lo mismo con Esparza? Si dice que sí, ahí se acabó el problema, pero si resiste la tentación, la torpeza de Lozano habrá añadido un problema a Felipe Calderón por lo que resta del sexenio. Lo bueno es que no tiene ninguno.
Pantalonera
A reserva de volver a tocar el tema en los siguientes días, con más espacio y tiempo, les anticipo que la Suprema Corte de Justicia dio palo a la demanda de amparo de la desmedida señora Marta en el litigio que, según Vicente Fox, tuvo los pantalones de promover contra la revista Proceso.
El Kid Lozano
Protagonista patético del primer gran escándalo de corrupción del gobierno de este sexenio –el del “coopela o cuello”–, Javier Lozano se ha convertido en el golpeador oficial. Lo mismo se pone los guantes contra el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, cuando se ha tratado de obligarlo a tomarse la foto con su jefe, que se lanza a desmentir a Carlos Slim, en la ocasión en que anticipó la catástrofe económica que se avecinaba y que, al correr de las semanas, vimos que se quedó corto. Cuando Zhenli Ye Gon denunció que Lozano le dejó encargados más de 200 millones de dólares cash, cuyo destino era la campaña presidencial del PAN, hizo un viaje a Nueva York para contratar a una firma de abogados que demandaría al empresario chino-mexicano a fin de obligarlo a limpiar su nombre. Metió reversa. Seguramente le advirtieron que quedaría en situación precaria al ventilar en tribunales de Estados Unidos el manejo de los fondos de origen dudoso. En estos días Lozano anda jugando el papel de alquimista: quiere convertir a un sindicato independiente en sindicato charro, con la treta de desconocer a su dirigente, Martín Esparza. O sea: repite la fórmula “coopela o cuello”. Recientemente se apuntó un éxito con el sindicato del IMSS: compró al líder con una diputación federal del PAN. ¿Por qué no intenta lo mismo con Esparza? Si dice que sí, ahí se acabó el problema, pero si resiste la tentación, la torpeza de Lozano habrá añadido un problema a Felipe Calderón por lo que resta del sexenio. Lo bueno es que no tiene ninguno.
Pantalonera
A reserva de volver a tocar el tema en los siguientes días, con más espacio y tiempo, les anticipo que la Suprema Corte de Justicia dio palo a la demanda de amparo de la desmedida señora Marta en el litigio que, según Vicente Fox, tuvo los pantalones de promover contra la revista Proceso.
Carlos Fernández-Vega: México SA
Justo un año atrás, y a regañadientes, el inquilino de Los Pinos se vio en la penosa necesidad de dar la cara –en vivo y a todo color– para reconocer, sin hacerlo expresamente, que su fábula del México fuerte y todopoderoso frente a la crisis internacional, fábula era, y que el machacón discurso de la gripa y el catarrito sólo era eso, discurso, toneladas de saliva y miles de millones de pesos en propaganda.
El 8 de octubre de 2008, ya con el peso devaluado, la especulación desatada y el crujir de la economía nacional en plenitud, Felipe Calderón no tuvo más remedio que anunciar un oportuno plan contracíclico para paliar los efectos de la sacudida cosecha 1929, no sin prometer que en 40 años más la mexicana sería la cuarta economía mundial.
Aquel día, flanqueado por dos luminarias de su gabinetazo económico (el gordo y el flaco, dicho sea con todo respeto para Oliver Hardy y Stan Laurel), apareció en cadena nacional para divulgar su oportuno Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo (es decir, cuando el crecimiento era inexistente y el empleo, también) y subrayar que si no hiciéramos nada, eso afectaría todavía más el crecimiento y la generación de empleos que tanto necesitamos; lo he dicho y lo reitero, la situación adversa de la economía mundial tendrá impacto en México, sí, pero saldremos adelante porque tenemos fortaleza en las finanzas públicas y por ello, estamos impulsando medidas y acciones concretas que estimularán el crecimiento económico en México.
Lo que siguió al oportuno programa es conocido y padecido por los mexicanos: el mayor desplome económico en ocho décadas, devaluación, fuga de capitales, sacrificio de 30 mil millones de dólares en reservas internacionales para alimentar a los especuladores, incremento de la deuda pública, 600 mil empleos cancelados, desempleo galopante, pérdida acelerada del poder adquisitivo, pobreza al alza, recorte al gasto público y, por si fuera poco shock (Carstens dixit) de las finanzas públicas, el más grave de las últimas tres décadas (ídem).
Pero aún con el zarpazo de la realidad estampado en la cara, el inquilino de Los Pinos no cambió el discurso: “afortunadamente, en los últimos años México ha hecho la tarea de fortalecer sus finanzas públicas y estabilizar su economía. Por ello, si bien es cierto que tendremos impactos negativos en crecimiento y empleo en el país, también es cierto que la fortaleza de las finanzas públicas y de la economía mexicana evitará una crisis como las que solíamos sufrir en el pasado y que condujeron al país a la bancarrota. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, hoy México no depende del crédito externo. Llevamos ya varios años disminuyendo el monto de la deuda externa y en consecuencia, su servicio se ha reducido a niveles mínimos.
“Por otra parte, las reformas estructurales que hemos hecho en el último año (…) han fortalecido de manera notable las finanzas públicas no sólo a corto, sino también a mediano plazos… Hoy vemos que la responsabilidad rinde frutos. Gracias a las políticas económicas responsables seguidas en los últimos años, hoy, en vez de vernos obligados a recortar el gasto público, somos capaces de proponer medidas para estimular la inversión y así mitigar el impacto negativo de la turbulencia financiera internacional. Para evitarlo debemos usar todas las fortalezas que hemos venido construyendo en las finanzas públicas para proteger a México de consecuencias perniciosas para su gente… Esto nos ha permitido aminorar los efectos que se están experimentando en otras partes del mundo. Más aún, mientras los bancos en otros países han dejado de otorgar crédito o incluso están en quiebra, los bancos mexicanos están fuertes y siguen otorgando crédito a personas y a empresas…”
Y para arrancar bien 2009, presentó el Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo: “a diferencia de lo que había ocurrido en crisis anteriores, hoy México está mejor preparado para enfrentar la adversidad que antes, ya que tiene sólidos fundamentos macroeconómicos y financieros. Ello se debe, entre otras cosas, al manejo responsable de la economía… y a las reformas económicas que hemos emprendido”.
El resultado concreto de tres años de discursos, miles de millones de pesos en propaganda y oportunos programas anticíclicos está a la vista: 10 millones adicionales de pobres (cifras gubernamentales, más actualización del Banco Mundial); 3 millones en el desempleo abierto; 600 mil empleos cancelados en el sector formal; devaluación cercana a 30 por ciento; 75 por ciento de aumento en la deuda pública; subejercicio presupuestal; más impuestos, alza de precios y, en síntesis, una tasa promedio anual en el trienio de menos 1.2 por ciento (hasta el momento).
Para grabarla en letras de oro quedó una de las frases más certeras de Felipe Calderón, pronunciada en Nueva York el 25 de septiembre de 2008 (dos semanas antes del oportuno programa anticíclico) ante empresarios del Economic Club: en general se dice que cuando a Estados Unidos le da la gripe, en México a la gente le da pulmonía, pero éste no es el caso hoy en día. Ahora estamos sufriendo naturalmente los impactos de la situación aquí, pero los datos nos demuestran que México es mucho más capaz de superar esta situación difícil... la fortaleza de las finanzas públicas en el país evitará una crisis como las que solía sufrir en el pasado y que llevaría a empresas a la bancarrota.
Pero eso no es todo. Preparaos para la sacudida 2010, discursos incluidos, con otra frase para grabar en letras de oro, aportada ayer por el creativo inquilino de Los Pinos, y referente, obvio es, al tema que domina, la crisis: nosotros no tuvimos la culpa. Y se quedó tan tranquilo.
Las rebanadas del pastel
Por cierto, a la usanza foxista, Calderón sólo suma, nunca resta. Dice que de junio a septiembre (de 2009) ya se han creado 124 mil nuevos empleos (con registro en el IMSS) en todo el país. Pues no. En realidad desde que se sentó en Los Pinos (hace 34 meses) el balance neto de generación de empleo formal con registro en el Seguro Social es de apenas 11 mil puestos de trabajo (0.3 por ciento de la demanda real), resultante de la cancelación de 44 mil plazas permanentes y la creación de 55 mil eventuales, de acuerdo con las cifras oficiales. De cualquier suerte, que no se acongoje: sus amigos del Consejo Coordinador Empresarial pronosticaron ayer que este año se perderán 700 mil fuentes de empleo, a pesar de que los datos muestran una ligera recuperación.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
El cuarto de servicio de la casa había sido transformado en bodega desde la infancia de Jacinta, y ésta había encontrado allí un refugio frente al orden y la razón de los adultos. En ese cuarto se había resguardado para no hacer las tareas escolares, allí había soñado con viajes a reinos misteriosos y a ciudades mayas jamás descubiertas por ningún conquistador, por ningún virreinato, por ningún Estado mexicano; allí, en los albores de la pubertad, había leído a escondidas una novela libertina y a ese mismo sitio, una tarde inolvidable del primer año de preparatoria, condujo a hurtadillas al compañero de aula, guapo y atarantado, con el que estrenó eso que Brassens llama el último regalo de Santa Clos: fue más emocionante y divertido que placentero, no se atrevieron a desnudarse por completo y llegaron a la edad adulta cubiertos de polvo y de telarañas.
En años posteriores Jacinta perdió el contacto con la carga de símbolos y de historia personal que el cuarto tenía para ella, y si en sus meses de la maestría parisina lo recordaba con obsesión, era por una mera preocupación pragmática: en ese espacio había escondido un frasco que robó de la casa de un almero chiapaneco y en el que, estaba segura, se había guardado la última exhalación salida de un organismo que llevó el nombre de Hernán Cortés.
Volvió a México como consecuencia de una sinapsis súbita, en la que convergieron su pasión por un físico llamado Andrés, y su vieja obsesión por dilucidar la naturaleza del contenido de ese antiguo recipiente de vidrio soplado. Sacó a su nuevo novio de la pista académica en la que éste se encontraba, lo remolcó hasta el aeropuerto de Orly, de allí al de la ciudad de México, lo condujo hasta un hotel del centro en el que dejaron las maletas y luego ambos se dirigieron a la casa de los padres de ella, con el doble propósito de depositar sus respectivos menajes y, sobre todo, de recuperar el frasco. Al subir a su bodega entrañable, la encontró convertida en un pequeño ambiente iluminado, vacío, estúpido y oloroso a desinfectante: su madre había dado rienda suelta a esa barbaridad en aras de la limpieza y el orden, como dice Lillian, y había arrasado con todo el misterio y las riquezas incomprensibles que se almacenaban en ese espacio.
Al ver la habitación vacía, Jacinta sufrió una demolición interior, se arrodilló y rompió en sollozos. Olvidó el recipiente del almero y lloró por otra pérdida: la de su refugio, su reino mágico, su pequeño palacio polvoriento. Y volvió a ser niña.
Hasta ese momento, Andrés había renunciado a cualquier análisis racional de su propia situación y se había dejado llevar por la atracción insólita que sentía por Jacinta: una atracción, tan urgente como permanente, que enviaba a un segundo plano el conjunto de los que habían sido, hasta que la conoció, su interés principal: escudriñar los rincones más inaccesibles de la materia y de la energía y realizar aportaciones de peso a la comprensión de la realidad. Su carrera académica había sido continua y brillante, pero no la impulsaba un afán de protagonismo sino un propósito de trascendencia. Al igual que los físicos geniales de la vieja escuela, aspiraba a construir cimientos para la filosofía. Lo de la supuesta alma enfrascada le abrió la oportunidad de regalarse un respiro, de iniciar un paréntesis de vacación en el mundo mental metódico, riguroso y exigente en el que había vivido hasta entonces, y se dejó llevar. “Una aventura disparatada junto a una mujer que me encanta –pensó–; tengo que darme chance, y ya después retomaré mi vida”.
En años posteriores Jacinta perdió el contacto con la carga de símbolos y de historia personal que el cuarto tenía para ella, y si en sus meses de la maestría parisina lo recordaba con obsesión, era por una mera preocupación pragmática: en ese espacio había escondido un frasco que robó de la casa de un almero chiapaneco y en el que, estaba segura, se había guardado la última exhalación salida de un organismo que llevó el nombre de Hernán Cortés.
Volvió a México como consecuencia de una sinapsis súbita, en la que convergieron su pasión por un físico llamado Andrés, y su vieja obsesión por dilucidar la naturaleza del contenido de ese antiguo recipiente de vidrio soplado. Sacó a su nuevo novio de la pista académica en la que éste se encontraba, lo remolcó hasta el aeropuerto de Orly, de allí al de la ciudad de México, lo condujo hasta un hotel del centro en el que dejaron las maletas y luego ambos se dirigieron a la casa de los padres de ella, con el doble propósito de depositar sus respectivos menajes y, sobre todo, de recuperar el frasco. Al subir a su bodega entrañable, la encontró convertida en un pequeño ambiente iluminado, vacío, estúpido y oloroso a desinfectante: su madre había dado rienda suelta a esa barbaridad en aras de la limpieza y el orden, como dice Lillian, y había arrasado con todo el misterio y las riquezas incomprensibles que se almacenaban en ese espacio.
Al ver la habitación vacía, Jacinta sufrió una demolición interior, se arrodilló y rompió en sollozos. Olvidó el recipiente del almero y lloró por otra pérdida: la de su refugio, su reino mágico, su pequeño palacio polvoriento. Y volvió a ser niña.
Hasta ese momento, Andrés había renunciado a cualquier análisis racional de su propia situación y se había dejado llevar por la atracción insólita que sentía por Jacinta: una atracción, tan urgente como permanente, que enviaba a un segundo plano el conjunto de los que habían sido, hasta que la conoció, su interés principal: escudriñar los rincones más inaccesibles de la materia y de la energía y realizar aportaciones de peso a la comprensión de la realidad. Su carrera académica había sido continua y brillante, pero no la impulsaba un afán de protagonismo sino un propósito de trascendencia. Al igual que los físicos geniales de la vieja escuela, aspiraba a construir cimientos para la filosofía. Lo de la supuesta alma enfrascada le abrió la oportunidad de regalarse un respiro, de iniciar un paréntesis de vacación en el mundo mental metódico, riguroso y exigente en el que había vivido hasta entonces, y se dejó llevar. “Una aventura disparatada junto a una mujer que me encanta –pensó–; tengo que darme chance, y ya después retomaré mi vida”.
Berlusconi: ¿principio del fin?
El Tribunal Constitucional italiano determinó ayer la inconstitucionalidad del llamado laudo Alfano, una disposición legal impuesta por la mayoría parlamentaria para garantizar la impunidad del primer ministro Silvio Berlusconi. Ese fallo desbloquea los procesos judiciales contra el magnate que encabeza el gobierno de Italia y, de esa manera, abre una perspectiva de restauración democrática y republicana en esa nación mediterránea. Tras señalar que la inmunidad jurídica que Berlusconi se concedió a sí mismo por medio de sus diputados viola el principio de igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, el máximo tribunal posibilita la continuación de los juicios por corrupción que habían quedado suspendidos, especialmente uno por un soborno de 600 mil dólares al abogado inglés David Mills, para que rindiera falso testimonio, y otro por la compra ilegal de derechos televisivos –en lo que parece ser un caso de lavado de dinero– por parte de Mediaset, el cuasi monopolio mediático propiedad de Berlusconi, por añadidura.
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Alos trabajadores de la Compañía de Luz, en estos momentos difíciles, les sugiero que se unan pero en serio, ya que la nueva estrategia del gobierno federal es divídelos y vencerás, si los trabajadores votaron por uno o por otro candidato. Creo que es el momento de que se olviden de eso y se unan por un fin común: salvar la autonomía del Sindicato Mexicano de Electricistas, que es uno de los pocos que quedan como democráticos e independientes y donde no interviene Elba Esther Gordillo, en hora buena por esa unidad y mucha suerte.
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En la desbocada acometida del gobierno federal contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se han utilizado todos los recursos. En primer lugar, mezclar un diferendo interno del gremio vinculado con la conocida toma de nota, con la situación de la empresa y su contratación colectiva; y en segundo término, implementar una campaña en contra de los trabajadores y sindicatos del país, como si todos fueran de la misma calaña. Para ello, el gobierno se ha apoyado de algunas plumas, televisoras y vergonzosos desplegados, varios de ellos suscritos por personajes de reputación muy dudosa, que buscan generar encono contra los trabajadores del país, particularmente de los electricistas a partir de verdades a medias, aprovechando la legítima irritación del público usuario por las limitaciones del servicio eléctrico, pretendiendo convencernos de que todos los males de Luz y Fuerza del Centro provienen de la conducta de sus trabajadores, evadiendo la propia responsabilidad gubernamental. En este conflicto, resulta esencial poner cada tema en su lugar para no ser parte de este linchamiento: el papel que de acuerdo con nuestras leyes corresponde a la autoridad laboral registradora, la solución del diferendo interno del gremio en un entorno de autonomía y democracia, y la necesidad de que la empresa cumpla con las exigencias propias del servicio público que presta.
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No estaba en Pittsburg, por cierto, el puente aludido en la pieza de Arthur Miller, si bien la reunión del G-20 la semana pasada acepta la lectura dramática de los intercambios entre algunos de sus personajes. Como en el segundo trimestre del año las economías de Alemania, Francia y Japón mostraron leves crecimientos y la de Estados Unidos apenas decreció –mientras la mexicana se desplomaba en caída libre– casi todo mundo habló de reactivación y de cómo, en palabras de Paul Krugman, se evitó una segunda Gran Depresión gracias al tan vilipendiado Big Government, que intervino en forma masiva en los rescates financieros y en programas de gasto anticíclico, a ambos lados del Atlántico. Así lo expresaron en su comunicado los gobernantes del G-20: Nuestra enérgica respuesta contribuyó a detener la peligrosa y aguda caída de la actividad económica global y a estabilizar los mercados financieros... Nuestros compromisos nacionales para restaurar el crecimiento se expresaron en el estímulo fiscal y monetario más cuantioso y coordinado de que se tenga memoria. Juntos incrementamos drásticamente los recursos destinados a evitar que la crisis se extendiera alrededor del mundo. Nuestras acciones para reparar sistemas de regulación destruidos e implementar reformas de fondo reducen el riesgo de que los excesos financieros desestabilicen de nuevo la economía mundial. El espectáculo casi olvidado de los gobiernos interviniendo sin remilgos para reparar las fallas de los mercados fue el de mayor relieve en el panorama desde Pittsburg.
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No quisiera parecer exagerado, pero es mi convicción que las ultraderechas, que parecían fuera de foco hace todavía 20 años, se han fortalecido y han aumentado su beligerancia en el mundo y en México en particular. Ahora son más evidentes, digámoslo así.
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Primera. Antes de despedirse del cargo, pero a tiempo de ganarse el cielo, el alcalde panista de Celaya, Gerardo Hernández Gutiérrez, con lágrimas en las pupilas, inauguró una estatua de 10 metros consagrada a la Virgen de la Purísima Concepción, patrona de la ciudad fundada por los españoles en el siglo XVI. Realizada por el escultor Ricardo Motilla, la obra formará parte de un ciclópeo monumento que incluirá dos puertas de 25 metros con los nombres de los héroes de la Independencia y la Revolución, más las efigies de los fundadores que dan nombre a la glorieta que, de aquí en adelante, será el nuevo símbolo de Celaya.
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En algunos días más el Senado recibirá del Presidente de la República dos ternas para ocupar el par de vacantes que se producirán en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Será una de las decisiones más relevantes que tengan que tomar los senadores durante su gestión, porque quienes sean designados ocuparán el cargo de ministros por un periodo de 15 años, durante los cuales participarán en la decisión de los asuntos más relevantes que impactan en la conformación de nuestra democracia y le dan contenido a los derechos de las personas.
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La dictadura hondureña y sus patrocinadores se emplean a fondo para lograr el reconocimiento internacional de las elecciones del 29 de noviembre, fórmula mágica que supuestamente borraría los crímenes que ha cometido y el carácter ilegal e ilegítimo de sus actos. Que la OEA, la ONU y la Unión Europea envíen observadores y den como buenos unos comicios organizados por fascistas con candidatos presidenciales y un Tribunal Electoral golpistas. En apoyo a esta farsa han desfilado en los últimos día por Tegucigalpa varios legisladores estadunidenses de ultraderecha partidarios del gorilato. Pero la lista no estaría completa sin la presencia de los tres diputados de origen cubano por Florida, Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln y Mario Díaz-Balart, los que de modo ostensible vivieron horas de auténtico éxtasis junto a los más relevantes personeros del régimen golpista. Es natural, ardientes admiradores de dictadores como Batista, Somoza, Trujillo y Pinochet, ¿en compañía de quiénes podrían sentirse más a gusto y recibir más apapachos que de los actuales inquilinos de la Casa de Gobierno en Tegucigalpa? Además, debe reconocerse, la oligarquía del país centroamericano siempre ha dispuesto un espacio generoso, sea para la contrarrevolución (anti)cubana o cualquiera otra de las fuerzas de ultraderecha del área. Por su parte, la extrema derecha de origen cubano de Miami le enfiló los cañones al presidente Manuel Zelaya en cuanto se percató de su proyecto de reformas sociales y su intención de ingresar a la Alba, de la misma manera que ha apoyado el golpe desde el primer día e, incluso, conviene recordarlo, varios de sus miembros, como Otto Reich y el propio embajador yanqui Hugo Llorens, intervinieron en su preparación, denuncia formulada por Fidel Castro que nadie ha desmentido.
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La intensificación y ampliación de la proyección militar de Estados Unidos sobre América Latina ocurre cuando se agudiza una crisis de acumulación detectada desde hace 40 años, que adquirió manifestaciones sólo comparables con la gran depresión. No es asunto cíclico sino estructural. La fuerte militarización y para-militarización de esa política exterior, síntoma de debilitamiento hegemónico, es expresión de la existencia de un conjunto de límites inevitables, pero también de resistencias monopólicas (paradigmáticas) y fracasos históricos, tácticos y estratégicos.
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Para ser obra de un laureado autor español y como texto dramático que recibió la presea Escalante Teatral que otorga el Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica a la mejor obra de teatro hispana, Hamlet García resulta decepcionante y se podría decir que hasta mediocre. Empezando por el título, que ve al difícil y estudiado personaje shakespereano bajo la óptica del más rudimentario lugar común al compararlo con los cuatro seres de la obra, supuestamente por la incapacidad del actante clásico y de los creados por Miguel Morillo Acedo de asumir responsabilidades en un mundo erizado de violencia y de escollos. ¿Es que Hamlet es sólo eso? ¿Y los personajes del dramaturgo español tienen un trazo que evoque, aun en la chatura de esta interpretación, la evasión de responsabilidades? Aun el casi autista y misántropo personaje interpretado por Bernardo Benítez asume sus tareas y va y viene del trabajo. Que sean insignificantes en el concierto social no los convierte en dubitativos e incapaces, quizás únicamente en solitarios.
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En mi memoria, sigo eternamente en Jaipur.
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Lydia CachoPlan B
08 de octubre de 2009
Literatura y pederastia: un debate
¿Es censura pedirle a un autor no filmar una apología de la trata de menores con fines sexuales? El lunes escribí sobre este tema y recibí cientos de comentarios a favor y en contra.
Es un tema delicado. Cuestionar por razones éticas una obra literaria abre un sendero peligroso porque puede conducir a la censura disfrazada con pretextos subjetivos. Sin duda, el arte puede y debe abordar temas que dan cuenta de los abismos del alma humana y la perversidad de algunas prácticas sociales.
Eso no significa que las y los artistas queden desvinculados moralmente de las consecuencias de sus obras. ¿Debemos difundir un texto que hace una apología de la tortura? ¿En nombre del arte debemos aceptar películas que promuevan la violación de menores?
El problema no es que Gabriel García Márquez haya escrito una obra sobre un pederasta, sino el tratamiento condescendiente y cómplice de un anciano que hace comprar una niña que es drogada para prostituirla.
Succar Kuri se “enamoraba” de las niñas de las que abusaba y cuyas vidas destruía, convencido de que a ellas les gustaba, y que la prostitución las sacaba de la pobreza. El pederasta y el violador suelen autojustificarse bajo la pretensión de que sus víctimas llegarán a disfrutarlo o, incluso, a enamorarse.
Justamente ese es el corolario de la novela de García Márquez y de allí su impacto. El embellecimiento de la pederastia manejada como una historia de amor entre un anciano y una niña de 13 no sólo es inmoral, sino también inverosímil. Ese es el problema. Una película termina legitimando a todo aquél que quiera abusar de un niño o una niña bajo el “poético” pretexto de haberse enamorado. Cada día desaparecen niñas en México porque un hombre exigió una menor en un prostíbulo.
Nadie está negando el extraordinario aporte de García Márquez a la literatura ni su derecho a publicar. La pregunta de fondo es si sus méritos lo eximen, junto a los productores, de la responsabilidad moral al masificar un tema tan delicado como la trata de niñas desde una perspectiva romántica.
Literatura y pederastia: un debate
¿Es censura pedirle a un autor no filmar una apología de la trata de menores con fines sexuales? El lunes escribí sobre este tema y recibí cientos de comentarios a favor y en contra.
Es un tema delicado. Cuestionar por razones éticas una obra literaria abre un sendero peligroso porque puede conducir a la censura disfrazada con pretextos subjetivos. Sin duda, el arte puede y debe abordar temas que dan cuenta de los abismos del alma humana y la perversidad de algunas prácticas sociales.
Eso no significa que las y los artistas queden desvinculados moralmente de las consecuencias de sus obras. ¿Debemos difundir un texto que hace una apología de la tortura? ¿En nombre del arte debemos aceptar películas que promuevan la violación de menores?
El problema no es que Gabriel García Márquez haya escrito una obra sobre un pederasta, sino el tratamiento condescendiente y cómplice de un anciano que hace comprar una niña que es drogada para prostituirla.
Succar Kuri se “enamoraba” de las niñas de las que abusaba y cuyas vidas destruía, convencido de que a ellas les gustaba, y que la prostitución las sacaba de la pobreza. El pederasta y el violador suelen autojustificarse bajo la pretensión de que sus víctimas llegarán a disfrutarlo o, incluso, a enamorarse.
Justamente ese es el corolario de la novela de García Márquez y de allí su impacto. El embellecimiento de la pederastia manejada como una historia de amor entre un anciano y una niña de 13 no sólo es inmoral, sino también inverosímil. Ese es el problema. Una película termina legitimando a todo aquél que quiera abusar de un niño o una niña bajo el “poético” pretexto de haberse enamorado. Cada día desaparecen niñas en México porque un hombre exigió una menor en un prostíbulo.
Nadie está negando el extraordinario aporte de García Márquez a la literatura ni su derecho a publicar. La pregunta de fondo es si sus méritos lo eximen, junto a los productores, de la responsabilidad moral al masificar un tema tan delicado como la trata de niñas desde una perspectiva romántica.
Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
Desigualdad: la herida abierta
En este país, sólo hay un problema más grave que la pobreza y es la desigualdad. Porque en los últimos 20 años hay cada vez más pobres. Pero en el mismo lapso cada vez somos más desiguales.
Todos los datos, igual del INEGI, la ONU, nuestra UNAM, el Tec de Monterrey y el sector privado, apuntan a lo mismo: en México, cada vez menos tienen más y cada vez más tienen menos. Baste decir que 10% de la población privilegiada con los mayores ingresos recibe más de 40% de la riqueza nacional. Y si me apuran, unas cuantas decenas de familias son los accionistas mayoritarios del país. Mientras que 60% de los más pobres recibe apenas la cuarta parte del PIB; de ellos, 11 millones sobreviven en casas con pisos de tierra y 2 mil pesos al mes. En materia de equidad social, ocupamos el lugar número 91 entre 124 países. Por supuesto que en América Latina somos los campeones indiscutibles en desigualdad.
Y no se trata nada más de lo económico. La desigualdad se manifiesta en todos los órdenes de la vida: en la justicia, no es casual que 90 de cada 100 presos de nuestras cárceles sean pobres; en la educación todavía tenemos un ominoso rezago de 6 millones de analfabetas y suman también millones los jóvenes que jamás podrán terminar su educación superior. La desigualdad también nos marca brutalmente entre un norte rico como en San Pedro Garza García, Nuevo León, donde el ingreso por persona es de 462 mil pesos anuales, frente a un sur pobre como en Santiago el Pinar, Chiapas, donde sus habitantes ganan apenas 8 mil pesos al año. También somos profundamente desiguales en el racismo y el sexismo: no hay mexicanos de rasgos indígenas ya no digamos en algún Consejo de Administración, sino ni siquiera como gerentes de banco; en la mayor parte del país las mujeres ganan hasta 14 veces menos que los hombres por el mismo trabajo y hay estados donde robarse una vaca es un delito grave pero no lo es golpear a una mujer.
La desigualdad es también una carga brutal que, aunque suene muy cruel, pagamos los causantes cautivos en programas asistencialistas de alimentación, salud y viviendas misérrimas en lugar de inversión productiva.
En los meses recientes he estado reporteando en los lugares donde la desigualdad se manifiesta más inmisericorde porque coexisten —a veces a metros de distancia— los miserables con los inmensamente ricos: en las colonias periféricas de Cancún, donde la gente se suicida el triple que en el resto del país, hay familias que sobreviven con 50 mil pesos al año, que es menos de la tarifa de 5 mil dólares al día de algunos hoteles donde ellos trabajan; en Monterrey ya han hecho versiones regias de murallas chinas para que los pobres no molesten a los ricos; en Guadalajara, escalofrían barrios como La boca del lobo; y en el DF, basta cruzar el Puente de Los Poetas para deslumbrarse con el Santa Fe ostentoso y simplemente girar la vista para encontrarse con el Santa Fe apenas colgado de las barrancas.
Pese a todo, aún abrigo la convicción de que todavía hay un México posible. Si logramos ponernos de acuerdo.
En este país, sólo hay un problema más grave que la pobreza y es la desigualdad. Porque en los últimos 20 años hay cada vez más pobres. Pero en el mismo lapso cada vez somos más desiguales.
Todos los datos, igual del INEGI, la ONU, nuestra UNAM, el Tec de Monterrey y el sector privado, apuntan a lo mismo: en México, cada vez menos tienen más y cada vez más tienen menos. Baste decir que 10% de la población privilegiada con los mayores ingresos recibe más de 40% de la riqueza nacional. Y si me apuran, unas cuantas decenas de familias son los accionistas mayoritarios del país. Mientras que 60% de los más pobres recibe apenas la cuarta parte del PIB; de ellos, 11 millones sobreviven en casas con pisos de tierra y 2 mil pesos al mes. En materia de equidad social, ocupamos el lugar número 91 entre 124 países. Por supuesto que en América Latina somos los campeones indiscutibles en desigualdad.
Y no se trata nada más de lo económico. La desigualdad se manifiesta en todos los órdenes de la vida: en la justicia, no es casual que 90 de cada 100 presos de nuestras cárceles sean pobres; en la educación todavía tenemos un ominoso rezago de 6 millones de analfabetas y suman también millones los jóvenes que jamás podrán terminar su educación superior. La desigualdad también nos marca brutalmente entre un norte rico como en San Pedro Garza García, Nuevo León, donde el ingreso por persona es de 462 mil pesos anuales, frente a un sur pobre como en Santiago el Pinar, Chiapas, donde sus habitantes ganan apenas 8 mil pesos al año. También somos profundamente desiguales en el racismo y el sexismo: no hay mexicanos de rasgos indígenas ya no digamos en algún Consejo de Administración, sino ni siquiera como gerentes de banco; en la mayor parte del país las mujeres ganan hasta 14 veces menos que los hombres por el mismo trabajo y hay estados donde robarse una vaca es un delito grave pero no lo es golpear a una mujer.
La desigualdad es también una carga brutal que, aunque suene muy cruel, pagamos los causantes cautivos en programas asistencialistas de alimentación, salud y viviendas misérrimas en lugar de inversión productiva.
En los meses recientes he estado reporteando en los lugares donde la desigualdad se manifiesta más inmisericorde porque coexisten —a veces a metros de distancia— los miserables con los inmensamente ricos: en las colonias periféricas de Cancún, donde la gente se suicida el triple que en el resto del país, hay familias que sobreviven con 50 mil pesos al año, que es menos de la tarifa de 5 mil dólares al día de algunos hoteles donde ellos trabajan; en Monterrey ya han hecho versiones regias de murallas chinas para que los pobres no molesten a los ricos; en Guadalajara, escalofrían barrios como La boca del lobo; y en el DF, basta cruzar el Puente de Los Poetas para deslumbrarse con el Santa Fe ostentoso y simplemente girar la vista para encontrarse con el Santa Fe apenas colgado de las barrancas.
Pese a todo, aún abrigo la convicción de que todavía hay un México posible. Si logramos ponernos de acuerdo.
Miguel Carbonell
No tenemos estadistas0
8 de octubre de 2009
Haga la prueba el lector con el dirigente político que tenga más a mano, ya sea un diputado, un senador, un secretario de Estado o un simple presidente municipal: pregúntele dónde estaremos ubicados —dentro de su área de responsabilidad— dentro de 20 años. Le apuesto doble contra sencillo a que 99% de nuestros gobernantes no podrán ofrecer ninguna respuesta con fundamento: no tienen ni la menor idea de dónde podría o debería ir el país ni tampoco del rumbo que corresponde a su ámbito particular de actuación.
Sus problemas son otros: los pequeños pleitos de cada día, la respuesta para el editorial de hoy o el de ayer, la reunión de hace una hora, la que tendrá lugar en la tarde, la grilla con el partido, el halago al líder, la búsqueda de la siguiente chamba o al menos de la siguiente quincena. Nada más. No son capaces de elevar la mirada, aislarse por un momento de la cotidianidad que los atenaza e intentar ver el país desde arriba, desde donde solamente lo pueden ver los estadistas. No los tenemos, no existen entre nosotros esa clase de políticos. No hemos conocido a los grandes timoneles que deberían haber guiado nuestra transición democrática y que ahora deberían estar al mando de nuestro proceso de consolidación.
Por eso el país navega sin rumbo; cada año descubrimos nuestras grandes fallas fiscales e intentamos reinventar el sistema tributario: un año baja el Impuesto Sobre la Renta y al siguiente sube, un año aplicamos impuestos al consumo y luego los desechamos. El país sigue a la deriva mientras nuestros diputados creen que es posible reinventarlo por medio de una varita mágica, como si no hubiera habido nada antes de ellos ni fuera a haberlo después.
Son hombres y mujeres que no han sabido, no sabrán y nunca podrán estar a la altura de los tiempos que les ha tocado vivir. Ni uno de ellos tiene la mitad de visión de mediano y largo plazo que tuvieron en su momento personajes como Winston Churchill, Jacques Delors, Felipe González, François Miterrand, Bill Clinton, Fernando H. Cardoso o Ricardo Lagos, por citar algunos ejemplos evidentes.
Y lo peor es que, además de no ser estadistas, tampoco son buenos gestores de la cotidianidad. No pueden resolver los grandes problemas porque no alcanzan ni siquiera a verlos, pero tampoco arreglan los pequeños porque superan ampliamente sus capacidades de gestión e intermediación. Son malos políticos y malos gestores.
Por si lo anterior fuera poco, ni siquiera son buenos para suscitar esperanzas, para crear ilusiones de renovación y superación, para hablarles a todos los mexicanos y unirlos en alguna causa común. Si uno compara los discursos del presidente Obama o de Nicolas Sarkozy (o incluso de Michelle Bachelet o de Lula Da Silva, para citar un par de casos de nuestro subcontinente) con los de nuestros “héroes locales”, casi dan ganas de llorar. Son pésimos oradores, vagos en sus ideas, inclementes con la sintaxis, con tropezones en el campo de la pronunciación y planos en la entonación. No convencen a nadie. Los oye uno en la tele o en la radio y dan ganas de apagarle o de cambiar de estación.
Pero su mediocridad absoluta, su escaso nivel intelectual, su propensión reiterada a la mentira y su oscuridad discursiva no obstaculizan en modo alguno su altanería y su soberbia: sienten que están prestando grandes servicios a la patria y que nosotros, como si fuéramos hijos agradecidos, deberíamos cuidarlos hasta el fin de sus días y reconocerles todo lo que hicieron por nosotros.
Una cosa es cierta: o nos deshacemos pronto de ellos y ponemos a los mejores mexicanos al mando, o nunca abandonaremos el estado de absoluta postración en el que nos encontramos. Y en esto no hay atajos ni renuncias voluntarias. Cada quien debe jugar su papel.
www.miguelcarbonell.com
Investigador del IIJ-UNAM
Haga la prueba el lector con el dirigente político que tenga más a mano, ya sea un diputado, un senador, un secretario de Estado o un simple presidente municipal: pregúntele dónde estaremos ubicados —dentro de su área de responsabilidad— dentro de 20 años. Le apuesto doble contra sencillo a que 99% de nuestros gobernantes no podrán ofrecer ninguna respuesta con fundamento: no tienen ni la menor idea de dónde podría o debería ir el país ni tampoco del rumbo que corresponde a su ámbito particular de actuación.
Sus problemas son otros: los pequeños pleitos de cada día, la respuesta para el editorial de hoy o el de ayer, la reunión de hace una hora, la que tendrá lugar en la tarde, la grilla con el partido, el halago al líder, la búsqueda de la siguiente chamba o al menos de la siguiente quincena. Nada más. No son capaces de elevar la mirada, aislarse por un momento de la cotidianidad que los atenaza e intentar ver el país desde arriba, desde donde solamente lo pueden ver los estadistas. No los tenemos, no existen entre nosotros esa clase de políticos. No hemos conocido a los grandes timoneles que deberían haber guiado nuestra transición democrática y que ahora deberían estar al mando de nuestro proceso de consolidación.
Por eso el país navega sin rumbo; cada año descubrimos nuestras grandes fallas fiscales e intentamos reinventar el sistema tributario: un año baja el Impuesto Sobre la Renta y al siguiente sube, un año aplicamos impuestos al consumo y luego los desechamos. El país sigue a la deriva mientras nuestros diputados creen que es posible reinventarlo por medio de una varita mágica, como si no hubiera habido nada antes de ellos ni fuera a haberlo después.
Son hombres y mujeres que no han sabido, no sabrán y nunca podrán estar a la altura de los tiempos que les ha tocado vivir. Ni uno de ellos tiene la mitad de visión de mediano y largo plazo que tuvieron en su momento personajes como Winston Churchill, Jacques Delors, Felipe González, François Miterrand, Bill Clinton, Fernando H. Cardoso o Ricardo Lagos, por citar algunos ejemplos evidentes.
Y lo peor es que, además de no ser estadistas, tampoco son buenos gestores de la cotidianidad. No pueden resolver los grandes problemas porque no alcanzan ni siquiera a verlos, pero tampoco arreglan los pequeños porque superan ampliamente sus capacidades de gestión e intermediación. Son malos políticos y malos gestores.
Por si lo anterior fuera poco, ni siquiera son buenos para suscitar esperanzas, para crear ilusiones de renovación y superación, para hablarles a todos los mexicanos y unirlos en alguna causa común. Si uno compara los discursos del presidente Obama o de Nicolas Sarkozy (o incluso de Michelle Bachelet o de Lula Da Silva, para citar un par de casos de nuestro subcontinente) con los de nuestros “héroes locales”, casi dan ganas de llorar. Son pésimos oradores, vagos en sus ideas, inclementes con la sintaxis, con tropezones en el campo de la pronunciación y planos en la entonación. No convencen a nadie. Los oye uno en la tele o en la radio y dan ganas de apagarle o de cambiar de estación.
Pero su mediocridad absoluta, su escaso nivel intelectual, su propensión reiterada a la mentira y su oscuridad discursiva no obstaculizan en modo alguno su altanería y su soberbia: sienten que están prestando grandes servicios a la patria y que nosotros, como si fuéramos hijos agradecidos, deberíamos cuidarlos hasta el fin de sus días y reconocerles todo lo que hicieron por nosotros.
Una cosa es cierta: o nos deshacemos pronto de ellos y ponemos a los mejores mexicanos al mando, o nunca abandonaremos el estado de absoluta postración en el que nos encontramos. Y en esto no hay atajos ni renuncias voluntarias. Cada quien debe jugar su papel.
www.miguelcarbonell.com
Investigador del IIJ-UNAM
Rosario Ibarra
Crimen atávico
“¿A quién le importa la tortura policial?”, era el nombre de un artículo que se publicó en estas mismas páginas hace apenas dos días. Leerlo y sacudirse dentro de mí el torbellino de dolorosos recuerdos que guarda mi memoria fue todo uno.
Inicia el texto con la narración de algo insólito que sucedió en Monterrey: la proyección en el noticiario Telediario de aquella ciudad de “imágenes de policías municipales torturando a una persona con una tabla, en las celdas del municipio de Apodaca, Nuevo León”.
¡Con una tabla! Y brotó en mi mente el recuerdo de aquel jovencito de 22 años que llegó un día a mi puerta a entregarme el testimonio de lo que vio y sufrió en las instalaciones de la Dirección Federal de Seguridad (DFS, Circular de Morelia número 8, colonia Roma, DF), feudo terrorífico de Nazar Haro en aquellos años.
Escribió el joven Domingo que los pusieron en fila a él y a dos amigos suyos, y que con una tabla les pegaban en muslos, espinillas y glúteos, que el dolor era intensísimo y que gradualmente subían los golpes a los testículos, al abdomen y al pecho. Los tres cayeron al suelo y casi inconscientes los aventaron al interior de un vehículo, y que sintieron que Sofonías rodaba y les caía encima y que su cuerpo estaba muy frío.
Los encerraron en un sótano del Campo Militar Número Uno y jamás supieron qué pasó con el cadáver de Sofonías. Domingo y 147 personas más salieron del fatídico campo por la presión ejercida por miles de mexicanos y de ciudadanos de otros países solidarios en la lucha por la libertad y la justicia, pero poco tiempo después el joven Domingo murió en una emboscada y su cuerpo nunca fue entregado a sus familiares, lo que es también una forma de tortura.
Sentada, con el periódico en las manos, quedé mucho tiempo sumergida en el recuerdo de los relatos escuchados durante tantos años... Que si “lo primero que me hicieron fue el teléfono... los golpes fuertes sobre las orejas que te sacuden los sesos y te dejan sordo por algún tiempo... si te va bien”. “Y los toques en los dientes y, si cierras la boca, te queman la cara... y en los testículos... no puedes imaginar lo que se siente...”
“El pollo rostizado son palabras mayores. Te cuelgan amarrado de un tubo y sientes el calor de la lumbre debajo y piensas que te van a dejar caer a las llamas...”
Y me llega a la mente el recuerdo de otro joven que perdió un brazo, porque Nazar Haro lo tuvo colgado tres días.
“¿Y el pozole o la pozoleada? Es un tambo enorme lleno de agua sucia en donde se orinan los judiciales. Te amarran las manos a la espalda y te meten la cabeza a esa agua inmunda hasta que casi te ahogas, y lo repiten hasta que dices lo que ellos quieren que digas...”
Me llegó a la mente el recuerdo de mi pobre esposo, que fue sacado de su consultorio una noche y que ya en las instalaciones de la policía judicial, semidesnudo y golpeado a sus 62 años, lo sometieron a la asquerosa “pozoleada” para que les dijera dónde estaba mi hijo, que era ya un perseguido. Mi esposo no sabía dónde estaba, pero si lo hubiera sabido, seguro que jamás lo diría, imaginando lo que serían capaces de hacerle, ya que a él le fracturaron una vértebra, hecho que lo imposibilitó para caminar durante cinco meses.
Son tantas y tan variadas las formas de tortura de las que me he enterado, que me sacuden y me hacen sentir ira por no poder evitarlas. Es la primera vez que he leído algo sobre esa forma llena de sevicia de la conducta humana, y quiero decir que a mí sí me importa y mucho lo que el autor del artículo bautiza como “tortura policial” y que desgraciadamente no es sólo “policial”, sino que ha existido durante los años recientes en nuestro país y en la América entera, llevada a cabo por las llamadas fuerzas armadas de todos y cada uno de los países desde el río Bravo hasta la Patagonia, que son los que a mí me duelen infinitamente.
Sería interminable la narración de lo que me he enterado a lo largo de los 34 años que llevo luchando por la vida y la libertad de los desaparecidos políticos y por justicia para los que llenan las cárceles. Ojalá que muchos sean capaces de sentir aborrecimiento a la tortura y que imaginen que cualquiera puede llegar a ser víctima de ese odioso crimen atávico.
Dirigente del comité ¡Eureka!
“¿A quién le importa la tortura policial?”, era el nombre de un artículo que se publicó en estas mismas páginas hace apenas dos días. Leerlo y sacudirse dentro de mí el torbellino de dolorosos recuerdos que guarda mi memoria fue todo uno.
Inicia el texto con la narración de algo insólito que sucedió en Monterrey: la proyección en el noticiario Telediario de aquella ciudad de “imágenes de policías municipales torturando a una persona con una tabla, en las celdas del municipio de Apodaca, Nuevo León”.
¡Con una tabla! Y brotó en mi mente el recuerdo de aquel jovencito de 22 años que llegó un día a mi puerta a entregarme el testimonio de lo que vio y sufrió en las instalaciones de la Dirección Federal de Seguridad (DFS, Circular de Morelia número 8, colonia Roma, DF), feudo terrorífico de Nazar Haro en aquellos años.
Escribió el joven Domingo que los pusieron en fila a él y a dos amigos suyos, y que con una tabla les pegaban en muslos, espinillas y glúteos, que el dolor era intensísimo y que gradualmente subían los golpes a los testículos, al abdomen y al pecho. Los tres cayeron al suelo y casi inconscientes los aventaron al interior de un vehículo, y que sintieron que Sofonías rodaba y les caía encima y que su cuerpo estaba muy frío.
Los encerraron en un sótano del Campo Militar Número Uno y jamás supieron qué pasó con el cadáver de Sofonías. Domingo y 147 personas más salieron del fatídico campo por la presión ejercida por miles de mexicanos y de ciudadanos de otros países solidarios en la lucha por la libertad y la justicia, pero poco tiempo después el joven Domingo murió en una emboscada y su cuerpo nunca fue entregado a sus familiares, lo que es también una forma de tortura.
Sentada, con el periódico en las manos, quedé mucho tiempo sumergida en el recuerdo de los relatos escuchados durante tantos años... Que si “lo primero que me hicieron fue el teléfono... los golpes fuertes sobre las orejas que te sacuden los sesos y te dejan sordo por algún tiempo... si te va bien”. “Y los toques en los dientes y, si cierras la boca, te queman la cara... y en los testículos... no puedes imaginar lo que se siente...”
“El pollo rostizado son palabras mayores. Te cuelgan amarrado de un tubo y sientes el calor de la lumbre debajo y piensas que te van a dejar caer a las llamas...”
Y me llega a la mente el recuerdo de otro joven que perdió un brazo, porque Nazar Haro lo tuvo colgado tres días.
“¿Y el pozole o la pozoleada? Es un tambo enorme lleno de agua sucia en donde se orinan los judiciales. Te amarran las manos a la espalda y te meten la cabeza a esa agua inmunda hasta que casi te ahogas, y lo repiten hasta que dices lo que ellos quieren que digas...”
Me llegó a la mente el recuerdo de mi pobre esposo, que fue sacado de su consultorio una noche y que ya en las instalaciones de la policía judicial, semidesnudo y golpeado a sus 62 años, lo sometieron a la asquerosa “pozoleada” para que les dijera dónde estaba mi hijo, que era ya un perseguido. Mi esposo no sabía dónde estaba, pero si lo hubiera sabido, seguro que jamás lo diría, imaginando lo que serían capaces de hacerle, ya que a él le fracturaron una vértebra, hecho que lo imposibilitó para caminar durante cinco meses.
Son tantas y tan variadas las formas de tortura de las que me he enterado, que me sacuden y me hacen sentir ira por no poder evitarlas. Es la primera vez que he leído algo sobre esa forma llena de sevicia de la conducta humana, y quiero decir que a mí sí me importa y mucho lo que el autor del artículo bautiza como “tortura policial” y que desgraciadamente no es sólo “policial”, sino que ha existido durante los años recientes en nuestro país y en la América entera, llevada a cabo por las llamadas fuerzas armadas de todos y cada uno de los países desde el río Bravo hasta la Patagonia, que son los que a mí me duelen infinitamente.
Sería interminable la narración de lo que me he enterado a lo largo de los 34 años que llevo luchando por la vida y la libertad de los desaparecidos políticos y por justicia para los que llenan las cárceles. Ojalá que muchos sean capaces de sentir aborrecimiento a la tortura y que imaginen que cualquiera puede llegar a ser víctima de ese odioso crimen atávico.
Dirigente del comité ¡Eureka!
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