Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Sin mediar ninguna pregunta de Joaquín López-Dóriga, el conductor de El Noticiero, edición estelar del Canal de las Estrellas, el candidato presidencial de lo que ya nombran como Movimiento Progresista, explicó ante el silencio sepulcral del primero:
“He venido sosteniendo en plazas públicas que Televisa ha venido proyectando a Peña Nieto con el propósito, la pretensión por primera vez en la historia, de imponer mediante la mercadotecnia al próximo presidente de México, esto desde luego no lo comparto” (Excélsior, 17-XI-11, página 8). Milenio Diario omitió, por cierto, esta parte medular del planteamiento, en el que también se reivindicó al sufragio universal y secreto como expresión básica de la soberanía popular.
La sorpresiva introducción del candidato presidencial –presentado como “precandidato” y el penúltimo de los que desfilarán por las pantallas de la poderosísima columna vertebral del duopolio de la televisión mexicana, en una falsa presunción de equidad política–, desembocó en un “Yo quiero, como ustedes, contigo, con todos los trabajadores de Televisa, con los que tengo buena relación y respeto, y con los directivos, inaugurar una etapa nueva”.
La comparación de “todos los trabajadores”, así sean unos cuantos los de lujo, “y los directivos”, es cuando menos desafortunada, a pesar del “desencuentro” entre el de Macuspana, Tabasco, y López-Dóriga, en octubre de 2006 y que motivó “cinco años de cerrazón” del consorcio presidido por Emilio Azcárraga Jean, pues el locutor atendió a los intereses de los 13 magnates que forman parte del Consejo de Administración y no a criterios propios y mucho menos a los periodísticos. Actuó, simplemente, en tanto que empleado de la gigantesca empresa, tal y como acostumbran hacerlo también los intelectuales orgánicos que allí laboran y que con innecesario desparpajo lo presumen al aire, como recientemente lo hizo Leo Zuckermann en La Hora de Opinar.
Bajo la fórmula de “Soy partidario de la reconciliación. No odio y tenemos que sacar adelante al país sin odios y rencores”, amén de poner por delante “el interés general”, López Obrador concluyó, antes de que el reportero le hiciera preguntas a modo: “Yo ofrezco la reconciliación, te extiendo mi mano franca”, y estrechó la del sonriente periodista, pero no la de Azcárraga Jean, por lo menos no en público; sin duda será preciso que lo haga sino es que ya lo realizó sin mediar las cámaras.
Seguramente no bastará que “podamos darnos el beneficio de la duda” para que Televisa cumpla con la obligación legal de desempeñarse con equidad frente a los precandidatos Enrique Peña, Manlio Fabio Beltrones, Josefina Vázquez, Santiago Creel y Ernesto Cordero, además del virtual candidato del Movimiento Progresista.
Menos aún será viable la equidad cuando el mexiquense por sexto año consecutivo y a cargo de los impuestos de los que gobernó, entregó al consorcio mediático cuantiosas sumas que en 2011 rondan los mil millones de pesos, como lo documenta Jenaro Villamil en El sexenio de Televisa.
Queda claro que sin la venia del duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio ningún candidato estará en condiciones de arribar a Los Pinos sólo con el respaldo de los electores. Requiere los votos de los grandes electores en que desde tiempo inmemorial se convirtieron los poderes fácticos, pero son muy costosos y las facturas las paga la nación en demérito de las esperanzas de los ciudadanos, como lo muestra espléndidamente Felipe Calderón Hinojosa y, antes, Vicente Fox Quesada.
Y esto lo sabe mejor que nadie el hombre que con tanta energía y durante un quinquenio denunció sin descanso a lo que llamaba “la mafia del poder”.
Acuse de recibo
El lector Francisco Tenamaztle, pregunta sobre la Utopía anterior (López Obrador, el candidato): “Eduardo Ibarra ¿qué tiene que hacer junto a López Obrador?” Y él mismo sentencia: “Fuera traidores”… El director de la aguerrida y tenaz revista Contralínea, Miguel Badillo Cruz, afirma: “El Congreso destina partidas presupuestales al gobierno federal para que pague publicidad a los medios de comunicación. Nosotros durante cinco años hemos estado vetados de esas partidas publicitarias, por decisión de la Presidencia de la República. Ellos utilizan este mecanismo de premio y castigo. Si tú hablas bien del gobierno, dice: te doy dinero público a través de publicidad”... Y el reportero independiente Rogelio Hernández López reconfirma: “Hay pago de publicidad oficial para los medios complacientes con el gobierno, a los incómodos se les retiran dichas partidas. Esto ocurre hoy en México porque los periodistas y los medios tienen un alto grado de vulnerabilidad, especialmente los reporteros. Actualmente los mayores castigos en el país no son contra los grandes medios de prensa, como El Universal, Milenio o Televisa o Tv Azteca. Los más agraviados son los reporteros de temas policiales o de política en los estados o ciudades medianas, y los medios pequeños, sobre todo revistas incómodas como Proceso y Contralínea”.
forum@forumenlinea.com
www.forumenlinea.com
Eduardo Ibarra Aguirre
Sin mediar ninguna pregunta de Joaquín López-Dóriga, el conductor de El Noticiero, edición estelar del Canal de las Estrellas, el candidato presidencial de lo que ya nombran como Movimiento Progresista, explicó ante el silencio sepulcral del primero:
“He venido sosteniendo en plazas públicas que Televisa ha venido proyectando a Peña Nieto con el propósito, la pretensión por primera vez en la historia, de imponer mediante la mercadotecnia al próximo presidente de México, esto desde luego no lo comparto” (Excélsior, 17-XI-11, página 8). Milenio Diario omitió, por cierto, esta parte medular del planteamiento, en el que también se reivindicó al sufragio universal y secreto como expresión básica de la soberanía popular.
La sorpresiva introducción del candidato presidencial –presentado como “precandidato” y el penúltimo de los que desfilarán por las pantallas de la poderosísima columna vertebral del duopolio de la televisión mexicana, en una falsa presunción de equidad política–, desembocó en un “Yo quiero, como ustedes, contigo, con todos los trabajadores de Televisa, con los que tengo buena relación y respeto, y con los directivos, inaugurar una etapa nueva”.
La comparación de “todos los trabajadores”, así sean unos cuantos los de lujo, “y los directivos”, es cuando menos desafortunada, a pesar del “desencuentro” entre el de Macuspana, Tabasco, y López-Dóriga, en octubre de 2006 y que motivó “cinco años de cerrazón” del consorcio presidido por Emilio Azcárraga Jean, pues el locutor atendió a los intereses de los 13 magnates que forman parte del Consejo de Administración y no a criterios propios y mucho menos a los periodísticos. Actuó, simplemente, en tanto que empleado de la gigantesca empresa, tal y como acostumbran hacerlo también los intelectuales orgánicos que allí laboran y que con innecesario desparpajo lo presumen al aire, como recientemente lo hizo Leo Zuckermann en La Hora de Opinar.
Bajo la fórmula de “Soy partidario de la reconciliación. No odio y tenemos que sacar adelante al país sin odios y rencores”, amén de poner por delante “el interés general”, López Obrador concluyó, antes de que el reportero le hiciera preguntas a modo: “Yo ofrezco la reconciliación, te extiendo mi mano franca”, y estrechó la del sonriente periodista, pero no la de Azcárraga Jean, por lo menos no en público; sin duda será preciso que lo haga sino es que ya lo realizó sin mediar las cámaras.
Seguramente no bastará que “podamos darnos el beneficio de la duda” para que Televisa cumpla con la obligación legal de desempeñarse con equidad frente a los precandidatos Enrique Peña, Manlio Fabio Beltrones, Josefina Vázquez, Santiago Creel y Ernesto Cordero, además del virtual candidato del Movimiento Progresista.
Menos aún será viable la equidad cuando el mexiquense por sexto año consecutivo y a cargo de los impuestos de los que gobernó, entregó al consorcio mediático cuantiosas sumas que en 2011 rondan los mil millones de pesos, como lo documenta Jenaro Villamil en El sexenio de Televisa.
Queda claro que sin la venia del duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio ningún candidato estará en condiciones de arribar a Los Pinos sólo con el respaldo de los electores. Requiere los votos de los grandes electores en que desde tiempo inmemorial se convirtieron los poderes fácticos, pero son muy costosos y las facturas las paga la nación en demérito de las esperanzas de los ciudadanos, como lo muestra espléndidamente Felipe Calderón Hinojosa y, antes, Vicente Fox Quesada.
Y esto lo sabe mejor que nadie el hombre que con tanta energía y durante un quinquenio denunció sin descanso a lo que llamaba “la mafia del poder”.
Acuse de recibo
El lector Francisco Tenamaztle, pregunta sobre la Utopía anterior (López Obrador, el candidato): “Eduardo Ibarra ¿qué tiene que hacer junto a López Obrador?” Y él mismo sentencia: “Fuera traidores”… El director de la aguerrida y tenaz revista Contralínea, Miguel Badillo Cruz, afirma: “El Congreso destina partidas presupuestales al gobierno federal para que pague publicidad a los medios de comunicación. Nosotros durante cinco años hemos estado vetados de esas partidas publicitarias, por decisión de la Presidencia de la República. Ellos utilizan este mecanismo de premio y castigo. Si tú hablas bien del gobierno, dice: te doy dinero público a través de publicidad”... Y el reportero independiente Rogelio Hernández López reconfirma: “Hay pago de publicidad oficial para los medios complacientes con el gobierno, a los incómodos se les retiran dichas partidas. Esto ocurre hoy en México porque los periodistas y los medios tienen un alto grado de vulnerabilidad, especialmente los reporteros. Actualmente los mayores castigos en el país no son contra los grandes medios de prensa, como El Universal, Milenio o Televisa o Tv Azteca. Los más agraviados son los reporteros de temas policiales o de política en los estados o ciudades medianas, y los medios pequeños, sobre todo revistas incómodas como Proceso y Contralínea”.
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