por Alberto Aziz Nassif
Manuel Castells, en su libro La era de la información, Vol. II, dice: “La política se ha encerrado en el espacio de los medios. Los medios se han vuelto más poderosos que nunca, tecnológica, financiera y políticamente (…) No es que los medios sean el Cuarto Poder: son más bien el campo de las luchas por el poder. La política mediática es una operación cada vez más cara, encarecida aun más por toda la parafernalia de la política informacional: encuestas, publicidad, marketing, análisis, creación de imagen y procesamiento de la información.
Los actores políticos padecen una infrafinanciación crónica y la brecha entre los gastos necesarios y los ingresos legales ha aumentado de forma exponencial (…) Esta es la matriz de la corrupción política sistémica, a partir de la cual se desarrolla una red en la sombra de negocios e intermediarios” (p. 371). Este cuadro era el escenario mediático en el que se desarrollaron las elecciones en México hasta 2006. Después de la reforma electoral de 2007 se cambió el modelo, se prohibió la compra en medios y se establecieron los tiempos del Estado para la competencia política. Este cambio liberó a los actores políticos de una soga al cuello que cada vez les apretaba más. No hay que olvidar que prácticamente siete de cada 10 pesos del financiamiento público de los partidos era para pagar tiempos en radio y televisión.
No olvidemos tampoco que había demandas ciudadanas para que hubiera menos gasto político y campañas más cortas. Esa es la razón de que ahora las campañas presidenciales sean de 90 días. No se logró reducir todo lo que se necesitaba el gasto, pero algo se hizo; tampoco se logró que las campañas fueran realmente cortas, pero sí serán espacios más acotados que en el pasado. No se logró que los medios dejaran de ser los que definieran la agenda y las finanzas de los políticos, pero sí se consiguió un contrapeso para regular su intervención y quitarles el control de la soga.
Desde 2007 los medios no han dejado de litigar en contra de la reforma, no se resignan a la pérdida económica y de control que tenían; los medios siguen siendo una parte del campo de las luchas por el poder. Ahora que se inició el periodo de intercampañas, se ha regresado al ataque. Resulta extraño que ahora los medios sí reclaman y preguntan desorientados qué pueden hacer frente al proceso electoral. Regresan a dar batalla en contra de la reforma de 2007, porque no pierden la esperanza de que el clima de animadversión que han generado, pueda llevar tarde o temprano a una contrarreforma para cambiar el modelo en favor de sus intereses.
Las reglas de 2007 son las que aprobó el Congreso de la Unión para generar mejores condiciones en la competencia. ¿Por qué tanta molestia en contra de este periodo de intercampañas? ¿Cuál es el argumento en contra de que en estas seis semanas, antes de que se inicien las campañas, se registren las plataformas electorales y se resuelvan los diferendos por la selección de candidatos? ¿Acaso se quiere otra vez campañas kilométricas que duran años y no tres meses? ¿Se pretende volver al viejo modelo de compra de tiempos en los medios? ¿Estábamos mejor cuando cada quien iniciaba su campaña cuando quería o ahora en donde todos los candidatos van a comenzar al mismo tiempo, como en cualquier competencia que se respete? ¿Era mejor meter dinero ilegal a los medios para competir como sucedió con el Pemexgate y Amigos de Fox, o resultan más equitativas las reglas actuales? En democracias mucho mejores que la nuestra en su calidad los medios están regulados y los tiempos de campaña son muchísimo más cortos que en México.
Pero ahí está el duopolio televisivo en el litigio, levantando su dedo acusador para confundir el problema y señalar que hay un atentado en contra de la libertad de expresión. No es cierto, sólo se trata prohibir la compra de tiempos. Pero el chantaje es inmenso. No hay que confundirnos, lo sustancial, lo importante es que ahora se regulan los tiempos, a pesar de que los legisladores no han terminado su tarea y le deben al país una nueva ley de medios masivos; una ley que abonaría mucho a tener mejores marcos regulatorios para una competencia equitativa. Ya tuvimos elecciones en 2009 con estas reglas y nadie preguntó qué se podía hacer en este periodo. En suma, todavía faltan muchas cosas que corregir en nuestras reglas electorales; hace falta evitar una sobrerregulación y los bandazos del Tribunal; hace falta más contundencia del IFE, pero una cosa es cierta, no estábamos mejor en 2006. En esta fase el país tomará fuerzas para resistir el bombardeo de spots que sufriremos entre abril y junio. No está mal que durante estas seis semanas no escuchemos a ningún candidato promoverse, qué alivio.
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