Alberto Aziz Nassif
Si en México no hubiera un sistema clientelar de proporciones descomunales, si los programas sociales en contra de la pobreza no fueran un instrumento para obtener votos entre los sectores pobres de la población, si no estuviera estudiado que en 2012 el principal beneficiario del voto de los pobres fue el partido gobernante, el PAN, sólo entonces se podría pensar que la famosa Cruzada Nacional contra el Hambre es una estrategia de política pública fuera de sospecha de cualquier manipulación política. Pero hay indicios que nos llevan a la sospecha o, cuando menos a la duda, de que la Cruzada puede ser una parte de la maquinaria oficial para la obtención del voto pobre.
México es el país de las elecciones permanentes, prácticamente cada año hay comicios y en 2013 habrá 14 procesos locales, entre los cuales está la gubernatura de Baja California. El programa contra el hambre arranca en 400 municipios del país y, por supuesto, estará en todos los estados con elecciones. Al ver la muestra de municipios en extrema pobreza era esperable que el programa se aplicara en esos territorios con mayor hambre. Una buena señal hubiera sido incorporarlos a todos los que tienen esa condición y después incluir al resto. La selección que hizo la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) tiene una gran cantidad de ciudades en donde la proporción de pobres extremos es baja, pero la cantidad es alta.
Hay que ver los cruces entre pobres y territorios electorales. Resulta que entre números absolutos y relativos queda una mezcla de municipios con alto nivel de urbanización y desarrollo, con municipios pobres y rurales. En esta mezcla están grandes ciudades como Monterrey, Guadalajara, Puebla y DF (tres delegaciones, Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Álvaro Obregón); otras medianas como Ciudad Juárez, Chihuahua, Torreón, Hermosillo y San Luis Potosí. En todas estas ciudades el nivel de población en condiciones pobreza extrema se encuentra entre 2 y 3%, sin embargo en términos absolutos son espacios donde ha crecido la pobreza. En cambio, no están municipios cuyos pobres extremos están por arriba del 50% y tienen un bajo nivel de desarrollo humano y en la muestra de los 400 hay ausencias notables en Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Puebla. Así hay casos que llaman la atención, por ejemplo está la ciudad de Chihuahua que tiene un 2% de pobres extremos y no están municipios serranos muy pobres como Batopilas que tiene más de 55% de pobreza extrema. También es preocupante ver cómo detrás de la violencia ha aumentado el hambre en muchas ciudades (EL UNIVERSAL, 17/II/2013).
Poco a poco el PRI ha poblado las posiciones claves para la operación de los programas sociales, como que el panismo hizo en el gobierno anterior. Estos operadores políticos tienen mucho que ver con el manejo partidista y electoral y poco con las políticas de desarrollo social. Las reglas de operación de los programas sociales permiten el manejo y control de una gran estructura social de coordinadores y vocales que representan decenas de miles de mujeres organizadas. ¿Quién vigila que esas estructuras no sean parte de la maquinaria electoral? Esas redes fácilmente conviven con operativos que buscan el voto.
Este tipo de cruzadas, copiadas de lo que hizo el gobierno de Lula en Brasil, necesitan —no sólo llevar la consigna de hambre cero—, sino de un conjunto de políticas económicas y sociales que le den integralidad a la estrategia. Por ejemplo, Brasil subió el salario mínimo y promovió el mercado interno, al mismo tiempo que hicieron programas sociales. En México, con una estrategia orientada al mercado externo y salarios bajos, seguimos atados a programas sociales compensatorios, que están lejos de resolver la pobreza. Cada vez que hay una crisis la pobreza vuelve a crecer, como sucedió entre 2008 y 2012. Por otra parte, la estructura político partidista de Brasil está muy descentralizada, de tal forma que los programas del gobierno federal no benefician directamente al partido del presidente, porque localmente es minoritario y no gobierna en la mayoría de los estados. En cambio en México el partido del presidente controla la mayoría de los gobiernos estatales, por lo cual la desviación se facilita. Si no cambia la política económica de bajos salarios será imposible que terminar con el hambre a base de despensas.
Para saber si la sospecha de manipulación política de los programas sociales es real, habría que hacer un análisis electoral comparativo del voto en esos 400 municipios. Por lo pronto, ya sabemos que el hambre es materia prima para la manipulación política.
Investigador del CIESAS
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