Porfirio Muñoz Ledo
Lo cotidiano se ha vuelto asombroso y terriblemente errático. La renuncia de un Papa, la caída de un asteroide y la amenaza de cuerpos celestes. En México la creación de grupos armados que han decidido luchar por su cuenta contra el crimen organizado y la descomposición de los organismos autónomos que fueron concebidos como instrumentos clave para la democratización del poder.
Tanto en el IFE como en el IFAI se vive una crisis moral en virtud de que los actuales procedimientos para elegir a los miembros de esos organismos no garantizan su imparcialidad ni la calidad de sus decisiones, sino antes bien el mecanismo de cuotas se reproduce en un conjunto de presiones que tuercen el sentido de las decisiones.
Ha dicho Valdés Ugalde que el vicio original consiste en que los jugadores eligen a los árbitros, en alusión a la injerencia directa de los partidos en la selección de los consejeros. Hubo un tiempo, sin embargo, en los orígenes de la transición (1994 y 1996) en que se atendía al perfil y la fama pública de las personalidades. No había terminado el régimen de partido hegemónico y las negociaciones de la oposición con el gobierno residían centralmente en encontrar personalidades a la vez distinguidas e independientes.
El pluralismo político trajo consigo un nuevo sistema de acuerdos que frecuentemente privilegió la lealtad de los designados a los diferentes partidos y corrientes. Se instauró una suerte de intercambios en el que al final de cuentas quienes mayor poder detentan en el Congreso logran influir en las determinaciones del órgano electoral. Ese mecanismo de equilibrios se presta también a la parálisis, como ocurrió durante varios meses para la designación de tres consejeros electorales.
De poco serviría que se llenaran mediante los mismos procedimientos las vacantes que se han producido si está en puertas una reforma política de gran envergadura que prevé “la creación de una autoridad electoral de carácter nacional, que se encargue tanto de las elecciones federales, como de las estatales y municipales” y habría que añadir que llevará a cabo también las consultas populares. Esperaríamos que esta vez las fuerzas políticas tomen en serio sus compromisos y procedan a emprender transformaciones de ese calado; sin olvidar que también han ofrecido “hacer del IFAI un órgano constitucional autónomo, con facultades ante todos los poderes públicos federales, facultades de revisión de los órganos locales y facultades de atracción de casos de relevancia nacional”.
Habría también que pensar los cambios que deberían introducirse en la estructura y organización del Trife, o bien su desaparición y la absorción de sus facultades por la justicia federal, como ha sido propuesto, lo que tendría la ventaja de devolver sus atribuciones en la materia a la Suprema Corte. Las nuevas causales de nulidad de las elecciones que se proponen aconsejarían el fortalecimiento del IFE, para incrementar su poder a lo largo de los procesos electorales.
Subsiste la cuestión de la designación de los consejeros de los órganos públicos autónomos, incluyendo las comisiones de derechos humanos. La solución no es fácil y es menester definir que se entiende por “ciudadanización” de esas entidades. Desde luego la intervención del Ejecutivo en las propuestas de candidatos debe eliminarse en todos los casos y estas deberían recaer en organizaciones de la sociedad civil y la academia como lo aconsejan instrumentos internacionales.
Habría que meditar en la propuesta formulada por varios analistas de introducir el factor del azar en la fase final del procedimiento, es decir que “los próximos consejeros fueran escogidos de manera aleatoria, dentro de un grupo de personas de probada capacidad e independencia”, como lo formula Ackerman. Este mecanismo de insaculación evitaría el establecimiento de viciosos compromisos con eventuales padrinos y fungiría como complemento secuencial de una lista de candidatos proveniente de la sociedad civil.
Las circunstancias que estamos padeciendo obligan a otorgar un curso prioritario a la reforma política anunciada. Tal vez todavía estemos en tiempo de volver a emprender el camino de una auténtica democracia.
Comisionado para la reforma política del Distrito Federal
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