Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
Se ve como guerra. Se padece como guerra. Aterroriza como guerra. Inmoviliza como guerra. Por eso, la de Michoacán es una guerra.
Para empezar, debemos dejar a un lado los eufemismos. Si de lo que se trata es de ordenar el caos, hay que llamar a las cosas por su nombre. ¿O seguiremos jugando llamándole “conflicto”? ¿Engañándonos con aquello de “los brotes de violencia focalizados”? ¿Intentando minimizar la hecatombe con la versión de “enfrentamientos aislados entre cárteles”? Se acabó. La de Michoacán es una guerra con todas sus letras. Y por muchas razones: se trata de aniquilar al adversario; de matar al de enfrente y a la menor sospecha, al que va pasando.
Sí, ya sé que saldrán los puristas de cubículo para decir que faltan ciertos estándares internacionales, por lo que es desproporcionada la definición. A ellos habría que decirles que, en efecto, se requieren dos adversarios y una declaración ex profeso. Y que en este caso, la única diferencia es que se han declarado, si no la guerra, sí un odio irracional unos a otros y que se trata no de dos, sino de nueve facciones en disputa territorial: el Ejército, la Marina, la Policía Federal, la Policía Estatal, las policías municipales; luego Los Caballeros Templarios y sus enemigos jurados del cártel Jalisco-Nueva Generación; complementándose la lista con los autodefensas y más recientemente con los antiautodefensas. Todos estos grupos y cada uno de sus integrantes con capacidad de fuego, cada vez más notoriamente destructiva.
Por eso, Michoacán rebasa cotidianamente nuestra capacidad de asombro. Porque, cuando ya creíamos haberlo visto todo, nos vuelve a estremecer. Como este pasado fin de semana, cuando la violencia se incrementó hasta niveles insospechados: un paisaje común de enfrentamientos a balazos, caminos tomados, bloqueos de carreteras, comercios incendiados, vehículos calcinados y regadero de muertos por todas partes; más de que los que caen en la internacionalmente clasificada como “guerra civil” siria. Por lo pronto, los autodefensas han tomado el icónico municipio de Nueva Italia, que es la segunda plaza de Los Templarios, a quienes han combatido ferozmente. Lo malo es que ahora también se endurecen los grupos que se autodenominan antiautodefensas, supuestamente auspiciados por Los Templarios.
En suma, una situación al límite que provocó una intempestiva y mediática reunión del gabinete de Seguridad con los titulares de Gobernación, Defensa, Marina, Seguridad Pública y PGR, así como el arribo efectista de decenas de vehículos militares y mil 500 nuevos agentes federales. Lo dramático es que el caos ha llegado hasta el discurso: Osorio Chong anuncia una nueva estrategia, pero “sin sustituir lo implementado hasta ahora por federales y Ejército”; asegura que “los autodefensas debilitan el Estado de derecho”, pero los invita a integrarse a los cuerpos policiales; a estas alturas anuncia un programa de capacitación policiaca y una inversión de 250 millones de pesos para ¡prevención del delito! En el mismo búnker, en Morelia, estuvo un disminuido hombre llamado Fausto Vallejo para, en una medida desesperada, anunciar que despachará “intermitentemente” en el imperio templario de Apatzingán. Por cierto, ¿de verdad no tendrá nadie que lo quiera y le hable francamente?
El caos se ha desbordado también a los medios y a las redes sociales. Antier, en el noticiero estelar nocturno y durante cuatro minutos, compareció un convaleciente doctor José Manuel Mireles para decir dos cosas: que decidió salir del ultra vigilado Médica Sur en el DF para recuperarse ¡en un lugar más seguro! Y luego —leyendo descaradamente— balbucear que aceptaba el llamado del secretario de Gobernación y de “su amigo” el gobernador para que los autodefensas entreguen las armas y regresen a sus casas. Lo malo es que minutos después —con el mismo atuendo— apareció en YouTube diciendo que nunca dijo lo que dijo. Así que son admisibles dos preguntas: ¿cuál de los dos doctores Mireles es el doctor Mireles? Y ¿a dónde diablos llevó el gobierno federal —en helicóptero, como siempre— al doctor Mireles?
Sólo falta que también intenten negar el capítulo siguiente en “La Guerra de Michoacán”. La batalla más cruenta: la toma de Apatzingán.
@RicardoRocha_MX
ddn_rocha@hotmail.com
Periodista
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