Editorial La Jornada
De
acuerdo con información difundida ayer por la agencia de noticias Dpa,
una alta funcionaria del Departamento de Estado de Estados Unidos
afirmó que es
extremadamente preocupantela violencia y la pérdida de gobernabilidad que se vive en Michoacán; caracterizó la circunstancia que atraviesa esa entidad como escenario
de comunidades que ya están bajo presión por las organizaciones narcotraficantes y criminales, y ahora se hallan en medio de una batalla entre aquellos que afirman que protegen a esas comunidades y las que las usan en su propio interés; también dijo que los ciudadanos afectados
no reciben el apoyo que necesitan del gobierno central o local. Por añadidura, la funcionaria aseguró que Estados Unidos está
listo para proporcionar asistenciaal gobierno mexicano en las labores de seguridad emprendidas hace unos días por fuerzas federales en la entidad.
Sin desconocer la gravedad de los hechos que ocurren en territorio
michoacano y el carácter preocupante que revisten para la
gobernabilidad de la región y del país, los señalamientos de la
funcionaria resultan inoportunos e improcedentes en la medida en que la
situación descrita por ella es un asunto interno de México, cuya
solución compete exclusivamente a los mexicanos. No hay razón para que
una autoridad extranjera aborde el tema ni emita opiniones en ningún
sentido en torno al asunto.
Por lo demás, el planteamiento de una eventual
asistenciadel gobierno estadunidense en el conflicto michoacano es preocupante, a la luz del precedente inmediato de una
colaboraciónentre los gobiernos de Estados Unidos y México que resultó en una supeditación del segundo al primero y en la adopción, por las autoridades del país vecino, de funciones de seguridad que corresponden exclusivamente a las nacionales.
Así
sucedió, en efecto, durante el sexenio de Felipe Calderón, en el
contexto de la Iniciativa Mérida: la inaceptable cesión de soberanía
protagonizada por la pasada administración con el pretexto de la
guerra contra el narcotráficoderivó en una dependencia casi total respecto de Washington en materia de seguridad, inteligencia y política exterior, sin que ello se haya traducido en la reducción de los niveles de violencia delictiva en nuestro país, como demuestran los enfrentamientos entre presuntos narcotraficantes y grupos de autodefensa en Michoacán. Por el contrario, el involucramiento de Estados Unidos en los ámbitos mencionados dejó como saldo multiplicación de la violencia y pérdida creciente de paz social y gobernabilidad, y de paso exhibió a Washington como aliado poco confiable e inescrupuloso, capaz de proveer de recursos bélicos a las organizaciones delictivas a las que supuestamente ayudaba a combatir, como sucedió con los operativos Rápido y furioso y Receptor abierto.
La emergencia de inseguridad e ingobernabilidad que se vive en
Michoacán es una problemática que requiere la recuperación del control
territorial por el Estado y el restablecimiento de la legalidad en los
puntos donde ha sido anulada. Un primer paso es que las autoridades
federales eviten repetir los errores que cometieron sus antecesores en
el cargo, empezando por tolerar y alentar el intervencionismo de
Washington, por norma disfrazado de asistencia militar y policial, que
empieza por lo regular en forma de declaraciones como la emitida ayer
por una fuente anónima del Departamento de Estado.
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