Pedro Echeverría V.
1. Hace dos años, aún pude ver mis artículos de redes sociales (Internet) en unos 25 lugares y, al mismo tiempo recibir unos 25 correos; hoy, según me dicen, por no participar en Facebook ni en Twitter (donde se ha volcado toda la gente) sólo me conservo en cinco publicaciones. Alguien me diría: “para qué quieres que te lean… mejor escribe, corriges y borras, porque ya no existes… ¿Crees acaso que lo que escribes sirve para algo?” Pienso muchas veces que mi amigo tiene razón porque, como preguntaría el pensador Cioran: ¿Por qué después de un libro (o un artículo) escribir otro y otro?
2. Lo que me sucede es que hace más de 50 años me clavé en la mente un insustituible dogma marxista bañado de stalinismo: “la única felicidad es luchar a diario por la revolución mundial y no hacerlo es traicionarse”; y aunque me bañé de trotskismo, luego de anarquismo y vejez para estar menos pesado y rígido, no pude suavizar el dogma. Hoy debo escribir diario uno, dos o tres artículos para no recibir el castigo de dios revolución; pero dado que no me los publican todos, aunque siempre han sido gratuitos, he pensado en pagar, aunque para conseguir dinero tenga que asaltar.
3. Con excepción del Excélsior, unomásuno, Yucatán y Por Esto, que (uno tras otro me publicaron con mucha puntualidad mis artículos durante 15 años, puedo decir que ahora en las redes sociales me siento más libre e independiente, pero quizá menos leído que antes por más que les he recortado a la mitad. Recuerdo que alguien especialista en publicación de libros me dijo: “hoy en día hay que buscar mucha ilustración y menos texto porque el pragmatismo se impuso en la mente”. Por ello pensé que en vez de exigir pago por mis artículos debo pagar por su publicación. (1/VIII/18)
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