6/04/2022

“¿Quieres ser una sugar baby?”

 

Por Gloria López

Diaconía España presenta en Metro de Madrid una campaña para alertar sobre los peligros del sugardating

Madrid, 02. jun. 2022. AmecoPress.- “¿Quieres ser una sugar baby?”, se pregunta en los carteles colocados desde el pasado viernes en puntos estratégicos del Metro de Madrid en una campaña promovida desde Diaconía España. “¿Quieres ser una sugar baby?” es la pregunta utilizada por diversas plataformas y aplicaciones móviles para “captar” a mujeres jóvenes, prometiendo dinero fácil por “acompañar” a hombres adultos, dispuestos a pagar por su compañía. Pero lo que la campaña quiere advertir es que este tipo de relaciones entre un sugar daddy –generalmente hombre, mayor y con alto poder adquisitivo– y una sugar baby –en la gran mayoría de ocasiones mujer, joven y estudiante– puede desembocar en diferentes escenarios de acoso, manipulación e incluso agresión sexual.

“Tenemos que hablar del sugardating”, insiste Eva Márquez, Coordinadora de lucha contra la trata en Diaconía España y responsable de la campaña. El fenómeno está mucho más extendido de lo que parece, los y las jóvenes lo conocen y en internet se encuentran hasta tutoriales que explican cómo declarar a Hacienda los ingresos obtenidos mediante estas relaciones. España es el quinto país en las páginas web de sugar dating con más de 400.000 personas dadas de alta. De ellas, el 63% son mujeres jóvenes estudiantes universitarias. Este gran aumento de personas que buscan ser sugar dadies y sugar babies pone de manifiesto “la necesidad de reflexionar acerca de determinadas prácticas que normalizan la violencia, el abuso y la desigualdad de género, y que suponen una clara puerta de entrada a diferentes escenarios de acoso, manipulación e incluso agresión sexual”, insiste Márquez. Para ello nace esta campaña.

Lo que aparece en las redes y en la mente de las más jóvenes como una relación comercial limpia se convierte en muchas ocasiones en violencia: “sabemos que hay chicas que quieren dejar la relación y se les amenaza con perjudicar su carrera profesional, chicas que no quieren mantener relaciones sexuales con su sugar daddy y este les amenaza con no pagar lo comprometido, que a veces para ellas significa tener que dejar los estudios, por ejemplo”, explica la coordinadora de la campaña que, a partir de numerosos testimonios ha construido la historia de Marta para ilustrar la pasarela hacia la explotación sexual en la que puede convertirse esta práctica publicitada sin ningún tipo de control por las redes.

Quizás haya que plantearse una vez más las consecuencias de la desigualdad. Quizás haya que reflexionar sobre los modelos de vida, basados en el superficial lujo, que están influyendo en lo que parte de las y los jóvenes aspiran a lograr. Quizás haya que defender una educación con espíritu crítico que cuestione roles y mandatos de género, y reflexione sobre la sexualidad y las relaciones afectivas.

Marta: "Mi vida secreta como Sugarbaby"

El bar estaba a tope, quizás porque era uno de los lugares de moda del momento. Días antes lo había comentado con una compañera de carrera que me animó a hacerlo. Era la primera vez que escuchaba el término sugarbaby.

Cuando entré ahí estaba él esperándome en la barra bebiendo un Gin-tonic. Pensé que tendría unos 20 años más que yo. Ese fue mi primer pensamiento, no sabía lo que me esperaba.

Era una oportunidad de oro para tener algo de dinero fácil para mis gastos, y por qué no, para darme algún capricho. Por eso me apetecía estar a la altura, no quería hacer el ridículo.

La verdad es que el tío no estaba nada mal, con su estilo ejecutivo desenfadado y buen rollo. Así que poco a poco, se me fueron quitando los nervios.

Fue mi compañera de clase la que me dijo que probase, total, “no tenía nada que perder”. Esa misma tarde me descargué la app y en cuestión de horas estaba entablando conversaciones con hombres que parecían tener un alto nivel de vida. Algo que ni en sueños hubiese podido alcanzar.

Yo no era una prostituta y tampoco tenía intención de serlo. Simplemente quería tener algún ingreso extra a través de estos servicios de compañía y amistad donde hombres adinerados, como él, solicitan encuentros, quizás algo de cercanía, pero siempre acordado entre ambas partes.

Después de la primera cita, fui teniendo más confianza en mí misma. De los nervios iniciales pasé a comportarme como una más dentro de su grupo de amigos y amigas. Miguel siempre me tranquilizó y me explicó que era una situación normal, además, sería beneficiosa para ambos. Yo podría pagar mis gastos sin problemas, él podría contar con una buena compañía y en el camino veríamos si nos interesaba algo más… Sus propuestas de fiestas y restaurantes se fueron ampliando a viajes y lugares a los que jamás imaginé ir. Todo iba de maravilla y en el fondo me apetecía estar más tiempo con él. Mi vida comenzaba a ser como la de esas influencers a las que seguía en Instagram.

El acuerdo era muy simple, yo le acompañaba a sus eventos, me mantenía a su nivel y podríamos divertirnos juntos. Por su parte, él me pagaba el precio por las horas pactadas y si necesitaba más de mí me lo haría saber. Al principio todo fue claro, solo si ambos queríamos mantendríamos relaciones sexuales. Nuestras siguientes citas fueron más largas y pasábamos más tiempo juntos en los viajes de fin semana. Miguel siempre pagaba todo y me regalaba cualquier cosa que se me antojase. Cada vez era más generoso conmigo, pero sus exigencias también fueron aumentando: quería más encuentros y luego, por supuesto, vino el sexo. Sin darme cuenta era ya su “sugarbaby”.

El dinero fue la trampa perfecta

No tuve opción y no porque él me forzase a nada, sino porque me pagaba mucho más de lo que habíamos acordado. Además, ahora comenzaba a gustarme él y su estilo de vida.
De repente, un día cualquiera, me encuentro con una transferencia de más de 3.000 euros en mi cuenta. Me comentó que era para todas mis deudas y que no me preocupara más. Con todo este dinero tuve de sobra, hasta me fui de compras e invité a mis amigas a cenar. Ellas flipaban con mi nuevo nivel de vida. Obviamente, ellas querían hacerlo también. Les dije que todo era cuestión de contactos y que me había cambiado la suerte. Al final las terminé involucrando…

Mientras tanto, Miguel cada vez quería más de mí. Me decía cómo tenía que ir vestida, cómo debía comportarme en los eventos o de qué tenía que hablar… Y, casi sin darme cuenta, empecé a ceder a sus exigencias sexuales.

Comencé a sentir que ya no era yo. Me sentía coaccionada y abusada sexualmente, tenía que complacerle en todo lo que él me pidiera. ¿Era el dinero la respuesta a todo esto? No del todo. En parte estaba enamorada y, en el fondo, me autoconvencía para creer que solo estaba teniendo una experiencia más, pero con un hombre más mayor. Además, esto me llevaría a donde yo merecía estar.

Los amigos de Miguel querían conocer a más chicas de mi edad, por lo que me sentí presionada y animé a mis amigas a participar. Varias de ellas, con el tiempo, empezaron a quedar con otros hombres.

Una noche, tras una larga cena con sus amigos, Miguel volvió a intentar acostarse conmigo, sin importarle que yo no quisiera. Esa noche empecé a ver cosas extrañas y encontré mensajes muy sospechosos con sus colegas. Finalmente, no sé cómo, logré escapar de esa habitación y, temblándome todo el cuerpo, conseguí llamar a una amiga y entre lágrimas descubrí que ambas estábamos sintiendo lo mismo. La pasta y los caprichos eran importantes, pero no lo eran todo…

Después de esto Miguel me amenazó con quitarme el dinero, aseguró que haría de mi vida un infierno, y que la deuda ahora era con él. Había caído en una trampa. Estas aplicaciones me habían vendido una idea fácil de independencia económica; sin entender, en realidad, qué era lo que se escondía detrás de las palabras ‘sugarbaby’ o ‘sugardaddy’.

Foto: archivo de AmecoPress.

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