Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar de la contienda, cuando no existen méritos ni victorias y entre las huestes escasean los paladines, en el cuarto de guerra izan el estandarte del poder y lo ostentan a los cuatro vientos proclamando el triunfo...
El débil impacto que hasta hoy han tenido las campañas políticas sólo puede explicarse por el bajo perfil de los contendientes; no obstante, la partidocracia pretende justificar el tono gris del proselitismo en curso con las limitaciones impuestas a la difusión mediática en la reciente reforma electoral.
Por disposición legal, la contienda ya no se dirime en radio y televisión, circunstancia que parece diseñada expresamente para este proceso electoral, cuando la personalidad de los candidatos es un agravante, al grado de identificarlos como “los impresentables”, o bien, porque los legisladores salientes han sido esbirros y lacayos que se han limitado a ejecutar la línea presidencial.
Hoy por hoy, la campaña en los medios fluye en otras vertientes; en las notas informativas que exhiben la beligerancia entre los dirigentes partidistas; Internet es la “Tierra de Nadie” recién descubierta donde la autoría de mensajes denigrantes se encubre en el anonimato; y se sustituye la exposición de los candidatos con testimoniales de celebridades y declaraciones de la actual clase gobernante, en todos los niveles.
Y entre los escuálidos logros de la legislatura que concluye están: las impecables concertacesiones para la aprobación de las pseudo reformas (electoral y fiscal), la parafernalia de los foros de debate para la reforma de Pemex, y recientemente en Baja California y Guanajuato se penalizaron de todas las causales del aborto.
Sea cual fuere la razón, el desinterés de los electores aumenta en proporciones factoriales; mientras tanto, la clase política se afana en aplicar los mismos recursos y técnicas que alguna vez dieron resultado.
La persistencia del golpeteo entre los protagonistas de la partidocracia confrontada, la revelación de actos de corrupción, conductas ilícitas, abusos del poder y secretos de estado, y las diatribas inútiles, vulgares y coléricas, son recursos de la propaganda política que han sido sobre explotados.
Las artimañas clásicas en los comicios electorales ya tampoco surten efecto; gracias a la naturaleza secreta del sufragio, la dichosa compra del voto ha demostrado ser inútil: los electores reciben con agrado los obsequios de los candidatos, en su carácter de candidotes porque en la soledad de la mampara votan por quien ellos quieren.
Ningún proceso electoral es igual al anterior ni se repetirán las condiciones actuales en el siguiente, porque la percepción ciudadana suele ser una imagen que se afina cuando el eco de la propaganda política se ha desvanecido, es una certeza que surge en el sinuoso e inconcluso proceso de transformar los discursos en realidades cotidianas.
Ajena a la realidad, la partidocracia sigue aplicando las reglas de la propaganda política diseñadas para un pueblo sin memoria ni raciocinio. Ignoran, o pretenden soslayar, el desencanto de la ciudadanía, la decepción galopante que impregna el imaginario colectivo, productos de un estilo de vida en declive, de la falta de oportunidades, de la perniciosa inequidad que nos distancia como compatriotas.
Vgrs: en la campaña por la gubernatura de Baja California, la educación fue la idea recurrente en el discurso del candidato por el partido en el gobierno Acción Nacional (PAN): la educación sería la llave del desarrollo, la educación acabaría con la delincuencia y la inseguridad, la educación sería el único camino a la felicidad porque la educación era la panacea de todos los males sociales.
Pero la educación resultó ser sólo una quimera y su poder de transformación apenas alcanza los efectos de la “pócima de Fierabrás”. Al concluir la alerta nacional por la epidemia de la influenza humana decretada por el ejecutivo federal, cuando la limpieza y la higiene fue apremiantes para el reinicio de labores escolares, emergió un dato virulento: muchísimas escuelas públicas no cuentan con el suministro de agua potable.
Esta lamentable situación y el actual conflicto entre el sindicato nacional de trabajadores de la educación (SNTE) y el sindicato estatal (SETE) que los llevó al oscuro callejón de los madrazos y a la consecuente suspensión de labores en el magisterio que dejó a 300 mil alumnos sin clases, desmienten las líneas de aquel discurso proselitista y anulan los efectos de los discursos venideros. La realidad se impone a la demagogia.
Hasta hoy, no hay tendencias irreversibles en las encuestas y todo indica que el elemento decisivo de los comicios será la inercia de la clase gobernante en todas las versiones de una elección de estado, porque en los cuartos de guerra ya izaron el estandarte del poder y lo ostentan a los cuatro vientos proclamando el triunfo…
Laura M. López Murillo es Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos Especializada en Literatura en el Itesm.
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