12/04/2009

Plata o plomo

Son legendarias las historias de altos funcionarios que dicen que se les apersonó alguien del crimen organizado con un portafolios lleno de dinero para establecer los términos de colaboración, plata o plomo, o se corrompe o lo matan, la ley al parecer no ha tenido la misma efectividad: plata o cárcel, si robas te castigan.

En Ciudad Juárez un candidato a la presidencia municipal dice haber rechazado una oferta de un millón de dólares para pagar el día de la elección, según el su contrincante supuestamente también recibió la misma propuesta, y ganó la elección. ¿Quiere decir que aceptó la oferta?

La historia lleva un poco de imaginario de película de James Bond, porque ya parece que alguien se va a andar paseando con millones de dólares en un maletín; considerando la inseguridad imperante no parece muy inteligente y sabiendo que hay billetes de mil dólares, un millón es un paquete de mil billetes que no llega ni a cinco centímetros.

Un amigo me dijo en una ocasión, “fuí alto jefe policíaco en una ciudad fronteriza y sigo vivo”. El caso es que jefes políticos y policíacos basan su honestidad en el dicho de haberse negado a recibir la plata pero siguen vivos, ¿por qué no les cumplieron la amenaza? ¿Será que tales actos de intento de soborno son ficticios? El caso es que el dinero se les nota por todos lados a muchos de estos personajes, bien dice el dicho que lo rico y lo pendejo es difícil de ocultar, y algunos de ellos tienen elevados puestos de representación.

El caso es que igual que sostienen con el potencial corruptor del crimen organizado, los políticos no nos dicen exactamente lo mismo con la tentación de meterle la mano a los fondos públicos, para lo que hay una legislación suficientemente fuerte como para desanimarlos, pero al parecer las lagunas legales son todavía más poderosas y muchos aún antes de dejar el encargo hacen gala de nuevas casas y diversas propiedades.

El auditor superior de la federación, que está encargado se supervisar el buen uso de los fondos federales, al parecer tendrá que empacar sus bártulos y dejar el puesto, ha emprendido de manera desesperada una campaña para salvar la chamba y se lanza diciendo que tiene ocho acciones penales pendientes -¿por qué no las lanzó antes?- y nos dice lo que todos sabemos, que los partidos políticos deben ser auditables -¿por qué no los auditó?-, criticó la ley que dificulta esta cuestión, esta que es una actitud memorable y loable no la hizo en su debido momento, mientras se debatía la ley, seguramente para no molestar a los partidos y asegurar su reelección.

Este no es un puesto ciudadanizado y el candidato debe condescender con los poderosos, pero actuar a destiempo tiene muy poco valor y actuar a tiempo es conseguirse la marca del diablo. Luego entonces el destino del auditor, del que debe cuidar nuestro dinero, es una trampa, aquellos a los que debe cuidarles las manos son los que lo ponen en el trabajo, con lo cual lo nombran maniatado de origen, es el mismo esquema del Instituto Federal Electoral: o sea que los pollos siguen estando a cargo del lobo.

En una democracia los partidos políticos tienen que dar cuentas de TODO el dinero público que reciben, pero no solamente ellos, cualquier entidad que reciba fondos públicos debe ser auditada y entregar cuentas muy claras de ese dinero.

Si la política fiscal se enfrenta a una resistencia enorme es porque el destino y uso del dinero es muy opaco. Si el gobierno fuera eficiente y eficaz la gente pagaría impuestos sin escatimar su participación/

Este principio por supuesto que debe aplicarse a los sindicatos que reciben fondos públicos, y también las universidades. Nadie puede reclamar autonomía financiera si recibe fondos públicos y nadie debe tener la posibilidad de ponerse por encima de la ley como si las reglas nacionales lo eximieran de responsabilidad por la función que cumple y esto debe aplicarse para el poder judicial y por supuesto para los legisladores que se han ocultado detrás de su propio poder para escatimar información.

Así que antes que la plata termine de apoderarse de la política la transparencia debe imponerse como regla general y que todos los actores políticos la establezcan como regla de oro y no como concesión simplona.

Samuel Schmidt
schmidt@mexico.com

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