Gustavo de la Rosa Hickerson
Una de las grandes incógnitas de Juárez es: ¿por qué si se matan en masa los sicarios unos a otros, sigue habiéndolos y cada vez de menor edad? Tal vez porque en la ciudad hay 455 mil menores de 18 años; 50 mil en quinto y sexto de primaria, de los cuales unos 30 mil estudian cuatro horas y vagan otras seis, lo que les permite hacer el primer contacto con la delincuencia.
En una colonia del sur poniente de la ciudad establecimos un centro de derechos humanos y advertimos que una pesadilla de los vecinos eran los recién egresados de sexto de primaria. Esperaban a los niños que llegaban a la escuela al turno de la tarde, solos, pues sus padres todavía estaban trabajando, y les quitaban por la fuerza y mediante amenazas el lunch y el poco dinero que llevaban y amenazaban a los adultos con actos de violencia.
De los 25 mil niños que salen de primaria este junio, unos 5 mil no seguirán adelante, según datos tomados de la preinscripción de secundaria que se hizo en el mes de febrero. Y con una edad de 12 años vagarán todo el día por los próximos cuatro años hasta pasar los 15. Pero el número es mayor, porque en esas condiciones se encuentran números similares por cada una de las últimas tres generaciones. Entonces, hay que sumar un promedio de 5 mil por cada generación y así tenemos 20 mil niños entre 12 y 15 años cumplidos listos para ocuparse en giros macabros.
Hay otro grupo, unos 5 mil más, de 16 y 17, que abandonaron la secundaria o que no encontraron o no quisieron un trabajo en la maquila, así que el ejército de niños de reserva para la delincuencia organizada y común es de unos 25 mil. En esos rangos de edad hay alrededor de 5 mil 500 del estimado de 12 mil que son huérfanos de guerra con todos los traumas y procesos de revictimización que han sufrido y que viven arrimados en las casas de sus parientes, donde son “el hijo del narco” o “el hijo del ejecutado” llevando su penitencia como un sayal.
Son datos duros de estimaciones combinadas del INEGI. No hace falta un reclutamiento del 100% de los menores para que el problema sea mayúsculo, basta con 10% de ellos que se inscriban en el sicariato y tendremos 2 mil 500 nuevos reclutas para el próximo año dispuestos a matar si es necesario. Estos datos los conocen las autoridades competentes y estos niños deben ser el objeto de su preocupación y sobre todo de su ocupación. Pueden ser localizados todavía por su nombre y, claro, la enorme mayoría se ubica entre las familias (el 85% ) que ganan menos de cuatro salarios mínimos en esta “próspera” ciudad.
Hay que salvarlos a todos y cada uno. Sólo podremos decirle “feliz día del niño” a los que hayamos recuperado. Los otros discursos fueron pura hipocresía farisea.
Hemos advertido que la intervención social urgente no se extiende a todo Juárez. Tenemos bien localizadas 24 colonias de unas 350 que hay en la ciudad, es decir, sólo debemos intervenir de inmediato en el 10 % de la mancha urbana.
Ciertamente que esas colonias viven en la pobreza, pero además en el olvido y el desamparo gubernamental. Si sobreponemos los mapas de la ciudad en esas colonias vemos que las guarderías son escasas, las escuelas son de un solo turno, hay menos de 10 secundarias y no hay ninguna preparatoria, ni una sola clínica pública. Los niños vagan libremente todo el día, sin comedores ni centros de tareas. Son sacados de la escuela a la una de la tarde. Hay una gran cantidad de lugares de venta de licor clandestinos y cervecerías; ahí se localizan los centros de distribución de drogas más activos de la ciudad y viven la mayoría de sicarios menores, que hacen trabajos (jales) de free lance para los cárteles.
La estrategia de intervención social debe ser precisa y congruente. El primer gran objetivo consiste en romper la cadena de regeneración de la delincuencia, y este fenómeno social se da entre los niños de 12 y 13 años.
Ahí es donde ellos deciden en uso de su libertad personal repetir la historia de sus padres o intentar un nuevo futuro. Las opciones no son muchas: si son gentes de bien, generalmente son trabajadores de maquila y de servicios periféricos a esa industria. Si sus progenitores son delincuentes o protodelincuentes, las opciones son la delincuencia común que suele evolucionar hacia la organizada. Hemos observado que en ambos contextos se toman decisiones individuales, diversas a la ocupación de sus padres.
Esa decisión de los jóvenes por el camino del trabajo y el estudio es la que debe fortalecerse y promoverse con todos los recursos del Estado. Esa es la diana que requiere ser atacada.
Se requieren dos rutas paralelas que caminen al mismo tiempo. El rescate social y el rescate territorial por la seguridad pública estatal.
Visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chihuahua
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