Fuente: CGH-Ho Chi Minh - Universidad Nacional Autónoma de México
En la UNAM también estamos hasta la madre
El narco y el gobierno, están convirtiendo nuestro país en un inmenso cementerio. Cada vez hay más fosas clandestinas, contamos ya con 40 mil asesinados, mil 226 niños entre ellos, cientos de desaparecidos, miles de familias destruidas, desplazamientos masivos, cientos de viudas y huérfanos, y quién sabe cuánto más tengamos que aguantar en medio de esta supuesta guerra contra el narcotráfico. Los de abajo ponemos los muertos y derramamos la sangre, mientras los de arriba, tanto grandes capos como los señores del gobierno, se benefician de diversas formas de la situación, aunque realmente las grandes ganancias del lavado de dinero y de la venta de armas, van directamente al otro lado de la frontera.
La “guerra contra el narco” no ha debilitado a los grupos criminales, por el contrario, los ha fortalecido. No hay iniciativas que limite, por ejemplo, su poder económico. Ahora mismo los grupos criminales dominan municipios enteros, controlan cuerpos policiacos y militares, hacen política abiertamente, aterrorizan y extorsionan más que nunca. Los pocos capos detenidos o asesinados, encuentran rápidamente su relevo en las estructuras criminales. En cambio, para el pueblo esta supuesta guerra sí ha significado un ataque brutal: cada vez más madres lloran la pérdida de sus hijos, cada vez más pequeños propietarios son despojados de sus pertenencias, cada vez más trabajadores son extorsionados y amenazados, cada vez más migrantes son secuestrados, robados, asesinados y arrojados a fosas clandestinas, y cada vez más jóvenes sin empleo ni educación son absorbidos por los cárteles de la droga para ser usados de carne de cañón, en una batalla que no extermina al narco, sino que militariza, despoja y envilece nuestra nación.
Llevamos más de 30 años de un neoliberalismo salvaje, con un sistemático desmantelamiento de la protección social y el despojo de un sin número de empresas públicas, recursos nacionales y conquistas laborales. Se ha generado tanta competencia e individualismo, que las formas comunitarias de solidaridad están hoy muy debilitadas entre nuestra población. Todo ello ha significado un caldo de cultivo para la violencia, un escenario propicio para el florecimiento de todo tipo de grupos criminales, de extorsionadores y asesinos. Por lo tanto, combatir a la delincuencia sólo es posible si se lucha por un mundo mejor, que es posible y necesario.
Quien quiera saber los objetivos de esta guerra, que mire primero las consecuencias: cada vez mayor injerencia de Estados Unidos en nuestra vida nacional, una militarización en ascenso, persecución y muerte, principalmente contra defensores de derechos humanos y luchadores sociales en general, y un incremento de la violencia de los cárteles de la droga.
Aunque momentáneamente haya sido detenida, pretende ser aprobada la iniciativa de Ley de Seguridad Nacional, que no es más que el establecimiento de un gobierno militar pues, como se denuncia en la Jornada del 26 de abril, “concede al Presidente de la República la atribución de sofocar con el Ejército movimientos sociales, políticos, laborales y electorales, y decretar el estado de excepción en entidades o regiones del país”. ¿Contra quién va esta ley, contra el narco o contra el pueblo organizado? ¿Están dispuestos a poner a los militares por delante para gobernar? Si esa iniciativa pasa, ya podemos ver qué sigue: vendrán en aplanadora con la reforma laboral y fiscal, la privatización energética (petróleo, gas y electricidad), y todo aquello que puedan arrebatarnos.
Por ello, el llamado de Javier Sicilia a la movilización nacional que culmina el 8 de mayo con una marcha de CU al Zócalo adquiere especial significación. Es una oportunidad para decir ¡basta! ¡Basta de asesinatos! ¡Ni un muerto más! ¡Estamos hasta la madre de los gobierno corruptos! ¡Hasta la madre de los cárteles de la droga! ¡Hartos del desempleo, la pobreza y la desigualdad, caldo de cultivo de la violencia y la descomposición social!
Una oportunidad para exigir fin a la violencia de las extorsiones y los asesinatos, y fin también a la violencia del saqueo, el analfabetismo, el trabajo infantil, la desnutrición, el rechazo a los jóvenes, el desempleo y el mini-salario. Estas dos expresiones de la violencia, sólo podrán erradicarse juntas, y para ello es imprescindible descarrilar el proyecto neoliberal, y modificar las bases mismas del actual sistema económico.
Es momento de unirnos en la exigencia de paz social. Pero de una verdadera, no la que pregonan los de arriba. Paz social para el gobierno de Calderón es tenernos callados y sumisos, mientras ellos y sus socios gringos nos despojan hasta del último de nuestros derechos y recursos naturales. Paz social para los narcotraficantes, es tener aterrorizada a la gente, para poder extorsionar, amedrentar, y aprovechándose de las enormes carencias, usando al pueblo como carne de cañón. En cambio, para la gente trabajadora, paz social es sinónimo de justicia, pues no hay paz si no hay empleo ni educación, sino se tienen los derechos mínimos que garanticen una vida digna.
Existe paz donde no hay secuestros, ni asesinatos, pero también donde no hay mineros sepultados por falta de medidas de seguridad como en Pasta de Conchos; donde no ocurren asesinatos industriales como los de la CFE, que envía a trabajadores inexpertos a sustituir a los del SME, y un número indeterminado de ellos muere en líneas de alta tensión. Violencia extrema, también significa que pueden morir 49 niños, como en la guardería ABC, sin que el gobernador de Sonora, el director del IMSS, ni los demás responsables sean juzgados; o que personajes que ordenan abusos sexuales contra campesinas inocentes, como Peña Nieto en Atenco, sigan gobernando tranquilamente.
“No más sangre” es la consigna que nos une. Conseguirlo implica que nos levantemos juntos, con toda nuestra firmeza, contra los grupos asesinos del narcotráfico, contra el gobierno criminal de Felipe Calderón, y contra este sistema económico atroz e injusto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario