7/05/2011

¿Elecciones anticlimáticas, o presagio?

Alberto Aziz Nassif

Cuando un proceso electoral anticipa de forma tan meridiana los resultados, estamos ante un escenario anunciado. Eso es lo que sucedió con el Estado de México el pasado 3 de julio. Quizá el único momento que abrió una dosis de incertidumbre fue la posibilidad, no realizada, de hacer una alianza opositora entre PRD y PAN. Ahora se sabe que el PRI ganó con más del 62% de la votación (datos oficiales preliminares con el 95% del cómputo), y que la oposición dividida no tuvo ninguna posibilidad, es más, ni siquiera se acercó un poco la locomotora tricolor. ¿El Estado de México marca el arranque firme de la recuperación priísta rumbo al 2012? Después de 45 días de campaña, más de 2 mil millones de pesos de gastos, debates y múltiples reuniones, la tendencia del voto no se alteró y se mantuvo todo el proceso.

En la campaña ninguno de los candidatos se salió casi de su guión: el PRI fue el puntero y mostró su capacidad de ganar elecciones, a pesar de una campaña muy tradicional; el perredismo llegó tarde y no logró crecer de forma importante, aunque su candidato haya ganado los debates y Encinas tuviera el apoyo de López Obrador; el panismo ni siquiera llegó a ser competitivo, su candidato tuvo un desempeño decreciente. ¿Cómo entender el fracaso de la convocatoria del PRD por una política social más distributiva que no logró crecer o las interpelaciones ciudadanas de un panismo desdibujado?

Es discutible si el PRI ganó porque tiene la mejor maquinaria electoral, el candidato más atractivo o convincente, la mejor oferta programática o los recursos para llevar a las urnas a los electores, pero ahí quedan los resultados. Al mismo tiempo, no se puede desconocer que el priísmo ha logrado reconstruir, como en el pasado, un modelo de hermanos siameses entre gobierno y partido, entre recursos públicos y espacio electoral. Además de la estructura territorial, el PRI llegó a tener más del 70% de la propaganda en la campaña y fue abrumadora su presencia mediática, como en el pasado.

Hemos regresado, en plena época de la alternancia y los organismos electorales supuestamente autónomos, a las viejas elecciones de partido dominante, esa fue la experiencia del Estado de México. Tal vez por eso la oposición declaró preocupada que fue una elección de Estado. Sin embargo, ante una distancia tan abrumadora, resulta difícil el éxito de un expediente jurídico para impugnar los resultados. Las fronteras entre gobierno y elecciones se vuelven a borrar. El PRI hace políticas públicas y gasta recursos para ganar elecciones.

En estos momentos, cuando ha quedado atrás el imaginario positivo de la alternancia, como un mecanismo para generar mejores gobiernos, hay que reconocer que lo que domina el espacio político-electoral es el pragmatismo, el intercambio de favores y apoyos por votos. En ese juego están presentes todos los partidos, unos con más eficacia que otros.

Para esa parte del electorado que tiene enormes necesidades sociales, las elecciones son propicias para obtener algo más que una promesa. Así fueron las elecciones mexiquenses, el clientelismo, el acarreo dominaron y el PRI se fue a números que tuvo en la época de partido dominante. Si la estructura del priísmo fue la de un regreso al pasado, entonces hay que analizar el papel del árbitro, que ha sido cuestionado por ser un espacio capturado, porque las sospechas de parcialidad se confirmaron, para lo cual sólo hay que ver la resolución sobre actos anticipados de campaña, en donde tuvo que intervenir el TEPJ para establecer una sentencia creíble. El día de la elección hubo los incidentes de cierta “normalidad” y los reportes no mostraron nada particularmente sobresaliente, salvo quizá el alto nivel de abstención que rondó en el 57%, una cifra relativamente similar a las tasas históricas de participación, que en esta ocasión rondaron el 43%. Sin duda estamos ante un problema relevante, porque para casi 6 de cada 10 ciudadanos mexiquenses las elecciones no tuvieron ninguna importancia.

La comparación entre 2005 y 2011 en el Estado de México muestra el crecimiento de la dominancia priísta, que pasó de 30 a 62% de los votos; al mismo tiempo, se presenta la severa caída del PAN que pasa de 26 a 12% y el voto perredista que permanece estable en un 21%. Estos referentes expresan algunas transformaciones importantes en estos seis años, y son una llamada de atención a las ilusiones panistas y perredistas rumbo al 2012. Para completar el cuadro, quedan los triunfos del PRI en Nayarit con 48% y en Coahuila con 56%. El carro completo del domingo 3 de julio es el campanazo de salida rumbo a la sucesión presidencial. Queda la pregunta de si estos procesos serán una experiencia estatal o un presagio, porque tal vez dentro de un año nos despertemos con un resultado similar… Investigador del CIESAS ARTÍCULO ANTERIOR De suspiros y precandidatos Editorial EL UNIVERSAL Saldo electoral y el 2012

Alejandro Encinas Rodríguez

El dinosaurio

El dinosaurio está vivo y en sus estertores ha dado un coletazo conjugando las trapacerías tradicionales del viejo régimen con nuevos y sofisticados métodos, cobijados por el dinero y los poderes fácticos, en especial de la gran televisora y sus filiales, quienes desde un inicio pretendieron crear un resultado predeterminado en la opinión pública —para qué voto si ya se sabe el resultado— y en el dinero —con el que todo se compra, todo se corrompe, no importa el monto—, en un hecho que representa una profunda regresión en los procesos electorales y en la incipiente vida democrática en nuestro país.

En la elección en el Estado de México —y en otras entidades—, asistimos a una elección de Estado que se fue construyendo durante años. Desde las reformas al Código Electoral local que limitaron la asociación entre las fuerzas políticas y los tiempos de campaña (lo que a la postre inhibió el voto y la participación ciudadana con un 57% de abstención) hasta la conformación de una estructura gubernamental, sección por sección, donde, sin tapujos, funcionarios y recursos públicos se destinaron al proselitismo a favor del candidato oficial.

La autoridad electoral adoleció de autonomía, pues de origen se conformó un órgano comprometido con los designios del gobierno y su complicidad no garantizó equidad, imparcialidad y certeza en el proceso. Basta observar sus resoluciones ante la flagrancia en que se encontró a funcionarios entregando recursos; las camionetas de la policía repartiendo despensas; niños de secundaria elaborando propaganda del PRI en su escuela; la publicidad oficial presente hasta la jornada electoral y la renuncia a adoptar medidas precautorias ante el derroche de recursos, en la campaña más onerosa en la historia del país, que además de rebasar el tope de gastos de campaña por el PRI, manipula una auditoria cuyos resultados se darán a conocer después que asuma el nuevo gobierno.

Si bien la jornada electoral ha concluido, no así el proceso electoral, por lo que, en ejercicio de los derechos que la ley nos otorga, impugnaremos las acciones ilegales que se presentaron durante la contienda y combatiré la posición de algunos “comunicadores” quienes sostienen que siendo amplia la diferencia en los resultados, no encuentran sentido a estas controversias pues no se modificarían los resultados, manteniéndose en la perniciosa lógica de que “bueno, se violó la ley, pero poquito”.

Por el contrario, daremos esta pelea legal y política contra los intentos de restauración autoritaria del viejo régimen priísta, que a los preceptos que permitieron la formación de la élite política más corrupta del país, las de “político pobre, pobre político”, y “todo lo que se compre en política es barato”, se suma la noción de que “resulta más rentable violar la ley que cumplirla”, como lo acredita el dispendio de recursos, cuyo origen no ha sido aclarado, y que no gozará de sanción alguna o en su caso, como sucedió con la multa por actos anticipados de campaña del PRI, será grotesca. Pese a todo avanzamos.

En enero de este año la intención de voto por las izquierdas no superaba el 12%, lo hemos duplicado. Logramos la unidad del PRD y las izquierdas. Diferenciamos con claridad que en esta disputa y a nivel nacional existen dos proyectos de Nación y construimos una base electoral que nos mantiene en la competencia hacia el 2012. Por lo que el ánimo no debe decaer entre quienes nos han brindado su respaldo y creemos que un futuro mejor es posible. Como lo he señalado en los últimos días, con esta elección inicia el principio del fin del Grupo Atlacomulco, de su red de complicidades, corrupción y negocios que han significado un alto costo para la vida de los mexiquenses. Continuaré construyendo una opción desde las izquierdas en el estado y el país, con el mismo ánimo y entusiasmo con el que me acompañó un millón de ciudadanos que ven en el proyecto que representamos la opción para recuperar la esperanza de bienestar, progreso y democracia para los mexicanos. Candidato por la Coalición “Unidos Podemos Mas”

José Antonio Crespo

Ante la catástrofe de haber sido vencido por el PRI por un margen de 40 puntos porcentuales en el Estado de México, el PRD alega condiciones inequitativas, parcialidad del árbitro y uso de recursos públicos a favor del ganador Eruviel Ávila. Que hubo inequidad, ni duda cabe, pero lamentablemente es norma en los comicios estatales, y no la excepción. Sin embargo, dada la enorme distancia entre el ganador y su más cercano rival, no se puede pretender que dichas inequidades hayan sido determinantes en el resultado.

Cuatro o cinco puntos, quizá, pero no 40. El reclamo que fue atendible en 2006 (por ser sólo 0.56 % la ventaja del ganador oficial), resulta ridículo hoy en día. Son pretextos para no reconocer que se cometió un gran error táctico, al no haber aceptado Alejandro Encinas ser candidato de una coalición PAN-PRD, cuando estaban dadas todas las condiciones para ello. Como los obradoristas no reconocerán que había que ir en coalición para aspirar al triunfo, se detendrán en la inequidad como causa última de su descalabro.

1. Si bien es claro que el terreno no fue parejo, eso no bastó para lograr el triunfo en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, el año pasado. Desde luego, nada garantizaba la victoria de una eventual coalición PAN-PRD en el Estado de México, pues esta elección se distinguió de las de 2010 en que ahora el PRI seleccionó a un buen candidato. Pero sin coalición, no había ninguna oportunidad de vencer, y en cambio se le ponía tapete rojo al partido gobernante para repetir una vez más en el poder (por lo cual, si Eruviel no fuera ingrato, daría un agradecimiento público a Andrés Manuel López Obrador por haberle allanado el terreno). Todos lo sabíamos, por más que Encinas quiso generar la falsa expectativa de que la izquierda por sí misma podría obtener una victoria, como lo hizo en 2006 (cuando las condiciones en nada se parecían a las de hoy día).

2. Se podrá argüir que la suma de votos del PAN y del PRD no superan tampoco la votación del PRI. Pero las coaliciones suelen generar una dinámica en que muchos votantes, al ver la posibilidad real de derrotar al PRI, se lanzan a las urnas incrementando significativamente la participación normal. En cambio, al constatar que no había posibilidad alguna de vencer al PRI, muchos opositores deciden abstenerse. De ahí, el 43% de participación en Edomex, frente al casi 60% en Oaxaca, por ejemplo.

3. Encinas presumió su congruencia ideológica al rechazar la oferta de ser candidato de coalición que le hizo el PAN, aunque probablemente la verdadera causa fue respaldar la estrategia de Andrés Manuel López Obrador de reventar la alianza y así evitar que se considerara la misma ruta en 2012. Puede ser loable esa congruencia, pero eso implica también asumir las consecuencias. El lema parece ser, “Soy perdedor, pero ideológicamente puro”. Muy bien, pero hay que asumir las consecuencias de esa pureza (que no hubo en Oaxaca, Puebla, Sinaloa o Hidalgo).

4. Y es que de haber aceptado la candidatura aliancista, Encinas no tenía que abjurar de su larga militancia y trayectoria de izquierda, ni necesitaba transmutarse en un panista. Se hubiera entendido la negativa perredista de ser el candidato propuesto un panista, pero el PAN ofreció sus votos al perredista en charola de plata. Ya en el gobierno, Encinas pudo haber seguido un programa congruente con su ideología y convicciones sin demasiado problema, pues además la ley electoral en México absurdamente da por terminadas las coaliciones al concluir el proceso electoral.

5. Si Encinas y López Obrador no quisieron la coalición para no dar aliento a la misma experiencia en 2012, deben entonces asumir las consecuencias esperadas de su decisión; un triunfo aplastante del PRI, que muy bien podrá reproducirse en 2012 a juzgar por todos los indicadores vigentes. 6. Por su parte, el PAN que en 2006 exigía reconocimiento del resultado “así fuera con un voto de ventaja”, se proclama ganador en Nayarit, con siete puntos en contra. Lo que demuestra una vez más que los partidos se comportan en forma idéntica en condiciones similares. Constituyen una permanente burla al ciudadano. Paradójicamente, si PAN y PRD se refugian en pretextos para no hacer una autocrítica de fondo, alejarán electores en lugar de atraerlos, y llegarán autoengañados y de antemano derrotados a la contienda presidencial en 2012. Tendría que reabrirse el debate sobre una eventual alianza, si no se quiere enfrentar un escenario similar al de estos comicios. cres5501@hotmail.com@Josjacres.com Investigador del CIDE


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