Tomemos dos casos más: desde 2010, cientos de toneladas de residuos y materiales contaminantes derivados de las actividades de la Compañía Minera de la Natividad y Anexas se derrumbaron en las inmediaciones de dicha empresa, ubicada en tierras comunales de Calpulálpam de Méndez. Al colapsarse, se vertieron al río Calpulálpam, generando una contaminación devastadora al río y a la vida humana y silvestre de esa zona. La empresa abandonó ese material y con las lluvias y el viento los restos continuaron el camino hacia el río referido. Estudios químicos independientes promovidos por la comunidad de Calpulálpam a partir de muestras de agua tomadas en abril de 2011 arrojaron 177 partes por millón (PPM) de arsénico y 117 PPM de plomo, niveles que son extremadamente altos y de gran riesgo para la vida humana y animal, según las normas y estándares internacionales. La contaminación del río no es la única amenaza. La compañía referida ha afectado de manera irreversible 13 acuíferos y manantiales debido a las filtraciones de estas fuentes de agua hacia los túneles de la mina. Además han sido afectadas varias hectáreas de áreas boscosas y de biodiversidad y de terrenos comunales al utilizarlas como depósitos de desechos tóxicos. En todo ello la minera ha contado con el aval de instituciones federales, como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
A la primera, la comunidad solicitó que exija a Minera Natividad el resarcimiento del grave daño al ambiente y que se consolide la clausura definitiva de la misma, pues hoy sólo es temporal. También exige la cancelación de las concesiones mineras a la Secretaría de Economía y la indemnización a la comunidad por daños a su territorio comunal. Este es un retrato constante de la afectación de los proyectos mineros. En el caso de Wirikuta se advierte cómo las concesiones mineras en Real de Catorce devastarán la naturaleza y con ello el corazón de la cultura del pueblo wirrárika, los lugares sagrados reconocidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos como base para la supervivencia de estos pueblos.
Conscientes de la profunda ignorancia y prejuicio de la sociedad no indígena, el Frente en Defensa de Wirikuta trabaja en todos los planos: el de difusión, el jurídico, en el cual ganaron un amparo que ordenó suspender la explotación minera hasta que se resuelva el fondo del asunto, y también han llegado al Congreso de la Unión y a la ONU. Hace cinco días realizaron un foro en el Senado y –salvo Pablo Gómez, quien tras inaugurar y escuchar la primera intervención se fue– los legisladores no escucharon los sólidos argumentos de las autoridades tradicionales y agrarias. Fue muy impactante la presentación que hicieron, por primera vez en español y en un espacio público, del mensaje de sus deidades como resultado de un inédito ritual conjunto de todas las comunidades wirrárikas, que resultó de la consulta llevada a cabo en el peritaje tradicional, enunciado por el mara’akame Eusebio de la Cruz González el pasado 7 de febrero por la mañana en el Cerro Quemado. Señalaron que “nos advierten que tengamos mucho cuidado de no hacer algo indebido contra los lugares sagrados, los cuales son el núcleo de nuestra Madre Tierra y en ellos se encuentran las deidades preparándose para un renacer, el cual será el florecer de un nuevo mundo celestial. Las deidades nos dan mensajes e indicaciones atmosféricas para que nosotros los humanos detectemos la inquietud de nuestro planeta y estemos apercibidos… En el canto las deidades nos piden que todos estemos unidos, que hagamos planes de cómo actuar… Nos piden que tengamos definidas nuestras acciones antes de que entre el año nuevo”.
Los wirrárikas abren sus secretos ancestrales para mostrar el significado de su identidad asentada en los lugares sagrados y el peligro de su afectación, tanto para su pueblo como para la humanidad. Difícil esperar sensibilidad de la clase política, comprometida con el imperio de las leyes del mercado por encima de los derechos de los pueblos y más proclive a escuchar al Papa que a los mara’akames.
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