Gerardo Fernández Casanova
(especial para ARGENPRESS.info)
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Andrés Manuel López Obrador está dedicando la fase inicial de su campaña electoral a la reconciliación, en primera instancia dentro de las fuerzas progresistas, pero con enfoque a la sociedad en general. A pregunta expresa de algún reportero respecto de la relación con Felipe Calderón, AMLO manifestó que él no odia y que lo perdona, sin por ello olvidar que se cometió fraude en la elección del 2006.
Tal actitud ha merecido distintas respuestas, entre ellas la del propio Calderón que, en su pequeñez, se refirió burlonamente al “perdonavidas”; o la muy correcta actitud de Fernández Noroña que manifestó su desacuerdo y su decisión de no participar en actos de campaña de AMLO, como forma de protesta, pero sin dejar de sumarse al esfuerzo electoral para el triunfo de las izquierdas. En el centro se va decantando una respuesta afirmativa a la convocatoria obradorista.
En el primer spot de campaña mediática AMLO ofrece una disculpa a quienes se hayan visto afectados por las acciones de la lucha por la democracia, particularmente las del plantón del 2006. Vale. Es una realidad que hubo gente que resintió el efecto del cierre de avenidas con las consiguientes molestias a los transeúntes, quienes deberían protestar contra el que efectivamente provocó esas acciones por no haber aceptado la muy simple petición de que se contaran los votos; el manejo mediático hizo que toda la carga de la molestia recayera en López Obrador y dejara como blanca paloma al autor del desaguisado. Ya no es momento de insistir en aclaraciones y, para los efectos prácticos, más vale neutralizar los efectos nocivos de la guerra sucia.
Así mismo, el afán reconciliador atiende a superar las diferencias personales y de grupo al interior de la izquierda. Hace falta mucha calidad moral para olvidar los agravios de quienes traicionaron la debida lealtad al líder cuando parecía que su barco se hundía, no obstante haber sido los principales beneficiarios del resultado electoral logrado por AMLO. Pero el objetivo superior de la transformación afirmativa de la realidad nacional obliga a la unidad de las izquierdas. Un buen amigo se quejaba de que si AMLO no es capaz de que sus propuestas para los cargos de elección popular fuesen atendidas, sería por falta de liderazgo; no hay que confundir: una cosa es el liderazgo y otra muy diferente es el autoritarismo. López Obrador encarna cabalmente su papel de líder y en un magnífico acto de campaña en Jiutepec, Mor. levanta la mano y otorga todo su apoyo a Graco Ramírez, candidato a gobernador del estado, haciendo a un lado rencillas y desencuentros. Es claro: lo que importa es la regeneración nacional, lo demás queda en el cajón de las menudencias.
Pero el asunto va más allá de una simple estrategia electoral. Andrés Manuel se asume como el próximo presidente de México y como tal comprende que la regeneración nacional implica un enorme esfuerzo de unidad nacional. Son muy pesados los lastres que dejan los gobiernos neoliberales de los últimos treinta años; no va a ser sencillo remontar los escollos y abrir los candados con que está sujeta la soberanía nacional y, por ende, la viabilidad de emprender el esfuerzo de la regeneración nacional. Desde luego lo más importante es la base popular pero no basta; es preciso romper la inercia de la desconfianza y la división que caracteriza a la sociedad mexicana actual. Como estrategia electoral la eficacia es dudosa; así como gana algunos electores, se corre el riesgo de perder a otros y quedar como el perro de las dos tortas. Pero como estrategia de gobierno no podrá ser soslayada, a riesgo de empantanar durante seis años la posibilidad del cambio verdadero.
Lo que sí es indudable es el efecto que el discurso lopezobradorista causa en la gente. Sin grandes dotes de grandilocuencia, con el simple hecho de mostrarse plenamente honesto y sincero logra electrizar a la masa popular; sus postulados son tomados como propios por la asamblea y provoca el entusiasmo para dar la lucha por los votos y por su debida defensa en las urnas. Es injusta la asimetría de recursos: un spot de AMLO por cada tres de Peña Nieto; pero de nada sirve una presencia machacona y hueca contra la que se da de frente a la gente y mirándole a los ojos: ahí no hay trampa que valga. Cada vez somos más y vamos a ganar.
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