Gerardo Fernández Casanova
(especial para ARGENPRESS.info)
Enemigo jurado del neoliberalismo mundial, el régimen de la seguridad social es el favorito de los recortes y privatizaciones ejercidos por los gobiernos de ese signo. México y los países latinoamericanos sabemos de ello desde la década de los ochentas del siglo pasado. La Europa comunitaria lo ha venido aprendiendo en los últimos meses, después de haber alcanzado los más altos estándares en la materia; allá son las multitudes enardecidas las que se manifiestan en defensa de sus derechos, hoy severamente reducidos en todo el continente, pero con especial énfasis en Grecia y en España. No es para menos. Los trabajadores están siendo despojados de un bien logrado por su trabajo durante años; alguien se está enriqueciendo con tal despojo. Así opera esa mano invisible a la que llaman “los mercados” y que es capaz de robar con patente de corso y respaldo legal.
En México ya sucedió y sigue sucediendo. El régimen pensionario, anteriormente bajo la responsabilidad del estado, fue entregado a las empresas administradoras de los fondos de retiro, las famosas afores, mayoritariamente extranjeras, que registran ganancias espectaculares con cargo a pérdidas en las cuentas de sus forzados clientes. Negocio criminal diseñado e instrumentado desde los gabinetes de tecnócratas del Banco Mundial, implantado en Chile durante la dictadura de Pinochet como laboratorio experimental y posteriormente extendido a toda la región.
Lo que sigue sucediendo es la paulatina descomposición del IMSS. Hija de un diseño que desecha el objetivo social del pleno empleo que produce un cuantioso ejército de reserva de desempleados, la crisis financiera de la institución por insuficiencia de cotizantes deriva en la pérdida de capacidad en la prestación de los servicios de salud. Es cada vez más precaria la relación entre la población trabajadora cotizante y la de los jubilados, la primera en mengua y la segunda en permanente crecimiento. Los resultados son claros: recursos humanos y físicos insuficientes para atender la demanda; creciente subrogación de servicios (término elegante que significa privatización) e insatisfacción en la población atendida.
Salva a la institución una mayoría de personal comprometido en la prestación del servicio de salud que, aún en la penuria, cumple eficazmente su función. Pero el nuevo embate se dirige precisamente contra quienes así contribuyen a la justicia social, bajo el argumento de ser insostenible el costo de salarios y prestaciones. Se pretende declarar al IMSS en quiebra para liquidar a todos los trabajadores y recontratarlos con severas reducciones en sus ingresos, por cierto sólo ligera y relativamente superiores a los del resto de los trabajadores. Nuevamente opera la justicia al revés: como están mejor que otros hay que bajarlos, en vez de subir al resto; como hay desempleo y falta de cotizaciones hay que sacrificar a la institución mediante reducciones, en vez de comprometerse en una política eficaz de pleno empleo.
Afortunadamente el tiempo se les agotó a los depredadores del IMSS para realizar sus fechorías; las posponen para ser instrumentadas por el nuevo gobierno a partir de 2013 y para no hacer ruido a la “campaña triunfal” del nuevo adalid de la derecha; así evitan el riesgo de perder la continuidad en el modelo depredador impulsado por el PRI y por el PAN. No sea la de malas que se entrometa la disrupción de un gobierno responsable desde la izquierda.
Más de lo mismo con nuevas caras. Más compromisos en Washington para sostener el modelo de entrega de la nación a los intereses del gran capital. Candidatos que ofrecen el cambio para seguir igual. Más caras bonitas en la propaganda electoral mediática y telenovelera para engatusar al electorado y continuar con el saqueo.
La lucha de los mexicanos por el rescate de la nación va más allá de postulados ideológicos; se trata de asuntos tan cotidianos como el derecho a la salud y sus repercusiones sobre la economía de las familias; no es cosa de un nacionalismo trasnochado, sino de uno que se expresa en el bienestar de todos y de cada quien. Esa es la convocatoria de AMLO y del Nuevo Proyecto de Nación. Parafraseando al inolvidable Luis Javier Garrido: ¡YA BASTA!.
(especial para ARGENPRESS.info)
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Enemigo jurado del neoliberalismo mundial, el régimen de la seguridad social es el favorito de los recortes y privatizaciones ejercidos por los gobiernos de ese signo. México y los países latinoamericanos sabemos de ello desde la década de los ochentas del siglo pasado. La Europa comunitaria lo ha venido aprendiendo en los últimos meses, después de haber alcanzado los más altos estándares en la materia; allá son las multitudes enardecidas las que se manifiestan en defensa de sus derechos, hoy severamente reducidos en todo el continente, pero con especial énfasis en Grecia y en España. No es para menos. Los trabajadores están siendo despojados de un bien logrado por su trabajo durante años; alguien se está enriqueciendo con tal despojo. Así opera esa mano invisible a la que llaman “los mercados” y que es capaz de robar con patente de corso y respaldo legal.
En México ya sucedió y sigue sucediendo. El régimen pensionario, anteriormente bajo la responsabilidad del estado, fue entregado a las empresas administradoras de los fondos de retiro, las famosas afores, mayoritariamente extranjeras, que registran ganancias espectaculares con cargo a pérdidas en las cuentas de sus forzados clientes. Negocio criminal diseñado e instrumentado desde los gabinetes de tecnócratas del Banco Mundial, implantado en Chile durante la dictadura de Pinochet como laboratorio experimental y posteriormente extendido a toda la región.
Lo que sigue sucediendo es la paulatina descomposición del IMSS. Hija de un diseño que desecha el objetivo social del pleno empleo que produce un cuantioso ejército de reserva de desempleados, la crisis financiera de la institución por insuficiencia de cotizantes deriva en la pérdida de capacidad en la prestación de los servicios de salud. Es cada vez más precaria la relación entre la población trabajadora cotizante y la de los jubilados, la primera en mengua y la segunda en permanente crecimiento. Los resultados son claros: recursos humanos y físicos insuficientes para atender la demanda; creciente subrogación de servicios (término elegante que significa privatización) e insatisfacción en la población atendida.
Salva a la institución una mayoría de personal comprometido en la prestación del servicio de salud que, aún en la penuria, cumple eficazmente su función. Pero el nuevo embate se dirige precisamente contra quienes así contribuyen a la justicia social, bajo el argumento de ser insostenible el costo de salarios y prestaciones. Se pretende declarar al IMSS en quiebra para liquidar a todos los trabajadores y recontratarlos con severas reducciones en sus ingresos, por cierto sólo ligera y relativamente superiores a los del resto de los trabajadores. Nuevamente opera la justicia al revés: como están mejor que otros hay que bajarlos, en vez de subir al resto; como hay desempleo y falta de cotizaciones hay que sacrificar a la institución mediante reducciones, en vez de comprometerse en una política eficaz de pleno empleo.
Afortunadamente el tiempo se les agotó a los depredadores del IMSS para realizar sus fechorías; las posponen para ser instrumentadas por el nuevo gobierno a partir de 2013 y para no hacer ruido a la “campaña triunfal” del nuevo adalid de la derecha; así evitan el riesgo de perder la continuidad en el modelo depredador impulsado por el PRI y por el PAN. No sea la de malas que se entrometa la disrupción de un gobierno responsable desde la izquierda.
Más de lo mismo con nuevas caras. Más compromisos en Washington para sostener el modelo de entrega de la nación a los intereses del gran capital. Candidatos que ofrecen el cambio para seguir igual. Más caras bonitas en la propaganda electoral mediática y telenovelera para engatusar al electorado y continuar con el saqueo.
La lucha de los mexicanos por el rescate de la nación va más allá de postulados ideológicos; se trata de asuntos tan cotidianos como el derecho a la salud y sus repercusiones sobre la economía de las familias; no es cosa de un nacionalismo trasnochado, sino de uno que se expresa en el bienestar de todos y de cada quien. Esa es la convocatoria de AMLO y del Nuevo Proyecto de Nación. Parafraseando al inolvidable Luis Javier Garrido: ¡YA BASTA!.
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