Carlos Bonfil
El 32 Foro
Internacional de la Cineteca (11 de mayo-25 de junio) comienza sus
proyecciones de modo particularmente inédito. Amplía la gama de sus
sedes alternas, divide la programación en dos circuitos paralelos e
intenta llegar así, de modo práctico, al público cautivo que durante
largos años acostumbró darse cita en las instalaciones de la Cineteca
Nacional, actualmente en remodelación, y que, por decir lo menos, parece
hoy desorientado en cuanto a la ubicación de las sedes y los horarios
de las proyecciones. Aunque esta información aparece detallada en un
micrositio de la Cineteca (http://.cinetecanacional.net/micrositios/foro32
), en realidad es urgente diversificar las estrategias de difusión de
este acto y del resto de ciclos que programa la Cineteca Nacional. Es
preciso también contar con la colaboración plena de las sedes alternas
para que brinden atención oportuna y profesional (calidad de proyección,
garantía de exhibición aun con aforos insuficientes, información
pertinente sobre los programas), sin deslindarse de la responsabilidad
asumida. Sólo así podrá mantenerse en estos meses previos a la
reinauguración de la nueva Cineteca la dinámica y vitalidad que hasta
hoy había alcanzado.
La cinta que abre el Foro posee un interés y una actualidad notables. Se trata de Play: juegos de hoy (Play), cinta sueca de Ruben Östlund. Una historia sobre el bullying (maltrato
escolar) en las antípodas de cualquier tratamiento convencional del
tema. Por un lado, la acción no se confina al ámbito escolar en que por
lo común se registra el maltrato que algunos niños o adolescentes
infligen a sus pares. El territorio es aquí, la calle en una apacible
ciudad sueca, Gotemburgo. Y lo que se describe, con base en sucesos
reales, es la estrategia elaborada por una pandilla de adolescentes
inmigrantes negros dedicada a intimidar y a robar celulares u otras
pertenencias a niños blancos educados en el respeto irrestricto a los
derechos y la dignidad de las minorías raciales, y que por lo mismo
aparecen particularmente indefensos ante las agresiones.
El caso de bullying que describe la cinta cuestiona
la ambigüedad y escollos de una ética liberal fincada en la corrección
política que pretende difuminar las contradicciones sociales en un país
con reputación universal de prosperidad, bienestar y tolerancia. El
director describe el cálculo y malicia de los agresores –el juego al que
alude el título de la cinta– y una desazón infantil que es apenas un
pálido reflejo del malestar de una población adulta desbordada por una
política de inmigración y seguridad pública incapaz de afrontar de modo
inteligente y eficaz los problemas de convivencia social. Frente a este
relato de una manipulación capaz de conducir a violencia, pero capaz,
sobre todo, de administrar el miedo, Ruben Ömlund elige el lenguaje
fílmico menos manipulador posible. Los planos fijos limitan exteriorizar
un posible punto de vista, no hay intervención alguna que suponga
juicio o condena de los hechos, y tampoco una postura liberal
antirracista o la ofendida indignación contraria. Sólo queda un difuso
malestar moral ante contradicciones sociales mal resueltas y peor
enfrentadas. El fantasma del auge de la ultraderecha en las sociedades
civilizadas tiene aquí un esbozo de explicación y una ilustración
contundente. Estos son sólo algunos de los aspectos que confieren a la
cinta una calidad de urgencia y una formidable calidad expresiva.
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