Día 9. La Caravana por la Paz rumbo a El Paso, Texas.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
Contra las críticas que sostienen que Javier Sicilia y la caravana no obtendrán ningún logro al término de su largo recorrido, habría que ver las esperanzas que se abren cuando entran en contacto con los mexicanos perseguidos y desplazados de este lado de la frontera por la violencia desatada tras la declaración de guerra calderonista.
A las plazas, iglesias y centros religiosos en los que ha parado la caravana, se han presentado familias enteras que han tenido que huir por la muerte y las amenazas de autoridades mexicanas y bandas criminales.
Llegan buscando cobijo y un paraguas que les dé alguna protección frente al desamparo al que se enfrentan en Estados Unidos, donde han tenido que empezar desde cero, lejos de su familia y su tierra, trabajando de meseras, cocineros, jardineros o en cualquier oficio que les dé algunos dólares.
La caravana ha llamado la atención de autoridades y medios ligados al mundo latinoamericano o mexicano. En varias plazas, como en Los Ángeles, Santa Fe y El Paso, la recepción a los caravaneros ha sido buena y los medios locales han registrado sus acciones como el encuentro con el alguacil de Maricopa, Joe Arpaio, la visita a la feria de armas en Alburquerque y la entrada a los concejos de Los Ángeles y El Paso, en los que ha recibido apoyo a través de resoluciones aprobadas por el pleno de concejales.
Pero a la caravana le quedan aún los verdaderos retos, como hacer reaccionar a los sectores más cerrados y duros de la sociedad estadunidense, así como de sus grandes medios que hasta el momento no han volteado a ver las acciones de la Caravana por la Paz.
Javier Sicilia ha tenido que improvisar varias acciones fuera de la agenda que organizaron las agrupaciones sociales estadunidenses para hacer reaccionar a estos grupos sociales y medios de este país. Sin embargo esto aún no se ha logrado.
Algunos grupos, como en el City Hall de El Paso, Texas, incluso protestaron por la presencia del grupo de victimas, gritándoles que no vengan a Estados Unidos a protestar por la corrupción y la violencia en México.
Pero la agenda de la caravana no está enfocada en enfrentar a la sociedad estadunidense o lograr que el presidente Barack Obama los reciba al final del recorrido, el 12 de septiembre en Washington.
Tampoco que se dejen de vender armas o que se restrinja la compra de drogas. La agenda de la caravana es menos pretenciosa y más estratégica: Busca hacer que la sociedad estadunidense voltee a hacia México, hacerlos socios, amigos y corresponsables de las consecuencias de esta guerra contra las drogas.
Es por eso que Sicilia ha pedido a la sociedad que presione a las autoridades para que se establezcan medidas más estrictas en la venta de armas, principalmente en la zona fronteriza; que se implante una política de salud para la atención de los adictos; y dar un mejor trato a los inmigrantes, respetando sus derechos humanos.
En la semana y media de recorrido la caravana ha tenido un cierto amparo de las agrupaciones sociales promexicanas, pero a partir de la tercera semana entrará a territorio de afro estadunidenses y en la cuarta, de blancos y anglosajones. Ahí está otro de los retos de la caravana.
Si en la última semana logra la atención de los sectores políticos estadunidenses más conservadores y poderosos, la caravana habrá logrado uno de sus principales objetivos: visibilizar a las víctimas mexicanas para los ojos del gobierno y sociedad de ese país.
A partir de este simple hecho se podrá construir una nueva agenda para los grupos de víctimas de México y el sector político y social de Norteamérica, que puede hacer algo para hacer cambiar la estrategia policíaco militar dictada desde Washington y detener la espiral de violencia que únicamente está generando más muertos y desaparecidos, más desplazados y más adictos en ambos países.
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