Después
de lo acontecido en la jornada electoral en México, de la imposición
del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, quien había levantado una
fuerte oposición, ha habido quien se hizo expectativas de que ahora sí,
el pueblo iba a reventar para impedir que una vez más la oligarquía se
saliera con la suya. Tanto la campaña de López Obrador como el auge del
Movimiento "yo soy 132", habían hecho pensar a muchos que esta vez, la
clase dominante y la burocracia política de Estado, permitirían el
triunfo del candidato del Movimiento progresista Andrés Manuel López
Obrador. Ante los resultados que por ahora son oficiales, han corrido
varias reacciones que van desde el desánimo hasta el radicalismo
infantil. Por ello trataré de explicar brevemente porque las cosas han
resultado así, y proponer algunos puntos a atender en los próximos
meses.
Cuando uno echa un vistazo a las condiciones objetivas de nuestro país, puede parecer una verdadera sorpresa el hecho de que hasta ahora no haya estallado cuando menos una rebelión. Teniendo en cuenta el creciente deterioro en las condiciones de vida de los trabajadores, la quiebra del campo mexicano que ha condenado a la mendicidad, la migración y la agresiva proletarización de millones de campesinos, la marginación de los jóvenes quienes cada vez cuentan con menores oportunidades para estudiar y para encontrar un empleo estable, cuando se tiene una burocracia política tan desacreditada y corrupta, y cuando las condiciones de violencia social son cada día más asfixiantes, cualquiera pensaría que la estabilidad política es imposible. Ante dicha situación existen también diversas reacciones, las cuales van desde la aceptación de la fatalidad, hasta el fincar esperanzas en procesos sociales aparentemente ascendentes pero de muy limitados alcances emancipatorios.
Resulta algo contradictorio que quienes tratamos de informarnos de las luchas que acontecen en otras partes del mundo a veces basamos nuestras expectativas en la información que fluye a través de las grandes agencias informativas, aún a sabiendas de lo sesgado de la información, incluso llega a suceder que dentro de un mismo país, a veces estamos más pendientes de los fenómenos que pueden verse en los medios de comunicación masiva, más que en los que no, aún a sabiendas que el verdadero trabajo revolucionario no se hace ante las cámaras y los micrófonos. Por eso pienso que si de verdad buscamos comprender el porqué del curso de los acontecimientos, tenemos que escudriñar un poco más en las cosas que tanto arriba como abajo, ocurren sin ser publicitadas.
Desde una perspectiva marxista, hemos de concentrarnos en los fenómenos estructurales para poder explicar aquellos que corresponden a la superestructura. Es necesario mirar el desarrollo de los procesos de largo plazo para comprender los sucesos coyunturales.
Condiciones generales de la estructura económica en México
Si nosotros partimos del supuesto de que el poder en México lo tiene el PRI, la ultraderecha, o un grupo selecto de personajes de la política, ya estaríamos cometiendo un grave error de método, inaceptable cuando menos para cualquiera que conozca la teoría marxista. Históricamente el poder no es de algún personaje determinado, por muy llamativo que este sea, el problema del poder corresponde en el fondo a una clase social, conducida por un grupo vanguardista de la misma, al cual suele llamarse oligarquía, bloque dominante o sector hegemónico de la misma.
En México, el poder económico se encuentra en manos de las grandes empresas de capital monopólico, la mayoría de ellas vinculadas al comercio exterior, particularmente con los Estados Unidos. El resto de la burguesía, incluso la mediana burguesía, depende prácticamente de que los negocios del bloque dominante corran con éxito, pues a menudo, la mediana burguesía se encarga de comercializar o participar como inversionistas minoritarios de las grandes empresas.
La pequeña burguesía por su parte se encuentra en un período crítico, pues los negocios y el modo de vida al que estaban acostumbrados hace algunas décadas, está prácticamente en extinción. La pequeña burguesía en México se debate entre la posibilidad de vender sus negocios e incorporarse como mano de obra calificada al servicio de las grandes empresas, o bien invertir su incipiente capital plenamente subordinados a las grandes empresas, por ejemplo a manera de franquicias o de pequeñas inversiones que se encarguen de agilizar el flujo de las mercancías y el dinero de las grandes firmas, quienes sólo dejan para el pequeño burgués una parte minúscula de sus ganancias. En algunos casos, los pequeños negocios pueden subsistir, pero ha sido dañada una parte muy significativa de la esencia pequeño burguesa, la posibilidad de escalar hasta acceder a las filas de la gran burguesía.
La clase trabajadora por su parte carece de estabilidad, tal como lo habría analizado Marx en El capital, es más rápida la forma en que ocurren los despidos a que vuelven a crearse nuevas fuentes de empleo. El proletariado mexicano vive en una permanente incertidumbre que dificulta que un trabajador cumpla toda su vida laboral al servicio de una misma empresa, aún cuando muchas veces lo hace al servicio del mismo patrón. Aunque existen algunas concentraciones industriales, éstas son muy volátiles pues muchas de ellas consisten en la instalación de empresas que no duran, cuando menos con la misma firma, mucho tiempo. Por otra parte, los puntos donde tradicionalmente se concentraba la clase obrera han ido cambiando su principal actividad económica, empleando a buena parte del proletariado de ciudades como México, León y Guadalajara en los servicios. Al mismo tiempo, las concentraciones obreras son muy distantes entre sí.
Los campesinos que otrora fueran pequeños propietarios subsidiados y con relativa estabilidad han visto transformarse su entorno de forma acelerada y dramáticamente. Una buena parte de la población campesina ha migrado a ciudades fronterizas y de los Estados Unidos, otros han buscado simplemente mantenerse de la agricultura de autoconsumo y de la venta temporal de su fuerza de trabajo. Son pocos realmente los que han logrado mantenerse productivamente en la lógica de las exigencias del mercado de alimentos, quedando considerablemente atados a grandes empresas comercializadoras y procesadoras de insumos provenientes de la agricultura y la ganadería.
El reflejo en la superestructura
La burguesía
La clase dominante puede tener algunas diferencias entre sí, por eso no es raro que algunos grandes empresarios aparezcan divididos en las contiendas electorales, se sabe por ejemplo que en las pasadas elecciones, los candidatos del PRI, PAN y Movimiento progresista, lograron el pronucniamiento público favorable de algunas cámaras empresariales y personajes famosos de la burguesía.
Sin embargo tras de esa aparente confrontación existe una profunda unidad, en realidad, cada candidato trató de ofrecer a la burguesía que opera en México, las mejores condiciones para mantener con vida y prosperidad sus negocios, los tres candidatos firmaron no solo compromisos en materia económica, sino también aceptaron públicamente las reglas del Estado mexicano para llevar a su modo el proceso electoral. De cualquier forma, ninguna de las plataformas políticas de los candidatos amenazaba sus intereses, incluso, la diversidad de estrategias para mejorar el proceso de acumulación capitalista eran bastante parecidas.
Independientemente de que existan burgueses que no hayan quedado conformes con los resultados electorales, pues hubieran preferido otros resultados, lo cierto es que todos ellos tienen perfectamente claro que sus negocios fluirán mejor en un clima de estabilidad política, sobre todo si el pueblo trabajador se mantiene alejado de las movilizaciones y concentrado en trabajar a su servicio. No existe alguna parte de la burguesía que parezca estar dispuesta a romper los pactos de Estado. A pesar de la profundidad de la crisis, ninguna parte de la clase dominante confía en que para reconstruir su poder de acumulación, será necesario entrar en un periodo de inestabilidad en donde seguramente la producción pudiera detenerse por huelgas o bloqueos. La clase dominante, a través del Estado, se ha dotado de mecanismos para dirimir sus diferencias entre sí, los cuales favorecen el proceso de acumulación capitalista en general; aún cuando se encuentran desesperados por la creciente baja en la tasa de ganancia, ninguno de ellos espera que la solución vendrá de el protagonismo de los más afectados, es decir, los trabajadores y los pequeños propietarios.
La burguesía en México ha aceptado que sean principalmente tres partidos políticos quienes se repartan entre sí los puestos de control burocrático del estado mexicano, sin embargo en lo que se refiere a la presidencia de la República han sido particularmente desconfiados y conservadores, por lo que se han inclinado por personajes que aún siendo impopulares, cuenten con los mecanismos más probados y eficientes para mantenerlos a ellos en el poder, y por tanto manteniendo a los trabajadores alejados de la posibilidad de organizarse políticamente. En términos más concretos, la clase dominante en México ha aceptado una oposición que use el nombre y algún discurso de izquierda, ha aceptado que dicha opción gobierne algunos estados y municipios, tenga representación fuerte en el congreso, etc. pero no han aceptado que esa opción acceda a la presidencia.
Los mecanismos que la burguesía tiene para asegurarse de que los puestos burocráticos se repartan como ellos quieren son diversos, esto incluye por supuesto el manejo mediático, el financiamiento a las campañas, manejo parcial de las campañas y propaganda partidista, simulación en mítines y encuestas, y también diversos mecanismos de manipulación de los resultados electorales. Esas son las reglas de la democracia burguesa en México, todos las conocen y todos los partidos que contienden en las elecciones han salido beneficiados de este tipo de mecanismos, y claro, como es obvio, todos han salido perjudicados por los mismos. Todas las elecciones en México son sucias, están plagadas de corrupción, de intervención de las grandes mafias de capitalistas, tanto los de la economía legal como los grandes contrabandistas y dueños de negocios ilegales, y todos han aprendido a callar cuando estas prácticas les favorecen y a denunciar cuando no lo hacen.
Más allá de la posible voluntad de un personaje como López Obrador, lo que determina su plan a seguir no son sus impulsos ni sus deseos, aun suponiendo que fueran distintos a los de quienes tienen el poder. La existencia de su partido, el PRD, así como del lugar que ocupa el mismo en la burocracia política mexicana, depende en gran parte de la observancia de las normas establecidas por la burguesía. Por ello es que en realidad no puede independizarse de la voluntad de las fuerzas sociales y políticas, que explican el porqué ha podido llegar a ser un personaje público, jefe de gobierno del Distrito Federal y dos veces candidato a la presidencia.
Seguramente, después de esto, la burguesía espera que López Obrador se convierta en una especie de intelectual crítico cuya opinión pretenda representar el pensamiento inteligente de la izquierda mexicana, tal vez dando conferencias en universidades, ruedas de prensa y escribiendo columnas en algún periódico; algo parecido al lugar que dieron a Cuauhtémoc Cárdenas o Heberto Castillo.
La pequeña burguesía
La pequeña burguesía, se encuentra inestable y permanentemente confundida, una parte de ella está pensando en la mejor forma de insertarse en una economía a la cual no puede aspirar a dirigir, pero que tal vez le ofrezca alguna oportunidad. Así pues, mientras una parte de la pequeña burguesía se vuelve conservadora y la más fiel guardiana de los intereses del gran capital, tal como sucediera en algunos regímenes profundamente reaccionarios como el fascismo y las dictaduras militares, otra parte de la pequeña burguesía se ha desesperado y protesta en contra de un modelo económico que ha limitado sus ambiciones, y contra un sistema político que se burla de ella.
La pequeña burguesía inconforme sin embargo, exhibe la constante contradicción de oponerse por un lado al régimen dominante, pero al mismo tiempo evitando acercarse o ser confundida con posiciones radicales o revolucionarias propias del proletariado. Una buena parte de la pequeña burguesía inconforme ha sido atraída por el lopez obradorismo, mientras otra, harta incluso de la limitada voluntad del PRD para defenderla, ha explorado los caminos de la lucha independiente, algunas veces radicalizándose, y otras tantas tratando de hallar mecanismos de oposición que se distingan por su complejidad cultural y por el respeto a la ley.
Esta clase social no aspira a una Revolución, por el contrario, a veces simplemente añora un pasado en donde las posibilidades de ascenso social eran mayores, y otras tantas trata de comprar con sus recursos económicos, un mundo paralelo al controlado por el gran capital, también busca simplemente ser escuchada y que su opinión influya, aunque sea un poco, en las decisiones que se toman en las altas esferas del poder.
El Movimiento Yo soy 132 ha sido una clara expresión de esto. Jóvenes, muchos de ellos estudiantes de las universidades privadas, desesperanzados de la posibilidad de llegar más lejos que sus padres en su nivel de vida, hartos de ser ignorados; construyeron en poco tiempo, un movimiento que atrajo a miles de simpatizantes, enfocado a generar una cultura participativa e informada para el proceso electoral, tendiente a criticar el papel de los medios de comunicación, al PRI, y a las formas más burdas del poder en México. Sin embargo el Movimiento yo soy 132 siempre se preocupó por no ser confundido con otras expresiones de lucha popular a las cuales considera violentas e insensibles ante la ciudadanía. En cierta forma, dicho movimiento logró lo que quería, difundió su opinión, logró que más personas fueran a las urnas y utilizaran los recursos de participación que ha aprobado el Estado mexicano, también logró el reconocimiento de los candidatos presidenciales y de los medios de comunicación.
Muchos de estos jóvenes quienes en su mayoría se habían mantenido distantes a otras luchas llevadas a cabo en el pasado cercano por campesinos, trabajadores, desempleados, estudiantes de origen proletario y campesino, no pueden entender por que estos mismos sectores permanecieron apáticos ante su movimiento. Ellos piensan que la participación política es un problema de información solamente y que la no participación un problema de inconsciencia e incapacidad intelectual.
Después del 1 de Julio, una parte del movimiento yo soy 132 convocó junto al FPDT de San Salvador Atenco a la Convención Nacional contra la Imposición, ahora sí, aceptando la participación de organizaciones de trabajadores, campesinos, e incluso de perfil revolucionario, al tiempo que otra parte considera que eso transgrede la esencia de su movimiento, concebido por ellos mismos como original. Lo cierto es que la llamada “lucha no violenta” ha sido una tendencia histórica de la pequeña burguesía, quien ha peleado de esa forma por sus derechos, pero se ha mantenido distante de la lucha de los explotados. Son posiciones que en algunos casos, sobre todo cuando la lucha de clases se polariza, llaman a la neutralidad y a la conciliación.
La burguesía ya sabe hasta dónde está dispuesta a llegar la pequeña burguesía opositora, las movilizaciones tanto de López Obrador como del Mov. Yo soy 132, pueden hacerle pensar en cómo tranquilizar a su base social, pero no la hacen cambiar de plan.
El proletariado y las clases explotadas
Parte de la explicación del porqué no sucede algo más drástico, de porqué la inconformidad popular se halla tan limitada en nuestro país, es precisamente porque los trabajadores han carecido de alguna opción organizativa que con independencia de clase, se dedique a defender sus intereses por encima de cualquier otro.
La clase obrera sigue profundamente controlada por el Estado mexicano a través del sindicalismo charro, el cual en su mayoría se encuentra afiliado al PRI, sobre todo en los sectores más estratégicos de la economía. El resto de la clase obrera carece en su mayoría de organización, una buena parte incluso, ni siquiera está sindicalizada o bien, se encuentra registrada en sindicatos patronales y de protección. Por otra parte, existen organizaciones cuya base social es de trabajadores, campesinos, artesanos y proletariado en general, pero que son dirigidas por posiciones netamente pequeñoburguesas, las cuales, lejos de procurar la organización de los explotados para liberarse por cuenta propia, simplemente se dedican a tejer canales de negociación con el Estado y muchas de ellas son conducidas a participar, en calidad de aliados, en las campañas del PRD.
Las organizaciones declaradamente proletarias o revolucionarias, tienen poco alcance, a menudo su fuerza se concentra en algunas zonas o dentro de algunos sectores muy ubicables. La mayoría de los proyectos revolucionarios se truncan y no ha habido una continuidad histórica, sostenida de algún Partido o Frente de la clase trabajadora, independiente y de influencia decisiva sobre su clase.
Las organizaciones revolucionarias que más tiempo han durado manteniendo su carácter, son de carácter clandestino o semi clandestino (como es el caso del EZLN), por lo que su posibilidad para organizar más rápido a los trabajadores es muy limitada. Además, siempre nos encontramos ante el eterno llamado a abandonar nuestros proyectos para sumar fuerzas a favor de la opción electoral “menos agresiva”. Los proyectos revolucionarios han terminado en su mayoría, absorbidos por la lucha económica o por las opciones de supervivencia que el mismo estado ofrece. Aunque algunas organizaciones conservan en su nombre la palabra socialista o revolucionaria, muchas de ellas han abandonado cualquier aspiración revolucionaria.
No habrá sorpresas pero la lucha no ha sido en vano
Desde mi punto de vista, no existen condiciones para que nada insólito ocurra próximamente, el Tribunal Electoral, organismo de Estado, reconocerá el triunfo de Peña Nieto, si acaso dando algún crédito a las denuncias expuestas contra él, pero sin ser suficientes para anular la elección. Por su parte, ni López Obrador ni el Movimiento Progresista van a hacer nada insólito tampoco, si acaso protestarán por el fallo del tribunal y después se retirarán a ocupar los espacios de poder que mantienen. Y al Movimiento yo soy 132 no hay nada más que pedirle, ya ha realizado su aporte y hasta dentro de algunos años podrá visualizarse el acomodo de sus participantes en el ulterior desarrollo de la lucha de clases.
Cualquier persona que ambicione justicia desearía que los cambios ocurrieran con mayor efectividad y rapidez, esa es una aspiración muy legítima, sin embargo es preciso comprender que cuando se abre un proceso de transformación revolucionaria en un país determinado, se da como resultado del nivel de contradicción en el régimen imperante, por la acumulación de experiencia política de los explotados y por la capacidad efectiva de traducir sus aspiraciones en hechos concretos. Parte de esas condiciones se dan independientemente de nuestra voluntad, y otra parte es necesario trabajarla. Esperar a que en un golpe de suerte o de forma espontánea ocurra una rebelión que modifique profundamente las condiciones de vida de las mayorías explotadas en México, puede parecer deseable, sin embargo no es dialécticamente factible.
Pero cada experiencia de lucha, cada victoria y cada derrota forman parte de ese acumulado de subjetividad política que se requiere para formar la conciencia de clase y para transformar la lucha social en lucha revolucionaria. Por ahora, tal vez no es el proletariado el principal protagonista, y mucho menos el dirigente de las fuerzas políticas más activas, pero sin duda, en un momento dado, los explotados de este país, sabrán recuperar la experiencia que tienen como clase, así como la experiencias de lucha de otros sectores.
Por debajo, lejos de las cámaras y los micrófonos, lejos incluso de los medios alternativos y de las llamadas redes sociales, están luchas obreras, campesinas, de los pueblos originarios, de los estudiantes de origen proletario y campesino, y también el trabajo discreto y sistemático de algunas organizaciones revolucionarias. Tal vez las cosas que anhelamos no ocurrirán ahora, pero todos los agravios que está cometiendo la burguesía en contra del pueblo trabajador, serán cobrados en su momento. Cuando los trabajadores recuperen la iniciativa, entonces serán ellos quienes obliguen a los explotados y a las capas intermedias a definirse, y entonces podrá abrirse una coyuntura en donde sea posible modificar el curso de las cosas.
Andrés Avila Armella es miembro del Buró Político del Partido Comunista de México. Partidocomunista12@hotmail.com
Cuando uno echa un vistazo a las condiciones objetivas de nuestro país, puede parecer una verdadera sorpresa el hecho de que hasta ahora no haya estallado cuando menos una rebelión. Teniendo en cuenta el creciente deterioro en las condiciones de vida de los trabajadores, la quiebra del campo mexicano que ha condenado a la mendicidad, la migración y la agresiva proletarización de millones de campesinos, la marginación de los jóvenes quienes cada vez cuentan con menores oportunidades para estudiar y para encontrar un empleo estable, cuando se tiene una burocracia política tan desacreditada y corrupta, y cuando las condiciones de violencia social son cada día más asfixiantes, cualquiera pensaría que la estabilidad política es imposible. Ante dicha situación existen también diversas reacciones, las cuales van desde la aceptación de la fatalidad, hasta el fincar esperanzas en procesos sociales aparentemente ascendentes pero de muy limitados alcances emancipatorios.
Resulta algo contradictorio que quienes tratamos de informarnos de las luchas que acontecen en otras partes del mundo a veces basamos nuestras expectativas en la información que fluye a través de las grandes agencias informativas, aún a sabiendas de lo sesgado de la información, incluso llega a suceder que dentro de un mismo país, a veces estamos más pendientes de los fenómenos que pueden verse en los medios de comunicación masiva, más que en los que no, aún a sabiendas que el verdadero trabajo revolucionario no se hace ante las cámaras y los micrófonos. Por eso pienso que si de verdad buscamos comprender el porqué del curso de los acontecimientos, tenemos que escudriñar un poco más en las cosas que tanto arriba como abajo, ocurren sin ser publicitadas.
Desde una perspectiva marxista, hemos de concentrarnos en los fenómenos estructurales para poder explicar aquellos que corresponden a la superestructura. Es necesario mirar el desarrollo de los procesos de largo plazo para comprender los sucesos coyunturales.
Condiciones generales de la estructura económica en México
Si nosotros partimos del supuesto de que el poder en México lo tiene el PRI, la ultraderecha, o un grupo selecto de personajes de la política, ya estaríamos cometiendo un grave error de método, inaceptable cuando menos para cualquiera que conozca la teoría marxista. Históricamente el poder no es de algún personaje determinado, por muy llamativo que este sea, el problema del poder corresponde en el fondo a una clase social, conducida por un grupo vanguardista de la misma, al cual suele llamarse oligarquía, bloque dominante o sector hegemónico de la misma.
En México, el poder económico se encuentra en manos de las grandes empresas de capital monopólico, la mayoría de ellas vinculadas al comercio exterior, particularmente con los Estados Unidos. El resto de la burguesía, incluso la mediana burguesía, depende prácticamente de que los negocios del bloque dominante corran con éxito, pues a menudo, la mediana burguesía se encarga de comercializar o participar como inversionistas minoritarios de las grandes empresas.
La pequeña burguesía por su parte se encuentra en un período crítico, pues los negocios y el modo de vida al que estaban acostumbrados hace algunas décadas, está prácticamente en extinción. La pequeña burguesía en México se debate entre la posibilidad de vender sus negocios e incorporarse como mano de obra calificada al servicio de las grandes empresas, o bien invertir su incipiente capital plenamente subordinados a las grandes empresas, por ejemplo a manera de franquicias o de pequeñas inversiones que se encarguen de agilizar el flujo de las mercancías y el dinero de las grandes firmas, quienes sólo dejan para el pequeño burgués una parte minúscula de sus ganancias. En algunos casos, los pequeños negocios pueden subsistir, pero ha sido dañada una parte muy significativa de la esencia pequeño burguesa, la posibilidad de escalar hasta acceder a las filas de la gran burguesía.
La clase trabajadora por su parte carece de estabilidad, tal como lo habría analizado Marx en El capital, es más rápida la forma en que ocurren los despidos a que vuelven a crearse nuevas fuentes de empleo. El proletariado mexicano vive en una permanente incertidumbre que dificulta que un trabajador cumpla toda su vida laboral al servicio de una misma empresa, aún cuando muchas veces lo hace al servicio del mismo patrón. Aunque existen algunas concentraciones industriales, éstas son muy volátiles pues muchas de ellas consisten en la instalación de empresas que no duran, cuando menos con la misma firma, mucho tiempo. Por otra parte, los puntos donde tradicionalmente se concentraba la clase obrera han ido cambiando su principal actividad económica, empleando a buena parte del proletariado de ciudades como México, León y Guadalajara en los servicios. Al mismo tiempo, las concentraciones obreras son muy distantes entre sí.
Los campesinos que otrora fueran pequeños propietarios subsidiados y con relativa estabilidad han visto transformarse su entorno de forma acelerada y dramáticamente. Una buena parte de la población campesina ha migrado a ciudades fronterizas y de los Estados Unidos, otros han buscado simplemente mantenerse de la agricultura de autoconsumo y de la venta temporal de su fuerza de trabajo. Son pocos realmente los que han logrado mantenerse productivamente en la lógica de las exigencias del mercado de alimentos, quedando considerablemente atados a grandes empresas comercializadoras y procesadoras de insumos provenientes de la agricultura y la ganadería.
El reflejo en la superestructura
La burguesía
La clase dominante puede tener algunas diferencias entre sí, por eso no es raro que algunos grandes empresarios aparezcan divididos en las contiendas electorales, se sabe por ejemplo que en las pasadas elecciones, los candidatos del PRI, PAN y Movimiento progresista, lograron el pronucniamiento público favorable de algunas cámaras empresariales y personajes famosos de la burguesía.
Sin embargo tras de esa aparente confrontación existe una profunda unidad, en realidad, cada candidato trató de ofrecer a la burguesía que opera en México, las mejores condiciones para mantener con vida y prosperidad sus negocios, los tres candidatos firmaron no solo compromisos en materia económica, sino también aceptaron públicamente las reglas del Estado mexicano para llevar a su modo el proceso electoral. De cualquier forma, ninguna de las plataformas políticas de los candidatos amenazaba sus intereses, incluso, la diversidad de estrategias para mejorar el proceso de acumulación capitalista eran bastante parecidas.
Independientemente de que existan burgueses que no hayan quedado conformes con los resultados electorales, pues hubieran preferido otros resultados, lo cierto es que todos ellos tienen perfectamente claro que sus negocios fluirán mejor en un clima de estabilidad política, sobre todo si el pueblo trabajador se mantiene alejado de las movilizaciones y concentrado en trabajar a su servicio. No existe alguna parte de la burguesía que parezca estar dispuesta a romper los pactos de Estado. A pesar de la profundidad de la crisis, ninguna parte de la clase dominante confía en que para reconstruir su poder de acumulación, será necesario entrar en un periodo de inestabilidad en donde seguramente la producción pudiera detenerse por huelgas o bloqueos. La clase dominante, a través del Estado, se ha dotado de mecanismos para dirimir sus diferencias entre sí, los cuales favorecen el proceso de acumulación capitalista en general; aún cuando se encuentran desesperados por la creciente baja en la tasa de ganancia, ninguno de ellos espera que la solución vendrá de el protagonismo de los más afectados, es decir, los trabajadores y los pequeños propietarios.
La burguesía en México ha aceptado que sean principalmente tres partidos políticos quienes se repartan entre sí los puestos de control burocrático del estado mexicano, sin embargo en lo que se refiere a la presidencia de la República han sido particularmente desconfiados y conservadores, por lo que se han inclinado por personajes que aún siendo impopulares, cuenten con los mecanismos más probados y eficientes para mantenerlos a ellos en el poder, y por tanto manteniendo a los trabajadores alejados de la posibilidad de organizarse políticamente. En términos más concretos, la clase dominante en México ha aceptado una oposición que use el nombre y algún discurso de izquierda, ha aceptado que dicha opción gobierne algunos estados y municipios, tenga representación fuerte en el congreso, etc. pero no han aceptado que esa opción acceda a la presidencia.
Los mecanismos que la burguesía tiene para asegurarse de que los puestos burocráticos se repartan como ellos quieren son diversos, esto incluye por supuesto el manejo mediático, el financiamiento a las campañas, manejo parcial de las campañas y propaganda partidista, simulación en mítines y encuestas, y también diversos mecanismos de manipulación de los resultados electorales. Esas son las reglas de la democracia burguesa en México, todos las conocen y todos los partidos que contienden en las elecciones han salido beneficiados de este tipo de mecanismos, y claro, como es obvio, todos han salido perjudicados por los mismos. Todas las elecciones en México son sucias, están plagadas de corrupción, de intervención de las grandes mafias de capitalistas, tanto los de la economía legal como los grandes contrabandistas y dueños de negocios ilegales, y todos han aprendido a callar cuando estas prácticas les favorecen y a denunciar cuando no lo hacen.
Más allá de la posible voluntad de un personaje como López Obrador, lo que determina su plan a seguir no son sus impulsos ni sus deseos, aun suponiendo que fueran distintos a los de quienes tienen el poder. La existencia de su partido, el PRD, así como del lugar que ocupa el mismo en la burocracia política mexicana, depende en gran parte de la observancia de las normas establecidas por la burguesía. Por ello es que en realidad no puede independizarse de la voluntad de las fuerzas sociales y políticas, que explican el porqué ha podido llegar a ser un personaje público, jefe de gobierno del Distrito Federal y dos veces candidato a la presidencia.
Seguramente, después de esto, la burguesía espera que López Obrador se convierta en una especie de intelectual crítico cuya opinión pretenda representar el pensamiento inteligente de la izquierda mexicana, tal vez dando conferencias en universidades, ruedas de prensa y escribiendo columnas en algún periódico; algo parecido al lugar que dieron a Cuauhtémoc Cárdenas o Heberto Castillo.
La pequeña burguesía
La pequeña burguesía, se encuentra inestable y permanentemente confundida, una parte de ella está pensando en la mejor forma de insertarse en una economía a la cual no puede aspirar a dirigir, pero que tal vez le ofrezca alguna oportunidad. Así pues, mientras una parte de la pequeña burguesía se vuelve conservadora y la más fiel guardiana de los intereses del gran capital, tal como sucediera en algunos regímenes profundamente reaccionarios como el fascismo y las dictaduras militares, otra parte de la pequeña burguesía se ha desesperado y protesta en contra de un modelo económico que ha limitado sus ambiciones, y contra un sistema político que se burla de ella.
La pequeña burguesía inconforme sin embargo, exhibe la constante contradicción de oponerse por un lado al régimen dominante, pero al mismo tiempo evitando acercarse o ser confundida con posiciones radicales o revolucionarias propias del proletariado. Una buena parte de la pequeña burguesía inconforme ha sido atraída por el lopez obradorismo, mientras otra, harta incluso de la limitada voluntad del PRD para defenderla, ha explorado los caminos de la lucha independiente, algunas veces radicalizándose, y otras tantas tratando de hallar mecanismos de oposición que se distingan por su complejidad cultural y por el respeto a la ley.
Esta clase social no aspira a una Revolución, por el contrario, a veces simplemente añora un pasado en donde las posibilidades de ascenso social eran mayores, y otras tantas trata de comprar con sus recursos económicos, un mundo paralelo al controlado por el gran capital, también busca simplemente ser escuchada y que su opinión influya, aunque sea un poco, en las decisiones que se toman en las altas esferas del poder.
El Movimiento Yo soy 132 ha sido una clara expresión de esto. Jóvenes, muchos de ellos estudiantes de las universidades privadas, desesperanzados de la posibilidad de llegar más lejos que sus padres en su nivel de vida, hartos de ser ignorados; construyeron en poco tiempo, un movimiento que atrajo a miles de simpatizantes, enfocado a generar una cultura participativa e informada para el proceso electoral, tendiente a criticar el papel de los medios de comunicación, al PRI, y a las formas más burdas del poder en México. Sin embargo el Movimiento yo soy 132 siempre se preocupó por no ser confundido con otras expresiones de lucha popular a las cuales considera violentas e insensibles ante la ciudadanía. En cierta forma, dicho movimiento logró lo que quería, difundió su opinión, logró que más personas fueran a las urnas y utilizaran los recursos de participación que ha aprobado el Estado mexicano, también logró el reconocimiento de los candidatos presidenciales y de los medios de comunicación.
Muchos de estos jóvenes quienes en su mayoría se habían mantenido distantes a otras luchas llevadas a cabo en el pasado cercano por campesinos, trabajadores, desempleados, estudiantes de origen proletario y campesino, no pueden entender por que estos mismos sectores permanecieron apáticos ante su movimiento. Ellos piensan que la participación política es un problema de información solamente y que la no participación un problema de inconsciencia e incapacidad intelectual.
Después del 1 de Julio, una parte del movimiento yo soy 132 convocó junto al FPDT de San Salvador Atenco a la Convención Nacional contra la Imposición, ahora sí, aceptando la participación de organizaciones de trabajadores, campesinos, e incluso de perfil revolucionario, al tiempo que otra parte considera que eso transgrede la esencia de su movimiento, concebido por ellos mismos como original. Lo cierto es que la llamada “lucha no violenta” ha sido una tendencia histórica de la pequeña burguesía, quien ha peleado de esa forma por sus derechos, pero se ha mantenido distante de la lucha de los explotados. Son posiciones que en algunos casos, sobre todo cuando la lucha de clases se polariza, llaman a la neutralidad y a la conciliación.
La burguesía ya sabe hasta dónde está dispuesta a llegar la pequeña burguesía opositora, las movilizaciones tanto de López Obrador como del Mov. Yo soy 132, pueden hacerle pensar en cómo tranquilizar a su base social, pero no la hacen cambiar de plan.
El proletariado y las clases explotadas
Parte de la explicación del porqué no sucede algo más drástico, de porqué la inconformidad popular se halla tan limitada en nuestro país, es precisamente porque los trabajadores han carecido de alguna opción organizativa que con independencia de clase, se dedique a defender sus intereses por encima de cualquier otro.
La clase obrera sigue profundamente controlada por el Estado mexicano a través del sindicalismo charro, el cual en su mayoría se encuentra afiliado al PRI, sobre todo en los sectores más estratégicos de la economía. El resto de la clase obrera carece en su mayoría de organización, una buena parte incluso, ni siquiera está sindicalizada o bien, se encuentra registrada en sindicatos patronales y de protección. Por otra parte, existen organizaciones cuya base social es de trabajadores, campesinos, artesanos y proletariado en general, pero que son dirigidas por posiciones netamente pequeñoburguesas, las cuales, lejos de procurar la organización de los explotados para liberarse por cuenta propia, simplemente se dedican a tejer canales de negociación con el Estado y muchas de ellas son conducidas a participar, en calidad de aliados, en las campañas del PRD.
Las organizaciones declaradamente proletarias o revolucionarias, tienen poco alcance, a menudo su fuerza se concentra en algunas zonas o dentro de algunos sectores muy ubicables. La mayoría de los proyectos revolucionarios se truncan y no ha habido una continuidad histórica, sostenida de algún Partido o Frente de la clase trabajadora, independiente y de influencia decisiva sobre su clase.
Las organizaciones revolucionarias que más tiempo han durado manteniendo su carácter, son de carácter clandestino o semi clandestino (como es el caso del EZLN), por lo que su posibilidad para organizar más rápido a los trabajadores es muy limitada. Además, siempre nos encontramos ante el eterno llamado a abandonar nuestros proyectos para sumar fuerzas a favor de la opción electoral “menos agresiva”. Los proyectos revolucionarios han terminado en su mayoría, absorbidos por la lucha económica o por las opciones de supervivencia que el mismo estado ofrece. Aunque algunas organizaciones conservan en su nombre la palabra socialista o revolucionaria, muchas de ellas han abandonado cualquier aspiración revolucionaria.
No habrá sorpresas pero la lucha no ha sido en vano
Desde mi punto de vista, no existen condiciones para que nada insólito ocurra próximamente, el Tribunal Electoral, organismo de Estado, reconocerá el triunfo de Peña Nieto, si acaso dando algún crédito a las denuncias expuestas contra él, pero sin ser suficientes para anular la elección. Por su parte, ni López Obrador ni el Movimiento Progresista van a hacer nada insólito tampoco, si acaso protestarán por el fallo del tribunal y después se retirarán a ocupar los espacios de poder que mantienen. Y al Movimiento yo soy 132 no hay nada más que pedirle, ya ha realizado su aporte y hasta dentro de algunos años podrá visualizarse el acomodo de sus participantes en el ulterior desarrollo de la lucha de clases.
Cualquier persona que ambicione justicia desearía que los cambios ocurrieran con mayor efectividad y rapidez, esa es una aspiración muy legítima, sin embargo es preciso comprender que cuando se abre un proceso de transformación revolucionaria en un país determinado, se da como resultado del nivel de contradicción en el régimen imperante, por la acumulación de experiencia política de los explotados y por la capacidad efectiva de traducir sus aspiraciones en hechos concretos. Parte de esas condiciones se dan independientemente de nuestra voluntad, y otra parte es necesario trabajarla. Esperar a que en un golpe de suerte o de forma espontánea ocurra una rebelión que modifique profundamente las condiciones de vida de las mayorías explotadas en México, puede parecer deseable, sin embargo no es dialécticamente factible.
Pero cada experiencia de lucha, cada victoria y cada derrota forman parte de ese acumulado de subjetividad política que se requiere para formar la conciencia de clase y para transformar la lucha social en lucha revolucionaria. Por ahora, tal vez no es el proletariado el principal protagonista, y mucho menos el dirigente de las fuerzas políticas más activas, pero sin duda, en un momento dado, los explotados de este país, sabrán recuperar la experiencia que tienen como clase, así como la experiencias de lucha de otros sectores.
Por debajo, lejos de las cámaras y los micrófonos, lejos incluso de los medios alternativos y de las llamadas redes sociales, están luchas obreras, campesinas, de los pueblos originarios, de los estudiantes de origen proletario y campesino, y también el trabajo discreto y sistemático de algunas organizaciones revolucionarias. Tal vez las cosas que anhelamos no ocurrirán ahora, pero todos los agravios que está cometiendo la burguesía en contra del pueblo trabajador, serán cobrados en su momento. Cuando los trabajadores recuperen la iniciativa, entonces serán ellos quienes obliguen a los explotados y a las capas intermedias a definirse, y entonces podrá abrirse una coyuntura en donde sea posible modificar el curso de las cosas.
Andrés Avila Armella es miembro del Buró Político del Partido Comunista de México. Partidocomunista12@hotmail.com
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