Felipe Calderón, titular del Ejecutivo.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
Calderón se hizo del control absoluto de su partido un año después de ocupar la Presidencia de la República, el 8 de diciembre del 2007, cuando rindió protesta como nuevo dirigente blanquiazul Germán Martínez, su fiel escudero. A partir de ese momento, sin importar el fracaso en la elección intermedia de 2009, cuando los panistas perdieron 64 diputaciones y tres diputaciones, mantuvo dicho control, pues logró imponer a César Nava en sustitución de Martínez. Y posteriormente, cuando Nava concluyó su periodo estatutario, Calderón toleró la llegada de Gustavo Madero (a quien en el último momento le retiró su apoyo, para impulsar a Roberto Gil) porque sabía que lo podría someter y controlar, como finalmente sucedió.
Después de la derrota electoral del 2009, el CEN encargó a una Comisión de Reflexión y Análisis, encabezada por el panista nuevoleonés José Luis Coindreau, la elaboración de un diagnóstico de las causas que la provocaron. El informe fue descarnado (Proceso 1813), y señalaba sin ambages que dentro del partido se privilegió “el arribismo y el oportunismo”; se permitieron “la democracia simulada”, “la manipulación de los procesos internos” e “injerencias indebidas de nuestros gobiernos para definir la selección de candidatos”, además de que se impuso “la aplicación discrecional de estatutos y reglamentos”, entre otras cosas.
Pero igualmente señalaba con claridad que los gobiernos panistas, particularmente los encabezados por Vicente Fox y Felipe Calderón, tuvieron “un exceso de funcionarios priistas” y no removieron “las estructuras clientelares que estableció el PRI”. Así que, en general, indicaba: “No hemos construido un modelo de gobierno panista”, “ni tenemos una agenda programática…”.
Dicho informe fue aprobado en reunión del Consejo Nacional del PAN el 12 de septiembre de 2009, y ahora, casi tres años después, los problemas mencionados en aquel entonces afloran nuevamente. Los exgobernadores panistas, entre los que figuran Ernesto Ruffo, Juan Carlos Romero Hicks, Carlos Medina Plascencia y Fernando Canales, al igual que algunos legisladores, como Javier Corral, Ricardo García Cervantes, Santiago Creel y Juan José Rodríguez Prats, manifestaron, de acuerdo con la edición de Reforma del 11 de agosto: “No se profundizó en el principal objetivo para el que fuimos llamados… transformar el régimen político y las estructuras corporativas sobre las que ahora, casi intactas, se ha vuelto a alzar el PRI con su triunfo electoral”.
Y otro grupo, éste conformado, entre otros, por Francisco Ramírez Acuña, Juan Miguel Alcántara y Juan Antonio García Villa, plantea: “Comencemos por reconocer que (…) incurrimos en fallas que incluyen problemas de corrupción, amiguismo, la existencia y operación de grupos de interés en el PAN y una alevosa práctica de intervención indebida de actores de gobierno en la vida del partido, en todos los niveles, situaciones que deben corregirse”.
El mismo Calderón, al hablar en la reciente reunión del Consejo Político, denunció la creación de grupos de interés en el interior del partido y el manejo patrimonial de los padrones electorales, entre otros de los problemas que aquejan al blanquiazul. Y el presidente del CEN, Gustavo Madero, reconoció: “Una de las mayores fallas que he tenido en esta responsabilidad está en no haber encontrado una manera adecuada de colaborar y de diferir con el gobierno y con la campaña desde mi posición como presidente del partido”.
Por lo pronto, ya no tendrá que preocuparse de la primera falla a nivel presidencial, aunque a nivel estatal todavía tendrá que hacerlo. Lo cierto es que la abierta intervención de Calderón en el manejo del partido y el hecho de que asuma al menos una mínima parte de responsabilidad en muchos de estos errores y vicios, podrían merecer las palabras que el todavía senador Ricardo García Cervantes dijo respecto del expresidente blanquiazul Germán Martínez (Proceso 1812): “Que venga el virus a describirme la enfermedad que genera me parece bastante cínico”.
Ya en aquella entrevista García Cervantes decía que él “no había visto una etapa del PAN en que se anulara más la vida institucional del partido que con Germán Martínez y César Nava”. Ahora tendría que agregar a Gustavo Madero. El legislador manifestaba que el principal problema del PAN era la incongruencia, aunque se refería a su postura frente a la corrupción, ya que a pesar de ser una de sus banderas históricas, ahora la toleraba en sus militantes o en las componendas con el PRI. Esa misma incongruencia hoy se manifiesta en que el causante (por acción o por omisión) de los males partidistas pretenda convertirse en la solución.
Por lo pronto, aunque Calderón cedió en su pretensión de que la asamblea que aprobara los nuevos estatutos y arrancara la reconstrucción del partido (como la llamó después de la oposición que suscitó la idea de una refundación) se celebrara antes del 1 de diciembre, todo indica que controla la Comisión de Evaluación y Mejora (nombre que le pusieron al nuevo órgano responsable de realizar el diagnóstico de las causas de la debacle electoral y proponer las medidas correctivas), pues 13 de los 20 integrantes de esa comisión forman parte del grupo cercano a Calderón.
Hace tres años otra comisión parecida presentó un diagnóstico muy crudo y realista e hizo recomendaciones que no se cumplieron; hoy se emprende la misma ruta, pero las recomendaciones de este nuevo grupo tendrán que aplicarse cuando Calderón ya haya dejado el poder y cuando, por lo tanto, su influencia en el partido haya disminuido.
Como es evidente, los diagnósticos son coincidentes (incluso los de Calderón y Madero), todos identifican las mismas causas y vicios, pero ahora el PAN (como todos los partidos que pierden el poder) ya no puede posponer su solución; tiene que afrontar sus problemas sin la presencia hegemónica de Calderón, si no quiere tener una larga y pesada convalecencia, en el mejor de los casos, o, en el peor, contraerse todavía más y, eventualmente, desaparecer.
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